LA HABANA, Cuba. — En una admirable crónica publicada en el diario digital 14ymedio, la colega Yoani Sánchez especula sobre una posibilidad: que muchos de los seres queridos de los compatriotas que con valor salieron a protestar en las calles de Cuba este 11 de julio, años atrás, hayan puesto en duda los atropellos denunciados por compatriotas contestatarios de más larga data, como la misma bloguera.
La tesis es planteada con brillantez, pero no creo que ella pueda ser aplicada con justicia a la generalidad —o siquiera a la mayoría— de los participantes en la Gran Protesta Nacional Anticomunista. Dadas las características de esa histórica epopeya, es probable que los manifestantes sin antecedentes contestatarios se hayan decidido a “salir del closet” tras un largo proceso de desencanto e irritación con el régimen.
Es de esperar que esto último incluya las denuncias de los actos ilícitos y otras arbitrariedades perpetrados durante decenios contra quienes llevamos muchos lustros expresando a cara descubierta nuestra inconformidad con el inoperante sistema socialista. Aunque fuera a cuentagotas, esas informaciones llegaban a buena parte de los ciudadanos a través de las emisoras radiales radicadas en el extranjero y por otras vías.
En cualquier caso, es un hecho cierto que las víctimas de la actual oleada de represión, fuerza y terror, así como sus parientes y parejas, están sufriendo en carne propia la “medicina” que los comunistas suelen administrar a los “desviados”. Esto incluye gran número de arrestados de modo arbitrario, entre ellos ciudadanos que, al ignorarse su paradero, son reportados con lógica irrefutable como desaparecidos.
En un reciente programa televisivo, el inefable Humberto López, con el auxilio de un encumbrado burócrata de la Fiscalía y un oficial del Ministerio del Interior cargado de estrellas, intentaba demostrar el carácter supuestamente mendaz de todas esas denuncias. “¡En Cuba no hay desaparecidos ni torturados!”, afirmaban. “¡En nuestro país se cumple estrictamente la Ley!”.
Lo más simpático de todo es que todavía no se han percatado de un punto vital: todas esas palabras caen en saco roto. A pesar del supuesto profesionalismo de los burócratas del Departamento Ideológico del Comité Central, los castristas no se han dado cuenta de una cosa: la generalidad de nuestros compatriotas presta oídos sordos a todas esas falsas protestas de legalidad y estricto respeto a los ciudadanos.
Todo ese bla-bla-blá caerá en el vacío, como mismo sucede con las denuncias de los hipotéticos ataques perpetrados por los manifestantes… ¡contra hospitales infantiles! O como que esos valientes patriotas salieron a las calles respondiendo a una consigna concebida y lanzada desde Estados Unidos, y a cambio de un generoso pago en dólares.
Desde luego que los cotorrones del régimen no han hecho el menor intento por demostrar las afirmaciones que hacen. Ni una sola prueba de los supuestos pagos (¡y tendrían que ser miles, si no decenas de miles!). Ni un intento de explicar lo incomprensible:
Si todo surgió de una orden impartida desde un centro extranjero, ¿por qué el alzamiento no fue simultáneo, sino escalonado! (¡Claro, porque nuevas localidades se iban sumando en la misma medida en que sus habitantes, a través de las redes sociales, se enteraban de las protestas escenificadas en otros sitios!).
En cualquier caso, la represión desatada por Díaz-Canel y su grupito más cercano de miembros del exclusivo Buró Político ha sido brutal, feroz. Y tanto, que hasta un personaje como el cantautor Silvio Rodríguez (excelente músico y pésimo político), que en días pasados ponía en duda la represión policial alegando que los videos que la muestran habían sido editados, ahora se ha comprometido a “abogar por la liberación de todos los presos que participaron en las protestas”, así lo plantea 14ymedio.
Nuestra solidaridad con todos los reprimidos, nuestro respaldo a ellos, deben ser plenos e incondicionales. Pero yo quisiera dedicar una mención especial a los compatriotas que desde antes del 11 de julio habían participado ya en las actividades de oposición al régimen castrista. A algunos de menor antigüedad (¡pues su juventud no les permitía otra cosa!), como los artistas Maykel Osorbo, coautor del tema “Patria y vida”, y Luis Manuel Otero Alcántara, a quienes no tengo el gusto de conocer en persona.
Y muy especialmente para dos hermanos de lucha de los que me honro al considerarlos mis amigos, y que llevan decenios en sus actividades de oposición al régimen. Me refiero a dos miembros del icónico Grupo de los 75: el santiaguero José Daniel Ferrer García, fundador y líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), y el matancero Félix Navarro Rodríguez, quien encabeza el Partido por la Democracia “Pedro Luis Boitel”.
Ellos han sufrido —¡desde el ya lejano 2003!— larguísimos años de prisión. Pudieron haber hecho uso de su derecho a emigrar del país (como lo hizo la mayoría de sus hermanos de causa), pero optaron por continuar luchando contra el comunismo en el terreno más difícil: aquí mismo dentro de Cuba.
Ahora, ¡una vez más!, el régimen castrista opta por encerrarlos entre rejas. Por ello los coloco en un lugar especial al formular mi reclamo, y gritar: “¡Libertad para José Daniel Ferrer, Félix Navarro y los restantes presos políticos cubanos!”.
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