LA HABANA, Cuba. — “Claro que tiene que venir un huracán, y dos y tres, porque esto no tiene nombre”, se queja una mujer todavía joven mientras arroja medio cubo de agua en el portal y se echa la otra mitad encima.
En los bajos del edificio contiguo hay una pequeña cola para comprar picadillo. La gente comenta que el próximo fin de semana un huracán afectará las Antillas Menores. Una vez en las aguas del mar Caribe, podría ganar en organización y dirigirse, con esa fuerza más, hacia Cuba.
Por esto días el calor en la Isla ha sido tremendo. Los medios oficiales hablan del aumento de las temperaturas, pero nadie se ha referido al fenómeno climático que está provocando que 33 grados se sientan en la piel como si fueran cuarenta.
En las redes sociales circulan consejos sobre las precauciones a tomar durante una ola de calor. Se recomienda especial cuidado con los ancianos, los niños y las mascotas. Hay que beber mucha agua, reponer electrolitos y evitar permanecer a la intemperie durante las horas en que el sol castiga con más fuerza.
“¿Y cómo se come eso, si aquí una está obligada a salir todos los días a ver qué encuentra?”, pregunta una señora de tez muy blanca en mangas de camisa, con pamela, gafas y el rostro cubierto de protector solar. La reverberación que subía del asfalto triplicaba la sensación de estarse cocinando a fuego lento. Varias personas se alejan de la cola, desfallecidas, buscando un pedazo de muro o de césped a la sombra para sentarse.
Algunas opinan que este calor, en el mes de junio, no es normal. Si bien durante los últimos años se ha roto varias veces el récord de altas temperaturas en Oriente y La Habana, otro factor influye en las inhumanas condiciones meteorológicas que por estos días azotan a la Isla.
La BBC publicó el pasado 15 de junio que un fenómeno climático extremo, llamado “domo de calor”, estaría castigando el área de Centroamérica y el Caribe. Aunque muchos cubanos estamos familiarizados con el término “ola de calor”, y sabemos reconocer sus síntomas y su impacto sin que el gobierno emita alerta alguna, el domo de calor es mucho más severo; por ende, su potencial mortífero es también superior.
Según la información publicada, el domo de calor se produce cuando el aire caliente, consecuencia de las altas presiones atmosféricas, es empujado hacia abajo y queda atrapado en un solo lugar, provocando que se disparen las temperaturas. En Cuba, donde los niveles de humedad relativa suelen ser elevados, un domo de calor equivale a estar dentro de una olla durante el proceso de cocción.
Esa masa de aire caliente que se arraiga obstinadamente en un lugar, es lo que tiene a los cubanos agotados, con la sensación de estarse asfixiando, sudando más de lo normal, sufriendo mareos, náuseas y calambres en las extremidades. La deshidratación es un problema real en estos momentos, pues los insulares, acostumbrados a las altas temperaturas y a que la prensa oficial esté más preocupada por potenciales incendios en Texas y Louisiana que por lo que aquí sucede, no tienen idea de lo peligroso que resulta este fenómeno atmosférico.
Las autoridades de Puerto Rico emitieron una alerta de calor excesivo para que la población tome medidas y cuide su salud. En al menos siete estados mexicanos se han activado protocolos para proteger principalmente a los estudiantes de nivel básico ante récords de temperatura que alcanzan los 45 grados centígrados.
En ambos países el gobierno ha proveído recursos para paliar la situación. Tal vez sea ese el motivo por el cual el régimen cubano no ha emitido ninguna alerta, pues hacerlo lo obligaría a tomar medidas para proteger a la población, y en la Isla de los hoteles no hay fondos para asegurar siquiera puntos de distribución de agua potable para que los transeúntes y los animales callejeros puedan refrescarse.
El cubano que salga de su casa sin el pomito de agua se expone a sufrir un severo golpe de calor lo mismo caminando que intentando parar un taxi, apiñado con decenas de paisanos en el transporte público, o sentado tranquilamente en un parque. Algo tan normal en el resto del mundo como comprar una botella de agua resulta imposible para muchos cubanos, especialmente los jubilados, que figuran entre los grupos vulnerables al incremento de las temperaturas.
La botella de agua más pequeña y “barata” se vende en las mipymes a ochenta pesos. Si al transeúnte lo agarra la sed cerca de un bar o cafetería, el precio de esa misma botella no baja de 130 pesos y puede llegar a los 200 en un país donde el salario mínimo es de 2.100 pesos y la pensión mínima de 1.528 pesos.
Entre los consejos útiles para reponer los electrolitos perdidos por causa de la transpiración excesiva está tomar agua con unas gotitas de limón, lo cual también es un problema porque un solo limón, sin zumo, puede costar cincuenta pesos en cualquier agro Lo más elemental para hacer frente al calor no es accesible en Cuba; ni siquiera la sombra, porque la tala indiscriminada de árboles ha convertido media ciudad en un erial ardiente.
Así las cosas, seguirán llegando los viejos al Cuerpo de Guardia de los hospitales pidiendo ayuda porque creen que se están infartando, cuando en realidad están deshidratados. No basta con el calvario cotidiano: colas, apagones, mosquitos. También el clima parece ensañarse con esta isla mientras los cubanos, atentos a esa masa de aire caliente formada en el Atlántico, saben que lo peor está aún por llegar.