LA HABANA, Cuba.- Desde el jueves 10 de abril está abierta la exposición fotográfica Lipstick, de Osiris Cisneros, en la Fábrica de Arte Cubano (FAC: proyecto que dirige el músico X Alfonso aprovechando el espacio de una enorme nave en lo que fuera la emblemática fábrica de aceite El Cocinero, en la esquina de 13 y 26, El Vedado).
Osiris Cisneros (1985) es un pintor y fotógrafo que ha participado en varias exposiciones colectivas y que ahora nos muestra su segunda muestra personal, que se aviene a la perfección con el enorme espacio de la FAC, pues consiste en una decena de fotos (impresiones digitales sobre lona) en formato de un metro por metro y medio.
Ese tamaño resulta muy apropiado también por la naturaleza digamos que dramatúrgica -y dramática- de las fotos, que además están en general saturadas de muchos elementos que conforman el uso de la ficción, en cuyo centro conceptual se halla el desnudo.
Si acaso existe alguna influencia, o al menos cierta relación, con la obra del extraordinario fotógrafo Helmut Newton, no es tanto por el uso del desnudo y de la escenografía minuciosa como por la atmósfera de las escenas mismas.
Por otra parte, encontramos que las escenas, en general, más que representar una situación, sugieren historias complejas: como proyecciones fantásticas de un escondido relato absolutamente realista, incluso ordinario. Más aun: el artista puede tener una historia particular para respaldar una imagen y el espectador tener otra por completo diferente.
En algunas piezas sucede también que se reúnen dos momentos de un solo acto, un ahora y un después: en la pieza 100% poliester, aparecen en primer plano las piernas de una mujer ante una lavadora y, en segundo plano, las mismas piernas sobresalen de la lavadora, que está devorando a la mujer; en la pieza A veces hay que dar un salto, vemos en primer plano las piernas de una mujer que se asoma al balcón, y luego, en segundo plano, allá abajo en la calle, en un ángulo de caída irreal, el cuerpo remoto de la mujer tirado en el piso.
En las palabras del catálogo que introducen la exposición se nos advierte de la irreverencia de Osiris Cisneros, de su desconfianza en las instituciones y los establishments, de “su alejamiento de las estéticas y discursos más visibles de la fotografía cubana de los últimos años” y de la desmedida ironía de su postura. Sin duda alguna, la ironía y la irreverencia están en la raíz misma del impulso creador de este artista, e incluso en su mirada, aguda y vertiginosa, sobre la mujer como símbolo misterioso que se mueve en esos sueños helados donde el glamour, el absurdo y la incoherencia intentan ilustrar la incomunicación que se impone.
Por eso, quizás, en el catálogo se citan unas palabras del artista italiano Maurizio Cattelan: “Para ser vencido, el poder debe ser abordado, recuperado y reproducido hasta el infinito”. Por supuesto, ocurre también que abordar, recuperar y reproducir hasta el infinito ese poder que desdibuja, manipula y pervierte a la mujer, puede también reproducir hasta el infinito esa deshumanización de lo femenino.
O sea, la desmedida ironía y la irreverencia de Osiris Cisneros tienen por delante un territorio también infinito: el interminable patriarcado crepuscular. Y tienen, sobre todo, un buen dominio de los recursos de la fotografía, que gracias a vocaciones y talentos como los suyos se impuso desde hace más de un siglo como el octavo arte.