LA HABANA, Cuba. – En realidad no es nada nuevo que la propaganda oficialista cubana la emprenda contra los elementos moderados que aspiran a un corrimiento de la Isla hacia el centro del espectro político. Sin embargo, resulta significativo que semejante empeño ―tres extensos artículos― haya ocupado casi la mitad de las reducidas páginas del periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, tal como sucedió en la edición de ese diario correspondiente al 31 de diciembre.
Yusuam Palacios Ortega, uno de los dirigentes juveniles que agrada a las autoridades al enarbolar solo la visión de Martí que complace al régimen, en el artículo “La Revolución de Martí en la hora de los hornos”, se torna más radical que el propio Fidel Castro en su discurso “Palabras a los intelectuales”, de 1961.
No hay que olvidar que Castro había señalado que aquellos intelectuales “honestos”, que no fueran decididamente revolucionarios, pero que tampoco militaran en la contrarrevolución, tendrían cabida en su concepción revolucionaria. Ahora, en cambio, Palacios Ortega apunta que “el intelectual o es revolucionario o no lo es; su creación puede estar o no al servicio de la Revolución, del pueblo, de la cultura que, en los canales de la cotidianidad, se va sembrando”. Es decir, que para él ya no hay espacios para un intelectual que no clasifique como revolucionario.
El segundo artículo en cuestión, “Crear cultura para el socialismo”, asocia a los moderados con el reclamo del multipartidismo, que constituye una petición en boca de todos los que desean la democracia para la Isla. La articulista escribe que “el pluripartidismo no garantiza que los intereses de las mayorías estén representados en el ejercicio del poder, es más, no garantiza diversidad efectiva en el espectro político”.
Es sorprendente que estos periodistas pagados por el Gobierno cubano olviden la real diversidad política que el pluripartidismo permitió en Cuba cuando se elaboró la Constitución de 1940. Entonces, los constituyentes comunistas que se hallaban en la oposición (Juan Marinello, Blas Roca, Jesús Menéndez, Salvador García Agüero y otros) pudieron aportar con libertad sus consideraciones a aquel texto fundamental de la República. Claro, los comunistas son camaleones que defienden el pluripartidismo cuando son oposición, pero lo rechazan si alcanzan el poder.
El último de los artículos, “Moderados y revolucionarios”, deviene un ataque directo a quienes apuestan por una Cuba futura que se aleje del radicalismo político. Su autor expresa que “fueron los moderados los que se levantaron por voluntad propia de la mesa de la Revolución, en sus primeros años, en cuanto se hizo evidente que el único camino de verdadera emancipación pasaba por el antiimperialismo raigal”.
Tal afirmación clasifica como una falsificación de la historia. Porque el alejamiento de los moderados no fue motivado por la línea antiimperialista ―así es como el oficialismo nombra a su enfrentamiento con el Gobierno de Estados Unidos― que seguía el castrismo, sino por el acercamiento a la doctrina comunista que ya se apreciaba a mediados del propio año 1959.
Las rupturas, entre otras, de Manuel Urrutía, Hubert Matos, Felipe Pazos y Rufo López Fresquet con el castrismo se debieron, en lo fundamental, a la influencia que los elementos comunistas, con el visto bueno del máximo líder, iban adquiriendo en la estructura del poder.
No hay dudas de que esta ofensiva mediática con que el castrismo termina el 2020 e inicia el 2021 es un indicio de la rigidez ideológica que seguirá presente en el panorama cubano, y que seguramente presidirá el ambiente del próximo VIII Congreso del Partido Comunista.
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