LA HABANA, Cuba. – “Topar” la cerveza, los refrescos y el agua mineral no garantiza que -con el aumento de salario- la gente en Cuba pueda disfrutar de una vida digna. Muchos se preguntan, ¿cuántos aumentos tendrá que percibir un trabajador de la salud o un maestro para poder comprar algunos productos en las tiendas cubanas?
El incremento salarial que, según Díaz-Canel, beneficiará a “un millón 470 mil 736 trabajadores de los organismos de la Administración Central del Estado, los órganos locales del Poder Popular, las organizaciones y asociaciones” y que tiene un costo estimado anual de “7 mil 50 millones de pesos” no tendrá en cuenta la necesidad de aseo, de vestir, de vivir dignamente de esos cubanos porque las tiendas donde se pueden adquirir estos productos siguen con los mismos precios.
Las medidas de “topar” y modificar los precios solo han sido tomadas contra el sector privado, pero, ¿y Carlos III, La Copa y Palmares, para cuándo? ¿Hasta cuándo el gobierno va a marcar la diferencia entre los que pueden o no comprar en tiendas como estas?
El análisis de precios puede ir de lo básico, como la higiene que forma parte de la idiosincrasia y del bienestar de los cubanos hasta llegar a lo complejo como son los equipos electrodomésticos y el confort de aquellas a quienes el mismo gobierno les exige fidelidad.
En la línea Sedal, de producción nacional en Suchel Camacho, el champú cuesta 3,35 CUC (83,75 Pesos cubanos/CUP); el acondicionador 3,00 CUC (75 CUP) y la mascarilla 3,90 CUC (97,50). Todos productos de aseo personal a los que las mujeres cubanas deben recurrir con cierta sistematicidad.
¿Parecen baratos, verdad? Pues para muchas puede ser un “dolor de cabeza” descubrir que ya no les queda casi champú en el baño. “Es que siempre hay otras necesidades y como no hay que comprar champú todos los días, cuando me doy cuenta, tengo que correr porque con estos calores quién soporta una cabeza sucia”, confiesa una señora en la cola de uno de los departamentos de Carlos III, donde espera comprar un pomo de Sedal.
“Yo me puedo echar cualquier cosa -eso incluye un chorrito de vinagre para suavizar después de haberse lavado con jabón de lavar- pero mi nieta, que está en la edad de presumir, no. Ella tiene 12 y le queremos dejar el pelo largo para los 15”, agrega.
Otro de los rituales de los cubanos y que no está contemplado entre la necesidad de tener un salario justo es el de andar perfumado. La gente sueña con Chanel o con un Paloma Picasso y compra colonias y copias de perfumes, porque quien no se perfuma es un “cochino”. En ese sentido, algunas aromas nacionales pudieran ser más asequibles y no lo son. ¿Cuántos cubanos pueden comprarse un Alicia Alonso que cueste 13,45 CUC (335 CUP) o el Intense, de la misma marca, a 20.75 CUC, sin que eso implique un sacrificio?
Los costos de intentar llevar una vida confortable también definen el crecimiento demográfico.
“¿Quieren que las mujeres en Cuba tengamos hijos pero has visto los precios de los pampers? ¿Quién mantiene eso?”, dice Xiomara, vecina de Santo Suárez. Ella recuerda lo fácil que era todo antes, cuando los “culeros” eran de tela antiséptica. También recuerda que ser madre era “más difícil” y todo lo que había que lavar y hervir, algo a lo que ahora no está dispuesta a someterse.
Un paquete de “culeros” de 34 piezas cuesta 8,30 CUC (207,50 CUP) en la tienda La Copa, en Playa. Lo mismo sucede con los precios de los coches para bebés, que cuestan, para jimaguas, 139,45 CUC (3486 CUP) y en la tienda de 5ta y 42, los sencillos, 76,95 CUC (1923,75 CUC). Mientras, una palangana para bañar bebés puede costar 18,30 CUC (457.50 CUP) o los juguetes solo se compran en divisas.
Y habrá quien se diga: “nada de esto es imprescindible”, pero cada vez hay menos madres que se conforman con reutilizar para sus bebés algunos objetos o no sueñan con darles lo mejor, lo que ellas no tuvieron. La tendera de Carlos III que vende en el departamento de niños no sabe cuál es la preocupación por los precios porque “la gente compra los compra de todas maneras”. Eso forma parte de la filosofía que ha enseñado la revolución cubana con tanto populismo: “el que no pueda, que se joda”.
La misma vecina de Santo Suárez se pregunta quién puede comprar o qué niños pueden desayunar los cereales con complementos vitamínicos que venden si uno de ellos cuesta 4.20 CUC o más y las papillas para lactantes, NAM, cuestan 5 centavos menos o 103,75 CUP cada uno.
En el otro extremo de las necesidades están los equipos electrodomésticos. ¿Cuántos aumentos salariales tendrá que percibir una maestra de Cuba para poder comprarse (y no que le compren o regalen) un refrigerador, una lavadora, un televisor? ¿Cuánto tendrá que reunir para tener una “casa linda” como suelen decir las cubanas?
En Carlos III una batidora cuesta 56 CUC (1400 CUP); una cocina pequeña de dos hornillas y un horno, 162,80 CUC (4070 CUP); un colchón marca Confort, 814 CUC (20350 CUC) y un adorno puede llegar a costar 220,80 CUC. En La Copa una lavadora cuesta 569,95 CUC (14248 CUP) y un refrigerador marca LG, 979,95 CUC, aunque pueden encontrarse más económico, lo que nunca costarán menos de 200 CUC.
Entonces, ¿ponerles un tope a los precios de la cerveza, el refresco, los jugos, o el agua mineral al sector privado es una solución cuando para muchos comprarse una cerveza, un jugo o una malta es un “lujazo”, y comprar agua, botar dinero? ¿Vigilar a los precios de la carne puerco mientras no se puede comprar un chorizo entero en una tienda de divisas es la solución?
“Se la pasan tupiéndonos. Nosotros somos el enemigo”, dice un botero de la línea Playa-Habana -se refiere al sector privado. “Nadie en Cuba se cuestiona el precio del aceite o por qué en una cafetería del Estado hay veinte camareros que te atienden mal o no pueden limpiar las mesas y en una paladar con menos gente te atienden de maravilla; nadie se pregunta por qué la gente prefiere comprarle un pantalón a los que lo traen de Ecuador en vez de comprarlo en la tienda”.
El botero señala que en las tiendas venden más caro, no dan ninguna facilidad, no se puede regatear y, a veces, se venden productos viejos, medio rotos o vencidos. “Uno termina fajado sin ninguna posibilidad de ganar”, concluye.
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