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Lenguaje coloquial, la moda que hablan los cubanos

Cuba, lenguaje popular

LA HABANA, Cuba. – En la Isla es común escuchar que alguien va a jamar en vez de cenar. A los padres les llaman puros/as y a las novias/os jevitas/os. Los “hasta luego” suelen ser Voy en pira

Los detractores del lenguaje coloquial responsabilizan a la juventud de las transformaciones del vocabulario. Los especialistas, por su parte, refieren que el idioma es un sistema vivo que se enriquece constantemente con la incorporación de nuevos elementos, al tiempo que otros desaparecen.  

Mari Carmen Cuevas Leyva, licenciada en Comunicación Social, explica que “los jóvenes son un catalizador”, pero precisa que la transformación del idioma “es un proceso dinámico que de una u otra manera implica a toda la sociedad”.

De acuerdo con Cuervo, el lenguaje distintivo cubano se conformó a través de expresiones de diferentes épocas y culturas. Algunas de sus palabras más populares provienen de la herencia africana, como asere, monina, ambia o ekobio. “Bayú, por ejemplo, es más antigua aún; se remonta a la población taína”, explica.    

La especialista menciona que en la construcción de ese registro propio también aportan otros factores, no precisamente lingüísticos, que influyen en la comunicación: expresividad exagerada, rapidez al hablar, tono alto y hasta la gesticulación con las manos.

Precisamente a los gestos que acompañan a las palabras, más otros rasgos peculiares como el tono y el acento, aluden los cubanos cuando catalogan de “chabacana” y “obscena” la manera en que se habla el español en la Isla, expone Cuevas.  

“En nuestro país hay circunstancias particulares que hacen de lo vulgar y grosero un componente ‘justificado’ en las caracterizaciones que se hacen del modo en que hablamos el idioma. También habría que reconocer que la crítica es muchas veces rígida y puritana, pues no hay nada de malo siempre que la palabra sea de la naturaleza del idioma”, sentenció la comunicadora.

En las calles de La Habana numerosas personas entrevistadas por CubaNet defendieron el uso del lenguaje coloquial, aludiendo a que se trata de un rasgo de cubanía, condición que, estiman, naturaliza la jerga como una manera apropiada de comunicar.

Una de las razones que justifica su “uso y abuso”, destacó Yasser Cepeda Castillo, es “la tendencia a tutear que tenemos nosotros los cubanos, a ponerle humor o ser ingeniosos reduciendo ideas y palabras para decir más rápido lo que queremos”. 

Desde su perspectiva es normal que, para dar un trato más cercano a alguien, se le llame loco, mijo, yunta, consorte o quemao; pero también se utilizan algunos de estos términos para halagar a una persona ingeniosa o inteligente.

Algunas expresiones tienen una utilización tan variopinta que sirven lo mismo para cerrar una conversación que para despedirse, asentir o enfatizar. Como muestra, Jorge Ramírez Lazo citó la palabra dale, cuyo uso, argumenta, nació de la necesidad de acortar las comunicaciones telefónicas.

“La gente empezó a decirlo para ahorrar tiempo, que es dinero. Pero ya luego se empezó a coger para otras cosas. Si te vas a despedir de alguien le dices dale, es como un adiós más apurado. También es lo mismo que decir que sí en diferentes circunstancias; es como aceptar algo que te proponen o te preguntan”, comentó Ramírez.

Son muchas las frases que, utilizadas por personas de cualquier nivel intelectual, marcan la cotidianidad de la vida en la Isla. Se pudieran separar por los diferentes ámbitos, desde el saludo que indica el inicio de una comunicación, hasta las cordiales buenas noches.

“Yo casi nunca digo hola. Qué bolá asere suena más a la moda. O si no, digo: Qué vuelta, qué hay o wassá [del inglés what’s up]. Otras cosas así que digo comúnmente es fetecún (fiesta), y balas (dinero)”, acotó Marcos Carvajal Torres. 

Tirar un cabo (ayudar o pedir ayuda), tener el moño virao (estar de mal humor), dar muela (hablar mucho), ser más rollo que película (aparentar ser más de lo que se es), tremenda talla (que está bueno) y, si sigo, te puedo decir mil frases más que unidas parecen un idioma nuevo”, sentenció Amarilis Pérez Rosabal, detractora de este tipo de lenguaje.