LA HABANA, Cuba.- El supremacismo machista, esa prioridad brutal de los derechos masculinos sobre los femeninos, está profundamente enraizado en la sociedad cubana, tal como ejemplifica una historieta aparecida en Pionero, la “revista del adolescente cubano”, donde una jovencita llega a donde está otra y se queja de los “pesados de la esquina, unos enfermos mentales, unos pervertidos…”
La otra se vuelve a ella y replica: “Tú me disculpas, mi hermanita, pero tienes un porcentaje de responsabilidad esta vez”. La recién llegada se extraña: “Yo no veo ninguna culpa”, y se voltea, mostrando un short muy corto que deja ver el principio de sus glúteos. La historieta, firmada por Saroal, se llama “Adolescentes.cu”.
Uno primero se queda pensando que hay quizás una ironía, pero por fin tiene que admitir que no existe ningún intento de crítica a la joven que le atribuye “un porcentaje de responsabilidad” a la que se queja de “los pesados de la esquina, unos enfermos mentales, unos pervertidos”. Y tengamos en cuenta que, según sus propios realizadores, el plato fuerte de Pionero es la historieta.
Un comunicador televisivo, hace poco, hablando de las mujeres, se enredó al referirse a la preocupación por la apariencia y dijo que “ya sabemos que las mujeres son las que más se preocupan por lucir bien”, olvidando él cuánto se preocupan por su apariencia los jóvenes varones actuales, sin hacer caso de anticuados reproches.
La visión degradante de la mujer es lo más natural. Hay hombres a los que les cuesta trabajo elogiar a una mujer si no pueden calificarla de “bella dama”. Se hace habitual, y hasta “gracioso”, que el piropo devenga vulgar acoso callejero, del que, claro está, se culpa a la mujer cuando viste de manera “provocativa”. Hay jueces que han considerado que una violación pudo haber sido “provocada” así por la víctima.
“Los violadores existían antes que las minifaldas”, se lee en el letrero de una manifestación de mujeres ante un juzgado español. Y es que el abuso machista llega a justificarse de las maneras más absurdas, como si el macho debiera dejar en cierto momento de discriminar entre bien y mal, y permitirse actuar descontroladamente, siguiendo solo sus instintos.
En 2018, una expresión cobró gran relevancia en los medios de comunicación: masculinidad tóxica. El popular diccionario Oxford estuvo a punto de declararla “palabra del año”. La virilidad como patente de corso, la preponderancia del macho alfa en la manada social, la burla de la “hombría de segunda clase”, el machismo que nos envenena.
En 2016, el Centro de Estudios de la Mujer y la Oficina Nacional de Estadísticas e Información realizaron una encuesta sobre igualdad de género en Cuba, cuyos resultados deben divulgarse este año. Según el estudio, un 27,9 por ciento de las cubanas declara haber recibido algún tipo de maltrato físico, psicológico, sexual o económico en los 12 meses previos a la entrevista.
El sondeo se efectuó en una muestra representativa de casi 20 mil mujeres y hombres de 15 a 74 años, repartidos en disímiles territorios del país, y resulta alarmante que un 77,6 por ciento de los hombres y un 80,1 por ciento de las mujeres considerasen que la violencia hacia ellas se justificaba, entre otras supuestas razones, por infidelidad o por incumplimiento de las tareas del hogar.
Para colmo, un 39,6 por ciento de ellas y un 43 por ciento de ellos entiende que la violencia contra la mujer dentro de la pareja es algo en lo que ni otras personas ni las instituciones se deben entrometer. Y llaman la atención algunos mitos que persisten: el 67 por ciento considera culpable de la violencia el consumo de alcohol por parte del hombre y el 60,6 afirmó que la mujer soporta malos tratos porque los disfruta y no por miedo.
La Asamblea Nacional del Poder Popular, debatiendo sobre el nuevo proyecto de Constitución, se refirió explícitamente a la no discriminación por razones de género y sexo, y a la responsabilidad del Estado en la facilitación de condiciones para esa igualdad, aunque varios diputados comentaron que el Estado no tiene la capacidad para garantizar el respeto a la igualdad en todos los planos de la existencia y el entramado social, pues muchos de los prejuicios existentes están arraigados en la conciencia de las personas, donde es imposible imponer una regla.
Lo cierto es que en los últimos 60 años se han agudizado de algún modo las desigualdades que había en la sociedad antes de 1959. Sabemos, por ejemplo, que la representatividad femenina, como la racial, en los órganos de gobierno es del todo manipulada. Sin embargo, en la mayoría de los países del hemisferio podemos ver un número creciente de mujeres ascendiendo a las más altas instancias del poder por méritos propios.
Mientras tanto, en la vida cotidiana, el machismo tóxico sigue arruinando la vida de muchas mujeres y envileciendo a tantísimos hombres. Saroal González Peñalver, el dibujante de la historieta asegura que “oferta a los adolescentes cubanos sus trabajos de todo corazón y con mucho respeto”. No hay duda de que así lo cree.
Los extremistas que defienden el uso del burka en las mujeres musulmanas creen de corazón que, al mostrar el rostro, ellas incitan sexualmente a extraños. En una época y en ciertos países, enseñar los tobillos era un acto provocadoramente erógeno. La historieta recuerda un poco aquel “Tápate eso, cochina” que le dice Fronesis a Lucía en el décimo capítulo de la novela Paradiso, de Lezama Lima.
Y, claro, la mujer que se muestra con libertad se está “ofreciendo”. Y lo terrible es que un 40 por ciento de las entrevistadas, en la encuesta a la que me referí, piensa que ellas están solo para complacer siempre sexualmente al hombre.