LA HABANA, Cuba.- Esta mañana, mientras caminaba con mi perro, hice un estrago enorme a la poesía. Trastorné uno de los versos más icónicos de la lírica del siglo veinte. Fue el poeta T. S. Eliot el agredido. Resulta que cambié ese mes que el poeta definiera como el más cruel; resulta que en el lugar de abril puse a diciembre. “Diciembre es el mes más cruel”, así dije con un tono de voz algo subido, algo burlón, mientras paseaba con mi perro.
“Diciembre es el mes más cruel”, aseguré después que descubrí a la mujer que caminaba delante de nosotros calzando unas ballerinas de color rojo; unas ballerinas que sin dudas apretaban, y mucho, el pie de la mujer. La evidencia de tal incomodidad fue el renqueo que ella se empeñó en disimular, y también los dos trozos de esparadrapo que ajustara a sus talones, justo en ese punto en el que rozaba el borde superior, trasero, del zapato. “Diciembre es el mes más cruel” en Cuba, advertí con un tono de voz que en su tronar obligó a la mujer a voltear la cabeza para descubrir la identidad del chillador; entonces no me quedó otro remedio que dedicarle una sonrisa breve, y quizá algo nerviosa. Ella me devolvió una mueca, una de esas que con desprecio o lástima se dedican a los “chiflados”.
“Diciembre es el mes más cruel”, chillé sin ningún recato al descubrir el agobio de la infeliz que caminaba delante de nosotros. Ella no se enteró de que fueron su andar y los zapatos que calzaba quienes gestaron mi “parodia” a Elliot. Sin dudas desandar cualquier camino con zapatos apretados es “una cosa tremendamente seria”, y muy agobiante. Caminar con zapatos apretados puede resultar el peor de los sacrificios, una penitencia, un castigo grande y, más que grande, desmedido. “¡Pobre mujer!”, me dije compasivo y seguí el paseo con mi perro, quien no resultó ser, al menos esta vez, un buen interlocutor.
Caminar con zapatos apretados debe resultar enormemente triste, doloroso, agónico, tanto como el peor vasallaje. Así pensaba entonces, mientras hacía el camino detrás de la mujer de angustiados pies, y también ahora, mientras escribo estas líneas. Caminar con zapatos apretados es un castigo sin par…; y pensando en tal “apretazón” recordé al diciembre tan culpable, al diciembre cruel de los cubanos. Diciembre puede ser el más culpable de los meses, nuestro mes de “zapatos apretados”, el mes que podría enlutar, incluso, a la poesía. Pensando en diciembre volví sobre nuestras angustias más pesadas, sobre las congojas más apretadas.
Diciembre es el mes más cruel, diciembre fue el mes de la “ofensiva final”, que así lo recoge la historia que los comunistas escriben. Diciembre es el mes del Granma, ese yate que trajo a un puñadito de rebeldes que nos han hecho desandar un camino de penurias y zapatos apretados por más de sesenta años, un camino hecho a caprichos, a apurados trancos por una vereda espinosa y con zapatos tan opresores que hacen sangrar los pies, la vida, la memoria. Eso a lo que llaman revolución en Cuba llegó en el mes último del año 1956 en un barquito salido desde Tuxpan, desde el México cercano.
Y luego vendrían unas batallitas que hoy se reseñan como grandes epopeyas; simples escaramuzas que desde entonces son denotadas con comunista rimbombancia, como si en realidad se tratara de las Termopilas o de la Batalla de Lepanto. La “Cuba rebelde” habla de esas reyertas con el mismo entusiasmo con el que la historia indaga en Arbelas y Constantinopla. Nos hacen creer que en aquellos años los rebeldes revivieron Waterloo o Leipzig, que la “batalla” de Santa Clara fue tan extraordinaria como Maratón, y que Guisa, El Jigue, Pino del Agua y Charco Mono, son hoy tan importantes para la historia del mundo como Alesia y Trafalgar.
Así, con esos delirios, con el Granma, con la Sierra Maestra y el Moncada, se fueron gestando nuestros zapatos apretados, y las curitas en los pies. Así llegó el racionamiento y las tantísimas limitaciones que en esta Cuba han sido. Cuba, esa que nos llegó con el Granma en diciembre, nos “aguó la fiesta”. Nuestro peor calzado comenzó a bajar de la Sierra en aquel diciembre, y se hizo crónico en enero, se volvió insoportable y mortal para muchos. Con el Granma y el diciembre rebelde, con el “triunfo” de enero, nos llegó, mil setecientos años después, nuestra “Batalla de Bagdad”, esa que nos trajo “mamelucos” y zapatos apretados.
Sin dudas diciembre es nuestro mes más cruel. Diciembre fue el preámbulo de aquel enero en Cuba con el que aparecieron angustias y represiones, nuestros “zapatos apretados”, nuestros racionamientos y el exilio enorme, infinito, ese que no acaba nunca y que desangra al país. Abril, el que Eliot supuso el más cruel de entre todos, puede servir a la poesía y a la vida, pero no diciembre, y mucho menos enero. Diciembre y enero son la anti poesía para los cubanos. Abril es la primavera, pero diciembre, y también enero, son la anti poesía, los meses más crueles para nosotros. Diciembre es tan cruel que me hizo revivir, en los zapatos apretados de aquella mujer, la historia triste que comenzó en aquel enero de 1959. Diciembre es el preámbulo de la crueldad, diciembre nos lleva al enero que hizo de Cuba una “tierra baldía”.
Esa mujer que miré esta mañana mientras hacía un camino largo y muy pesado, desandaba con dolor, con la certeza de que ese camino era infructuoso, que era estéril y que no lleva a parte alguna, que solo conduce a la apatía, a la indigente pereza que hace soportar el camino doloroso y los lentos trancos que llevan al final, que siempre es la desidia, los zapatos apretados, la curita que disminuye el dolor solo por un rato, pero jamás lo hace desaparecer. Así andamos los cubanos, con zapatos apretados que hacen encoger los dedos y que provocan llagas en los pies, que avivan el dolor y la certeza de que no hay otro remedio en Cuba más allá de esa efímera curita que no hace desaparecer la llaga, que alivia solo por un rato, que la “alegría” no se consigue con el “pio”.
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