LA HABANA, Cuba. — Al fin acabó la puesta en escena. Miguel Díaz-Canel fue re-designado entre loas a su gestión y clamores de continuidad. A pesar de que la jugada estaba cantada, algunos cubanos eligieron sufrir delante del televisor para comprobar, una vez más, cuán asquerosamente corrupta y corta de luces es la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP).
Por extraño que parezca, muchos compatriotas tienen estómago para asistir a su propio descuartizamiento, porque otra cosa no le espera a este país, obligado a soportar cinco años más de tánganas espontáneas y hashtags ajenos a la realidad. Si Fidel Castro fue el cáncer primario, Díaz-Canel ha sido una metástasis progresiva que todavía no alcanza la fase terminal.
Todos los cubanos medianamente atentos e informados saben que se cometió un fraude gravísimo en las votaciones del 26 de marzo; pero este pueblo parece no tener corazón para defender en la calle lo que dejó claro en las urnas. Mientras nosotros maldecimos y nos lamentamos, la continuidad avanza por su senda de muerte.
Solamente en Cuba puede ser ratificado como presidente un sujeto que, durante su primer mandato, envió a la muerte a decenas de miles de cubanos bajo el azote del COVID-19; que ha dado el golpe de gracia a la industria azucarera; que aprobó la implementación de un Ordenamiento Monetario que ha hundido a millones de cubanos en la pobreza y la desesperación; que, lejos de lograr la unificación monetaria, ha impulsado la dolarización parcial de la economía y devaluado el peso cubano a niveles nunca antes vistos; que lleva tres años invirtiendo más en el sector turístico que en salud pública y seguridad social, acentuando un declive sin precedentes en la calidad de vida de la población.
Solo en Cuba es posible que mueran diez recién nacidos y más de trece pacientes psiquiátricos por negligencia, desnutrición y pésima higiene en los hospitales, sin que nadie vaya a la cárcel, ni el ministro de Salud Pública sea inmediatamente destituido y sometido a una rigurosa investigación. Por el contrario, en Cuba esos crímenes se premian con la permanencia en el cargo, de ahí que José Ángel Portal Miranda —premier del sistema sanitario— haya sido revalidado también por el Parlamento.
Solamente el pueblo cubano se queda tan pasivo ante la ratificación de una mafia que pretende que criemos a nuestros hijos con moringa, algarrobo y algas de mar, mientras los capos se sientan a una mesa abundante para felicitarse por tanto daño y tanta impunidad. Una mafia que se ha desentendido de la producción de alimentos y medicinas porque la emigración cubana se ha hecho cargo del problema, sea en plan de negocios, por amor filial o solidaridad. El que dependa de las farmacias estatales porque no tiene dinero ni familia en el exterior, que se muera. Así de simple.
Díaz-Canel ha sido el artífice de la “situación coyuntural”, un eufemismo para justificar los apagones, la escasez, el incremento de la pobreza extrema, la dolarización, la implosión del sistema de salud, el paro productivo nacional y la represión. Cuba lleva cuatro años trabada en la coyuntura y los diputados reeligen, por unanimidad, a un gobernante cuyos únicos méritos son la “fe inquebrantable en la victoria” y el concepto de “resistencia creativa”.
Otro lustro escuchando sandeces del mismo tipo que convocó a una guerra civil el 11 de julio de 2021, en respuesta al justo malestar de una población atenazada entre la pandemia y las alacenas vacías; que ha llenado las cárceles de presos políticos y provocado el éxodo más numeroso en la historia de la nación. El que afirma que las críticas a su gestión le resbalan, como si fuera un bodeguero discutiendo con sus socios en cualquier esquina. Esa es su ética y su credo, como lo son para su mujer el mal gusto y la chusmería.
Menuda gentuza la que seguirá representando a este país. Y si funestos son ellos, peor es lo que podría venir detrás, la camada de sociópatas al estilo de Sandro Castro, un personaje capaz de aprovechar el incendio de la base de Supertanqueros en Matanzas para darle propaganda a las Mipymes y hacerse una selfie en el lugar del siniestro, con unas bolsitas de pan y unos blísteres de agua mineral, diciendo que los emprendedores estaban “ayudando”; mientras los bomberos se jugaban la vida en medio de aquel infierno.
Esa es la marejada que se nos viene encima, aunque Cuba no pueda aguantar otros cinco años en esta agonía política, económica y social. Basta mirar el estado del país, de su población, para entender que lo que se aproxima no es más que la continuidad del aniquilamiento masivo. Muchos cubanos están muriendo y tantos más lo harán sin poder llegar al hospital por falta de ambulancias. Seguirán desplomándose en las calles por causa del estrés, el hambre y padecimientos agravados debido a la escasez de medicinas.
Díaz-Canel lo sabe y duerme tranquilo, porque este pueblo manso se lo permite. Ese sujeto, que se sabe despreciado por la inmensa mayoría de los cubanos, está listo para repartirnos una segunda y prolongada ronda de suplicios que nos obligará a presenciar cómo la indigencia termina de engullir al país.
Liberté, égalité, paripé, bromeaba el artista Garrincha Toonz en una de sus estupendas caricaturas del día de ayer. Y fue tal cual en la Asamblea Nacional.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.