LA HABANA, Cuba.- Desde el momento en que se supo que Esteban Lazo sería el dignatario cubano encargado de ir a Kenia a esclarecer las circunstancias en que habrían muerto los dos médicos cubanos secuestrados por el grupo terrorista Al-Shabab en 2019, los cubanos supimos que se trataba de una burda estrategia para ganar tiempo, una jugada de interés fingido por parte de un gobierno que hace mucho tiempo decidió enterrar el destino de Assel Herrera y Landy Rodríguez bajo el olvido mediático.
Si Esteban Lazo es incapaz de hacerse una idea sobre lo que ocurre en su propio país, mucho menos podría entender cualquier explicación de las autoridades kenianas sobre protocolos, pesquisas y gestiones para rescatar a los médicos. Haber enviado al presidente del Parlamento, con su lastimoso calibre intelectual, a tratar un tema tan sensible, dice mucho de la importancia que el gabinete de Díaz-Canel concede al asunto.
Si realmente era obligatorio enviar a un representante de piel negra, Inés María Chapman (Viceprimera ministra) hubiese sido una opción mucho más decorosa pues, para empezar, sabe comunicarse. Sin embargo, fue Lazo el elegido, probablemente por tratarse del afrocubano que más años lleva vinculado a las altas esferas de la política en Cuba, aunque jamás haya dicho una oración coherente, o tomado una decisión importante.
Sobre el cerebro enmohecido de un político de cartón, que reconoce que la dirección del país se ha equivocado de modo garrafal, pero a la vez no entiende por qué a Cuba le va tan mal, y además culpa a un rey de España del siglo XIX por la escasez de pan que actualmente sufre la Isla, recayó la encomienda de saber si los médicos cubanos están vivos o muertos.
No es sorprendente que haya regresado con las manos vacías, lo cual convierte su viaje a Kenia en otro despilfarro gubernamental que arrancó una buena tajada del presupuesto del Estado. Todo lo que trajo Lazo en calidad de Enviado de Alto Nivel —así lo presentó Cubadebate—, fue “información sensible” que la prensa cubana no ha revelado.
Seguimos entonces en la incertidumbre, con miles de dólares menos y un mar de especulaciones avivadas por el extraño silencio que han mantenido los familiares de los galenos desde su secuestro, y luego de conocida la noticia de su probable muerte en la localidad somalí de Jilib, a causa de un bombardeo estadounidense con drones.
La demora en confirmar la suerte de los médicos es tan irrespetuosa como el haber delegado en Lazo la misión diplomática de buscar respuestas. A las inevitables comparaciones entre la indiferencia manifiesta del gobierno de Díaz-Canel hacia este asunto, y las campañas mediáticas impulsadas por Fidel Castro para regresar al niño Elián González primero, y luego a los cinco espías encarcelados en Estados Unidos, se suman el secretismo oficial y su desagradable hábito de marear la perdiz.
La ciudadanía, por su parte, ha comenzado a tejer conjeturas que van desde el presunto abandono de la misión médica por parte de Landy y Assel, hasta la sospecha de que son dos espías que, por órdenes de “arriba”, colaboraron con Al-Shabab en su propio secuestro y fingieron su muerte para, con una nueva identidad, abrirse camino hasta Estados Unidos o la Unión Europea y trabajar como agentes secretos para el régimen de La Habana.
El silencio da pie a elucubraciones de todo tipo, especialmente cuando se envía a un alto funcionario a averiguar qué pasó y regresa sin resultados, o peor, con una respuesta ambigua que no proyecta ninguna claridad sobre tantas interrogantes. Mientras el régimen procura manejar a conveniencia la “información sensible” que trajo Esteban Lazo, confía en que otros acontecimientos atraigan el interés de los cubanos y que los médicos no-muertos vayan desescalando en la opinión pública.
Son tantos los medios y actores internacionales —según Cubadebate— involucrados en descubrir lo ocurrido con Assel Herrera y Landy Rodríguez, que a casi quince días del bombardeo no se ha podido constatar su muerte, ni de quién es el cadáver que aparece en la nota publicada por Al-Shabab, en la cual se dio a conocer el deceso de ambos médicos.
Si bien el ataque con drones del pasado 15 de febrero fue ratificado por una vocera del Comando Africano de los Estados Unidos (Africom), la Casa Blanca no ha confirmado la muerte de civiles. Pasan los días y los medios oficiales del neocastrismo aseguran que Cuba brinda absoluta prioridad a las gestiones que se están llevando a cabo, pero solo hasta que se agoten todas las posibilidades que permitan confirmar la situación de los galenos.
Cuando no haya más puertas que tocar, ni otros interlocutores a los cuales recurrir, Landy y Assel serán dos nuevos nombres en la larga lista de héroes por obligación, o por azar, que han sido sacrificados en el altar de una Revolución que jamás los mereció, ni a ellos, ni a los caídos en guerras ajenas por orden expresa de Fidel Castro.
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