LA HABANA, Cuba. — Creadas el pasado 26 de julio e integradas por universitarios, las Brigadas Juveniles de Trabajo Social (BJTS) entraron en funciones el pasado 5 de agosto. Su misión es atenuar la pobreza en barrios marginales que, según las siempre poco confiables cifras oficiales, en este caso de la UJC, son 302 en todo el país. Sin embargo, todos sabemos que son más, unos cuantos más.
La intención de las BJTS es loable, pero no funcionará. Pasará algo similar a lo que pasó con los trabajadores sociales que Fidel Castro quiso utilizar durante la Batalla de Ideas al modo de los guardias rojos maoístas para evitar el robo de combustible y que terminaron corrompiéndose y haciendo negocios, no solo con la gasolina, sino también con los cacharros de cocina y los refrigeradores chinos de la pomposamente llamada Revolución Energética.
Como dicen que además de hacer trabajo ideológico en las barriadas pobres los brigadistas se ocuparán de “atender” a los jóvenes que no trabajan y mantienen “conductas antisociales”, es de suponer que cooperen entusiastamente con los jefes de sectores de la policía y los viejitos chivatones de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y las Brigadas de Respuesta Rápida.
Las BJTS son otra de las curitas para el descontento que están aplicando los mandamases —a partes iguales con las represalias y las intimidaciones— luego del susto que pasaron con las protestas de los días 11 y 12 de julio. Solo así, luego de oír sus gritos y de ver su indignación desbordada, fue que se acordaron los gordinflones del PCC de los millares de personas que malviven en las villas miseria del socialismo castrista.
No son casuales las recientes visitas de dirigentes del gobierno y el Partido Comunista a La Güinera, barrio de Arroyo Naranjo donde las protestas fueron tan fuertes que hubo un muerto baleado por los represores (el único oficialmente admitido hasta el momento). Allí poco faltó para que los manifestantes, en respuesta, incendiaran la odiada unidad policial del Capri.
En La Güinera los dirigentes revisaron las reparaciones de calles, de algunas fachadas y acometidas de agua y salideros. Simularon preocupación y cordialidad; dieron muela y, antes de largarse en sus carros, prometieron cosas que, como es costumbre, difícilmente cumplirán, porque “todos sabemos, compañeros, el brutal bloqueo yanqui, que nos impide…” bla bla bla.
Esas reparaciones de baches en las calles, casi siempre chapuceras, las tres libras de arroz y el poquito más de comida donada por otros países que se distribuirán vía Libreta de Abastecimiento es lo más que recibiremos para atenuar el descontento, hasta el próximo estallido social, que, al paso que vamos, y con la inaudita torpeza con la que los mandamases están manejando la crisis, no debe demorar mucho
¿Acaso creerán allá por las altas esferas que todo este caos que amenaza con alcanzar proporciones apocalípticas se va a resolver con medallas olímpicas, caravanas, cancioncitas y consignas ridículas, mentiras en el NTV y reuniones del presidente Díaz-Canel con los musulungos y apapipios mejor amaestrados?
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