SANTIAGO, Cuba. – Aunque este domingo la cifra de contagiados por COVID-19 ascendió a 35 personas en la Isla, la población sigue en las calles, aglomerada en colas, muchas veces sin (poder) cumplir ninguna de las medidas sanitarias pertinentes.
Es obvio que resulta imposible para un cubano de a pie quedarse en casa, si esto supone dejar de alimentar a su familia. Mucha gente cree que es mejor arriesgarse a contraer el virus, que poner la mesa vacía.
La lucha por comprar algunos productos alimenticios o de aseo, como pollo, jabón, detergente o papel sanitario, se ha llevado a cabo en estos días con mayor intensidad que la acostumbrada. Ahora, ante el llamado necesario de quedarse en casa para no resultar contagiados, las personas quieren “acaparar” todo cuanto puedan.
Este nuevo coronavirus afecta a 330 000 personas en 178 países. En muchas de estas naciones los gobiernos han emitido medidas de aislamiento social como cuarentenas y toques de queda para tratar de frenar la propagación de la enfermedad COVID-19.
Sin embargo, en Cuba las personas continúan acudiendo a lugares públicos, como tiendas, farmacias o puntos de transportación de pasajeros. Solo el pasado viernes el Gobierno cubano prohibió las aglomeraciones en Campismos Populares, bares, cabarets, discotecas y parques temáticos.
Asimismo, hasta ahora continúan abiertos los centros de trabajo y de estudio, a pesar de las críticas y demandas de padres y ciudadanos para que sean cerrados de inmediato. En los últimos días varios usuarios anunciaron que a partir del lunes 23 de marzo dejarían de enviar a sus hijos a clases por temor a que se contagien con el nuevo coronavirus.
Al respecto, la activista de derechos humanos Lariuska Molina Enamorado posteó ayer domingo en su página de Facebook: “De la única forma que mis hijos asistirán mañana a la escuela es que me detengan en una celda y se los lleven”.
La razón que ha dado el régimen para no cerrar las escuelas es que ―hasta el momento― no hay transmisión comunitaria de COVID-19 en Cuba. Solo se han contagiado, dice el Gobierno, las personas que han tenido contacto directo con extranjeros infectados con el nuevo coronavirus.
No obstante, las autoridades han cerrado temporalmente algunos centros escolares para extranjeros como es el caso de la Escuela Internacional de La Habana, adonde asisten los hijos de diplomáticos y de otros funcionarios extranjeros en Cuba.
Desafortunadamente, la poca información que brindan los medios oficiales al pueblo sobre la epidemia está causando que pocos cubanos comprendan la gravedad de la situación y que la mayoría continúe subestimando esta letal enfermedad que ha terminado con la vida de más de 15 000 personas alrededor del mundo.
Desde que el pasado 11 de marzo se dieran a conocer los primeros casos de coronavirus en la Isla, solo pocos espacios televisivos como la revista Buenos Días, el Noticiero de Televisión y la Mesa Redonda han abordado ―sin demasiados detalles― la realidad sobre la propagación del virus en la Isla. Pero no ofrecen a la población reportes amplios y continuos del panorama y, en cambio, el régimen asegura ―sin ser cierto― que dispone de todos los medios sanitarios para frenar la epidemia.
Este domingo La Habana envío 53 médicos y enfermeras a Italia para “colaborar” en la provincial de Lombardía, uno de los territorios más afectados, a pesar del inminente avance del virus en Cuba. Hasta este 22 de marzo, además de los 35 casos confirmados de COVID-19, en la Isla más de 900 personas se encontraban aisladas y 30 000 bajo vigilancia médica en sus domicilios.
Pero justo cuando los cubanos necesitan más asistencia médica, el Gobierno decide restar personal a los hospitales y enviarlo a otros países, inclusive del primer mundo.
Vale destacar que la cifra de enfermos en Cuba aumentó en diez solo en 24 horas, de sábado a domingo. Antes ya falleció un turista italiano y, hasta este domingo, se encontraban otros dos pacientes en estado crítico y uno en estado grave.
Ante esta realidad, muchos cubanos todavía creen que “el coronavirus no hará nada en Cuba”. Por tal motivo, salen a la calle desprotegidos sin medir las consecuencias. Si bien es cierto que muchos lo hacen para conseguir los productos de primera necesidad que el Estado vende a “cuentagotas”, otros salen en vano, poniendo en riesgo su salud y la de sus familias.
En Songo La Maya, Santiago de Cuba, el escenario es bastante preocupante. Desde hace dos semanas quedaron suspendidas las fiestas públicas, pero el Gobierno local ha continuado distribuyendo bebidas alcohólicas a granel y, por ende, las personas continúan reuniéndose en lugares públicos.
También los establecimientos estatales y particulares siguen prestando servicios. En un momento en el que las ciudades más importantes del mundo se encuentran desoladas, los espacios públicos de este poblado y de toda la provincia permanecen abarrotados de personas.
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