LA HABANA, Cuba.- Es posible que algunos de los historiadores cubanos, sumisos a la dictadura castrista, aún no se pongan de acuerdo en decir por qué los Estados Unidos decidieron romper con Fidel Castro aquel 3 de enero de 1961.
Uno de ellos, Elier Ramírez Cañedo, por ejemplo, alega que el presidente norteamericano había preferido irse a jugar golf que recibir al guerrillero, de visita en Washington el 15 de abril de 1959.
A la luz del tiempo, me pregunto qué interés podría tener el presidente Dwight Eisenhower, un viejo general de cinco estrellas y gran estratega de la Segunda Guerra Mundial, en conocer a un abogadillo sin ninguna trayectoria profesional, practicante además de la violencia como método político, quien incluso no venía a Washington invitado por la Casa Blanca.
Richard Nixon fue quien se ocupó de atenderlo. Luego escribió en un informe que “de ninguna manera Estados Unidos podía confiar en ese personaje cubano”.
Los analistas políticos norteamericanos habían leído ya La Historia me absolverá, conocían de las escaramuzas de la guerra y el hecho de que Fidel Castro siempre quedara en la retaguardia para proteger su vida, lo mismo que ocurrió durante el ataque sorpresivo al Cuartel Moncada en 1953.
¿No había visto ya esa famosa foto donde Celia Sánchez le coloca a Fidel una “curita” en un dedo, única lesión que sufrió en sus tres años y medio de guerra?
Conocía Estados Unidos de los juicios rápidos y sumarísimos a casi cien militares y policías, fusilados por Raúl Castro los primeros días de enero de 1959, echados en una fosa común en Santiago de Cuba, cuando Fidel no había abandonado aún esa ciudad.
Conocía que el 4 de enero de ese año ocurrían discrepancias muy graves entre Fidel y los estudiantes de la Universidad de La Habana, donde estos se concentraron armados al mando de Faure Chomón.
Sabía que la Constitución de 1940, una de las más progresistas de América Latina, había sido abrogada el 7 de febrero de 1959, sólo para imponer la pena de muerte y que Fidel estaba posponiendo las elecciones generales, aludiendo pretextos en dos ocasiones.
A su llegada a los Estados Unidos el 15 de abril de 1959, ante la Sociedad de Editores de Periódicos, Fidel declaró que engañó en la Sierra Maestra a H. Matthews sobre el número de guerrilleros que componían su tropa, enviaba por esos días una invasión a Panamá, otra a Santo Domingo el día 13 de junio y una tercera a Haití, el 14 de agosto, con el fin de implantar el comunismo. Además, había expropiado el 24 de agosto de 1960 todas las empresas norteamericanas, sin compensación alguna, las mismas que contribuyeron al desarrollo del país durante más de medio siglo.
Meses antes del 3 de enero de 1961, cuando Estados Unidos rompió relaciones con el gobierno castrista, la CIA informaba a Washington que Fidel Castro era comunista. El Comandante en Jefe se había quitado la máscara de libertador demócrata y asumía plenamente el mismo papel de Hitler, Stalin, Mussolini y Mao, el que le venía como anillo al dedo según sus propósitos, personalidad y carácter.