PUERTO PADRE, Cuba.- Obnubilados, en ocasiones los seres humanos vemos ante nosotros escollos, al parecer infranqueables, cuando en realidad si observamos detenidamente esos obstáculos, nos percatamos que esas barreras con todo y sus riesgos tienen facilidades de paso, claro está, pagando un precio, como en cualquier otra vía sujeta a peaje. Sólo que en estos casos el costo no se contabiliza en dólares, euros, pesos o ninguna otra moneda, sino con determinación, persistencia (que es la cualidad de los que triunfan), inteligencia y, en suma, valor humano, que es coraje, pero también es significación que, en este caso, es el peso, la importancia que demos a la moral cívica.
Y este quizás sea el caso de los cubanos frente a la eufemísticamente llamada “dictadura del proletariado”, que no es sino una prosaica dictadura de clan, como cualquier otra, pero vestida con ropaje de “justicia social”, aunque ya hecho ripios, en la que sólo miramos una valla alta, sin apreciar que, al costado, está el modo de bajarla. Pero como estamos haciendo una analogía con un paso sujeto a peaje, necesario es observar derechos constitucionales quebrantados, de nulidad absoluta, de restitución plena, por sus antecedentes históricos, por sus precedentes de facto, contraviniendo lo jurídico y lo moral, que surten efecto de abre caminos. Pero antes de emprender esos senderos, debemos explorar cómo conseguir los pasos en nuestro Rubicón, que, sí, tiene vados, aunque se difuminan en nuestras miserias, muchas impuestas por la dictadura, pero otras que son nuestras propias miserias.
En ese camino, y antes que desde cualquier otra atalaya, debemos mirar que la nación cubana cumplió 71 años de inconstitucionalidad, hecho a observar desde el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, cuando fue quebrantada la Constitución de 1940 y promulgados por Fulgencio Batista los llamados Estatutos Constitucionales del 4 de abril de 1952. Volvería a contravenirse la Carta Magna de 1940 cuando Fidel Castro, quien dijo luchar por restaurarla, en su lugar promulgó la llamada Ley Fundamental, del 7 de febrero de 1959, vigente hasta el 24 de febrero de 1976, cuando fue promulgada la llamada “Constitución Socialista”, que fue una genuflexión del derecho constitucional cubano, de raíces democráticas, nacido con la Constitución de Guáimaro el 10 de abril de 1869, y tal fue la reverencia castrista a las constituciones de la extinta URSS y de sus regímenes satélites comunistas, que llegó a concordar su articulado con el texto soviético de 1977, con el de la constitución de 1974 de la llamada República Democrática Alemana y de 1971 de la denominada República Popular de Bulgaria.
Apuntado el vicio de hacer concordar, entiéndase convenir, acomodar, la ley primera de la nación cubana en 1976 a las constituciones de un bloque de países extranjeros, no podemos olvidar que, mucho antes de ocurrir esa falta, que jamás se podrá convalidar, tanto los Estatutos de 1952 de Fulgencio Batista, como la Ley Fundamental de 1959 del llamado “gobierno revolucionario”, por el que Fidel Castro se hizo primer ministro, con poderes superiores a los del presidente, sí, tanto Batista como Castro, suprimieron el inciso a del artículo 285 de la Constitución de 1940 que expresa: “La Constitución sólo podrá reformarse por iniciativa del pueblo, mediante presentación al Congreso de la correspondiente proposición, suscrita, ante los organismos electorales, por no menos de cien mil electores que sepan leer y escribir y de acuerdo con lo que la ley establezca. Hecho lo anterior, el Congreso se reunirá en un solo cuerpo y dentro de los treinta días subsiguientes votará sin discusión la ley procedente para convocar a elecciones de delegados o a un referendo”.
Como experiencia a tener en cuenta en un futuro cercano, cabe preguntar: ¿Cómo tanto Fulgencio Batista en 1952 como Fidel Castro en 1959, pudieron suprimir la soberanía del pueblo cubano como poder constituyente, siendo uno anticomunista y el otro un marxista estalinista?
La transición del comunismo a la democracia en Cuba es un hecho natural, consumado, que no está a la vista, pero está en movimiento del mismo modo que las aguas subterráneas, pero llegada la eclosión del cambio, aun en sus vestigios más tempraneros, los cubanos nunca debíamos olvidar que, aunque Fulgencio Batista y Fidel Castro tenían diferentes caracteres de personalidad, de modos de actuar y de ideas, ambos, políticamente, fueron líderes utilitarios, entiéndase, aprovechados, que se beneficiaron de personas, intereses, ideas y circunstancias, para luego apartarlos de su camino, así, Batista sacó partido de los comunistas, del mismo modo que Fidel Castro hasta consolidarse en el poder, utilizó a los demócratas. El arribista es un mal endémico en política, sin credos, aunque los aparenta, y, el precedente Batista-Castro, en la consecución de una nación verdaderamente democrática, los cubanos nunca lo debemos olvidar.
Aunque los acontecimientos truncaron el proyecto, cinco días antes de producirse las manifestaciones del 11J, el 6 de julio de 2021, publicamos en este sitio el embrión de lo que sería esta serie, el artículo, El Rubicón de la nación cubana, en el que expresamos: “Sin debate nacional plural, sin discusión democrática, sin discernimiento, sin auténtica intención según la doctrina de los actos voluntarios, esto es, con libertad aparente, porque, si al ciudadano por un lado le señalan la urna y por otro el camino del calabozo, es una herejía hablar de consentimiento lícito”.
Al respecto, el pasado octubre en el artículo Cuba: cuando comprar una calabaza se vuelve un lujo, dijimos: “Y en ese estado de necesidad nacional, en su doble jefatura, del PCC y del Estado, como responsable directo de la crisis económica, sociopolítica y de inseguridad pública que vive Cuba, Miguel Díaz-Canel debe responder desde el punto de vista político, convocando a elecciones generales, retrotrayendo a la Constitución de 1940 lo que a ello la Constitución de 2019 se oponga, y en especial y concerniente a los partidos políticos, retrotraer al artículo 5 de la vigente Constitución al artículo 102 de la Carta Magna de 1940”.
Pero como no ha habido ni habrá tal respuesta política ni del PCC ni del Estado, en el próximo artículo vamos a explorar los puentes de la contestación cívica, único modo de los cubanos cruzar su Rubicón.
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