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Fin de año en Cuba: otro diciembre del 91

LA HABANA, Cuba. ─ Hace 30 años, a finales de diciembre de 1991, se sucedían con pasmosa rapidez los acontecimientos que condujeron al derrumbe de lo que iba quedando de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Primero fueron las repúblicas, que una a una se fueron desgajando y proclamando la independencia, rompiendo los barrotes de aquella inmensa cárcel de naciones que fue la URSS.

El 25 de diciembre de 1991, poco más de dos semanas después de la creación de la Comunidad de Estados Independientes, Mijail Gorbachov renunció a la presidencia de un país que se disolvía.

Seis días después, el 31 de diciembre, la Unión Soviética dejó oficialmente de existir, convirtiéndose en la Federación Rusa.

Los castristas, que hablaban pestes y horrores de Gorbachov y se habían ilusionado con la intentona golpista del verano anterior, se sentían abatidos, cual cachorros huérfanos en medio de una tempestad.

A fines de 1989, para que no siguiéramos enterándonos de las verdades sobre la Unión Soviética y haciéndonos ilusiones con la Perestroika, habían prohibido Sputnik y Novedades de Moscú.

Fidel Castro, a pesar de que intuía la catástrofe que le venía encima a su régimen, lo puso todo peor al negarse a la posibilidad de reformas y llevar a Cuba a contramarcha de la Perestroika con su llamada Rectificación de Errores y Tendencias Negativas, que reemplazó el sistema de cálculo económico por la inflexible centralización económica del estalinismo.

Durante dos años, luego de la caída del Muro de Berlín, nos habían informado lo menos posible sobre lo que sucedía en Europa Oriental, donde los gobiernos satélites del Kremlin caían con estrépito uno tras otro, como fichas del dominó.

En diciembre de 1990, exagerando las bajas civiles en El Chorrillo durante la intervención militar  norteamericana a Panamá para capturar al narcodictador Manuel Noriega, intentaron que no prestáramos mucha atención al suceso que más espanto les había ocasionado: el derrocamiento y ajusticiamiento del tirano Nicolae Ceausescu.

Los medios al servicio del partido único pintaban un cuadro desolador de la situación en los expaíses socialistas europeos, como advirtiéndonos de todo lo malo que nos esperaba si sucumbía “la revolución” y se reinstauraba el capitalismo en Cuba.

Muchos esperábamos que 1991 sería el último año del régimen castrista. Su desplome, en vista de lo ocurrido en los países de Europa Oriental, era lo que la lógica indicaba que debía suceder en la Isla.

Recuerdo que aquel fin de año de 1991 fue rara la fiesta en que no se escuchara, junto a las bachatas de Juan Luis Guerra, los boleros remozados de Luis Miguel, el Everybody dance now, que nos retorcía y hacía sudar, y el Ya viene llegando de Willy Chirino.

Pero no ocurrió la caída del régimen y Fidel Castro se las arregló para mantenerse aferrado al poder. Tozudo, el Máximo Líder proclamó “Socialismo o muerte”. Y poco faltó para que muriéramos de hambre, porque con el fin de los subsidios soviéticos sobrevino la pesadilla que los mandamases, siempre dados a los eufemismos, bautizaron como el “Periodo Especial en tiempo de paz”.

Los fines de año del Periodo Especial fueron tristes, deprimentes. Pero uno hoy los añora ante la proximidad del que nos espera en solo unos días.

¿Qué hay para celebrar? ¿La escasez? ¿Las rebatiñas para comprar comida? ¿La estratosférica subida de precios provocada por el fracaso de la “Tarea Ordenamiento”? ¿El temor de que la COVID-19 se vuelva a ir de control? ¿Las leyes que cada vez nos atenazan más? ¿Las cárceles con cientos de jóvenes y adolescentes encarcelados por reclamar una vida mejor?

Pese al impostado triunfalismo de los mandamases, que parecen vivir en un mundo paralelo, todo indica que vamos para peor. Si algún compatriota recuerda un diciembre peor que este, más triste y angustioso, por favor,  que me avise.

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