LA HABANA, Cuba. — Una carta abierta enviada al presidente del ICRT y que fue publicada en La Joven Cuba es el más reciente episodio de la larga lucha de Delia (Lela) Sánchez Echevarría por reivindicar la figura de su padre, Aureliano Sánchez Arango, quien fuera ministro de Educación durante el gobierno de Carlos Prío Socarrás (1948-1952).
La carta abierta de Lela Sánchez fue motivada por el tratamiento difamatorio dado a Aureliano Sánchez Arango en el NTV por la periodista Arlen García Rosales el pasado 16 de agosto, en un reportaje con motivo del aniversario número 71 de la muerte de Eduardo Chibás.
En dicho reportaje, la periodista se hizo eco del argumento repetido durante décadas por la historia oficial en contra de Sánchez Arango, dando por ciertas, sin tener pruebas y sin conceder derecho a réplica, las acusaciones de Chibás en contra suya.
Chibás aseguraba que el ministro Sánchez Arango había comprado tierras en Guatemala con los millones que se robó del dinero destinado al desayuno escolar. Pero nunca pudo probarlo. Jamás mostró las pruebas que decía poseer y que Sánchez Arango le conminaba a presentar.
La disputa entre Chibás y Sánchez Arango, haciéndose recriminaciones mutuas, duró tres meses, de junio a agosto de 1951. Como Chibás no acababa de mostrar los documentos probatorios contra el ministro que decía guardar en una maleta, era objeto de escepticismo y burlas. Hasta los muy populares actores cómicos Garrido y Piñeiro hacían chistes acerca de “la maletona” de Chibás.
Probablemente esas burlas por las pruebas que no acababa de mostrar influyeron para que en la noche del 5 de agosto de 1951, en su programa radial “Al aire”, en un ataque de histeria, Chibás extrajera un revólver y se disparara en el abdomen. Siete décadas después todavía siguen sin esclarecerse las circunstancias en torno a aquel dramático suceso, conocido como “el último aldabonazo de Chibás”.
Unos dicen que las pruebas contra Alemán las robaron del maletín de Chibás individuos al servicio de Sánchez Arango, pero lo más probable es que no existieran.
Hay quienes afirman que Chibás no quiso realmente quitarse la vida, sino impresionar. La herida, que fue cerca de la ingle, no necesariamente tenía que ser mortal. Si falleció fue por una infección y otras complicaciones que se le presentaron. Y hay quienes afirman que el responsable de las complicaciones que causaron la muerte de Chibás el 16 de agosto, luego de once días de ingreso en el Centro Médico Quirúrgico de La Habana, fue el doctor Gustavo Aldereguía. Según estas versiones, sus jefes del Partido Socialista Popular (PSP), aún con esperanzas de volver a ser del gobierno aliándose con Fulgencio Batista y que no tragaban a Chibás por su anticomunismo, le habían ordenado al médico que impidiera que el líder ortodoxo saliera vivo del hospital. Querían evitar los comunistas que Chibás triunfara en las elecciones de 1952, como parecía que ocurriría.
La carta de Lela Sánchez no es la primera que hace para reivindicar el honor de su padre. Ha escrito varias reclamaciones a muchas instancias oficiales y hasta un libro. Nunca han tenido respuesta. Pero ahora, que existen las redes sociales y los medios alternativos y los cubanos se atreven a cuestionar las versiones del oficialismo, la voz de esta mujer que reclama sea dicha la verdad se está haciendo sentir. Y es muy bueno que suceda. Ya es hora de que los cubanos entendamos que la historia de la República no fue como le ha interesado y convenido contarla al castrismo: en blanco y negro, al estilo de San Nicolás del Peladero.
Han querido hacer ver los escribidores de la historiografía oficial que todos los políticos de “la república mediatizada” (como gustan llamarla), excepto Antonio Guiteras y Eduardo Chibás, fueron corruptos, demagogos, sumisos al gobierno norteamericano, antidemocráticos, antipopulares, y que Fidel Castro, con su revolución, nos libró de sus crímenes y latrocinios.
No asombra la parcialidad oficialista cuando hace el recuento de la querella entre Eduardo Chibás y Aureliano Sánchez Arango, a quien siempre denigran. Para los rencorosos castristas pesa más el hecho de que Sánchez Arango fuera escogido para formar parte de un gobierno en el exilio si hubiera triunfado en 1961 la invasión de la Brigada 2506 que el activo papel que jugó, al frente de la organización Triple A, en la lucha contra la dictadura de Batista.
Eduardo Chibás, en cuyo partido Fidel Castro inició sus andanzas políticas, ha sido idealizado por la historiografía castrista. Va siendo hora, por el bien de la la verdad, de que salgamos también de ese mito y podamos tener una visión más objetiva sobre su figura.
Chibás, cuando estudiaba en la universidad, se enfrentó a la dictadura de Machado. Fiel seguidor del doctor Ramón Grau San Martín, fue de los primeros en afiliarse, en 1934, a su Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). Pero en 1947 creó el Partido Ortodoxo, un desprendimiento del autenticismo que, con el lema “vergüenza contra dinero” y una escoba como símbolo, prometía acabar con la corrupción administrativa y adecentar la política cubana.
En las elecciones de 1948, Chibás fue derrotado por el candidato del oficialismo, Carlos Prío, quien era amigo y compañero de lucha suyo desde los tiempos de la lucha contra Machado.
El tenaz y carismático Chibás, que era un consumado orador y polemista, no se dio por vencido. Como con Prío se agudizaron los males del gobierno de Grau, no tardaron en nutrise las filas ortodoxas. Tanta simpatía generaron Chibás y su partido que, a pesar de su muerte, en las elecciones que debieron celebrarse en abril de 1952, el candidato con más posibilidades era el ortodoxo Roberto Agramonte. Pero aquellas elecciones no llegaron a efectuarse porque un mes antes, el 10 de marzo de 1952, Batista, cuya candidatura no tenía posibilidades de triunfar, dio un golpe de Estado y derrocó al presidente Prío.
Eduardo Chibás era un político nacionalista, tan cercano a la social-democracia y el corporativismo como Grau. Pero padecía de un enfermizo mesianismo que lo llevaba a asegurar que Cuba tenía reservado en la historia “un grandioso destino, pero debe realizarlo”.
Chibás hizo mucho daño a la institucionalidad democrática por el modo irresponsable e incendiario con que lanzaba acusaciones a diestra y siniestra contra los gobiernos de Grau y Prío, que fueron, pese a todos sus defectos, los más democráticos que tuvo la República.
Lo más probable es que Chibás, de haber llegado a la presidencia, resultara otro gobernante populista, demagogo y politiquero de los que tanto abundan en Latinoamérica. Difícilmente hubiera podido erradicar la corrupción y el pandillerismo, porque estaba tan comprometido como Grau y Prío con sus antiguos compañeros revolucionarios de las facciones en pugna devenidos en pistoleros.
Pero como quiera que resultara un gobierno de Chibás, o de Roberto Agramonte, su sustituto, no hubiera podido revertir el curso de la constitucionalidad y la democracia y se hubiera evitado todo lo que vino después de 1952: la dictadura de Batista, la insurgencia fidelista y la instauración de un régimen totalitario que ya dura 63 años y tiene a Cuba sumida en la peor crisis de su historia.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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