LA HABANA, Cuba.- Cuando empecé a leer la información de Orlando y Pablo González aparecida en CubaNet acerca del primer encuentro de la comunidad androide de Cuba, me quedé estupefacto. Lo primero que pensé, por culpa de la ciencia-ficción y los animados manga, fue que se trataba de una reunión de robots con apariencia humanoide, probablemente al servicio del Departamento Seguridad del Estado. Pero no, afortunadamente, que solo eso nos faltaba. Se trataba del evento que se efectuó el pasado 27 de agosto en los estudios del artista de la plástica Alexis Leyva Machado (Kcho), en la barriada de Romerillo, del municipio capitalino Playa, con el fin de presentar aplicaciones desarrolladas en Cuba y educar en el uso de los dispositivos móviles con sistema operativo Android.
Durante el encuentro, disertaron Jorge Noris Martínez, el creador del blog TuAndroid, y Philip Ortel, un ingeniero de Google Play que vino desde Silicon Valley para la ocasión y dijo estar asombrado ante la inventiva de los cubanos para buscar soluciones a pesar del bajo índice de conectividad a Internet. Y habló Kcho, el anfitrión, que como de costumbre no desperdició la oportunidad de hacer de eco de la posición del régimen, al culpar a los Estados Unidos del atraso tecnológico de los cubanos en cuanto a Internet.
No es de extrañar tal postura. Kcho, que es un incondicional servidor del régimen castrista, repite la salmodia oficial sobre la “ley asesina” y culpa a la Ley de Ajuste Cubano por los miles de compatriotas que han muerto en el Estrecho de la Florida al naufragar las balsas y los botes, como los que él pinta y esculpe y con los que se ha hecho rico y famoso, en las que tratan de escapar de los rigores del purgatorio castrista.
Kcho, que cuenta con el apoyo de Google en su estudio, calificó las aplicaciones desarrolladas en Cuba para teléfonos inteligentes como “una forma inteligente de luchar contra el bloqueo”.
Habría modos más precisos de definir esas aplicaciones, que son producto de la escasez y las prohibiciones, sin negar la inteligencia e inventiva de sus creadores, que pudiera ser comparada con la de los mecánicos que mantienen en marcha, gracias a los injertos, carros norteamericanos con más de 60 años de uso, y los cocineros que aprendieron con Nitza Villapol y su ayudante Margot a hacer el picadillo de gofio o el arroz con pollo sin pollo, y a veces hasta sin arroz, con fideos bien triturados en su lugar.
Kcho se muestra satisfecho de hacer lo que puede para compensar el escasísimo acceso a Internet y el analfabetismo tecnológico de la mayoría de los cubanos. En su estudio, que cuenta con el apoyo de Google, hay Wi-fi gratuita, solo que tiene poco ancho de banda, menos que en las áreas habilitadas en La Rampa, en parques y otros lugares públicos, lo cual ya es muy poco. Para colmo, en el estudio de Kcho, tienen prioridad los miembros del MININT, la UNEAC y otras instituciones oficiales.
No obstante las numerosas quejas, muchos resuelven a costa de la ciber-generosidad de Kcho. Por ejemplo, al finalizar la reunión de la llamada “comunidad androide”, muchos asistentes, de forma gratuita, con empleados de los talleres Ultracell, pudieron reparar y actualizar la versión de sus móviles (de la 2 a la 4). A eso precisamente fue al evento una buena parte de los asistentes, porque salvo para los chicos de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), muchos de ellos musulungos de la tropa de choque en el ciberespacio, y algunos abelarditos, nativos digitales “mechados” por cuenta propia, la educación tecnológica que allí se impartió resultó excesivamente compleja e impracticable.
Hay que reconocer que Kcho tiene su veta de benefactor que lo ha llevado a hacer algunas buenas acciones. Llegó primero que la ayuda oficial, al frente de una brigada de artistas, a su natal Isla de la Juventud para llevar entretenimiento a los damnificados de los huracanes del año 2008. Durante una Bienal, como parte de su instalación “Vive y deja vivir”, amontonó en la calle miles de ladrillos en forma de botes, que duraron allí lo que un merengue en la puerta de una escuela porque la gente se los llevó en sacos, jabas y carretillas para con ellos levantar paredes divisorias y baños en los derruidos solares de la Habana Vieja.
Pero somos muchos —entre ellos sus colegas del arte— los que no le perdonamos a Kcho su abyección. Kcho es tracatán del régimen donde los haya. Aunque no lo acompañe mucho la inteligencia ni su voz gutural, emula, a brazo partido y derroche de baba, con Frank Fernández, Vicente Feliú, Amaury Pérez, Miguel Barnet y Luis Morlote, entre otros destacados adulones de la cultura oficial. Kcho no pierde oportunidad de guataquearle a los jefazos. Solo había que ver cómo se le caía la baba cada vez que tenía enfrente al Comandante en Jefe. Tan emocionado se ponía que a falta de palabras para ensalzarlo, poco faltaba para que se arrastrara a sus pies…
No sé otros, pero por mí, malagradecido como soy, y más cuando se trata de remedios y consuelos para bobos, que le hagan buen provecho a Kcho su asociación con Google, su Wi-fi gratuita, la comunidad androide y sus apps inventadas. Prefiero seguir esperando el día —que sé que vendrá— en que Internet sea sin restricciones ni censura y para todos los cubanos.
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