LA HABANA, Cuba.- Una interesante producción basada en la obra Richard III, de William Shakespeare (1564-1616), se presenta por estos días en la sala “Tito Junco” del teatro Bertolt Brecht. Con la colaboración del grupo de teatro Aire Frío y la dirección de Jazz Martínez-Gamboa, la adaptación incorpora un elenco conformado solo por mujeres y se apoya en recursos audiovisuales novedosos, como el mapping y las proyecciones en 3D, para conferir a la puesta en escena un carácter contemporáneo.
Martínez-Gamboa, formado como director de teatro en la Academia de Música y Arte Dramático de Londres (LAMBDA, por sus siglas en inglés), tuvo una favorable temporada en 2017 con la obra “El oeste solitario”, versión del original homónimo del autor irlandés Martin McDonagh. Aquella experiencia fue muy aplaudida por el público, y le ganó suficiente credibilidad como para aventurarse sobre una pieza teatral de William Shakespeare, el autor anglosajón más representado a nivel global.
“Trabajar Shakespeare es muy complicado, pero muy interesante por su vigencia y por el humanismo universal que hay en sus obras; eso hace posible adaptarlo a cualquier contexto”, explicó a CubaNet el director.
Sobre esta premisa realizó una cuidadosa selección de actrices, algunas experimentadas, otras recién graduadas, para dar vida a los complejos personajes envueltos en una sangrienta intriga por el poder. Puede decirse, en sentido general, que en la noche del estreno las actuaciones fueron muy buenas, incluso las más breves y a pesar de que algunas actrices atropellaron fragmentos de los diálogos.
La obra de Shakespeare constituye un reto para directores y actores que lo trabajan con asiduidad; no es de extrañar que egresados de la escuela de arte, a quienes todavía queda un largo camino para alcanzar la madurez profesional, trastabillen, sientan nervios y teman no estar a la altura de dramas que rompen por completo la abusada costumbre -imperante en Cuba- de hacer teatro desde “la realidad cotidiana”.
Cuando el teatro no consigue dosificar la jerga y el cubaneo, ni obligar a los actores a medirse en otros registros del lenguaje, entorpece la concentración y la oralidad que exigen los guiones de mayor calado. Durante la premier casi todas equivocaron alguna palabra; pero se impuso el carácter y el respeto por el arte dramático y por una obra que, cuatrocientos años después de haber sido escrita, se mantiene vigente.
Hoy se sabe que Shakespeare exageró la maldad y las deformaciones físicas atribuidas a Richard III. Al monarca se debió, entre otras reformas, el primer sistema de justicia gratuito para los pobres, el recurso de libertad bajo fianza y el establecimiento del inglés como idioma oficial en los tribunales.
Investigaciones recientes han revelado que no era cojo ni tenía una mano tullida; solo padecía de escoliosis. Shakespeare hiperbolizó los defectos físicos hasta convertirlos en algo grotesco para enfatizar lo repulsivo del personaje; un rezago de la etapa medieval en que lo feo y deforme era entendido como diabólico o pecaminoso.
Pero la esencia del antihéroe shakespeariano, su vorágine de ambición nunca satisfecha, vive entre nosotros. El hombre contemporáneo, agobiado por la responsabilidad de elegir, se parece más a los atormentados personajes de Shakespeare que al reflejo devuelto por el espejo en que se mire.
De ahí el valor de interpretarlos sobre el escenario; de volverse hacia Hamlet, Otelo, Macbeth, Richard III… Son personajes para sondear la naturaleza humana y re-conocer el sentido de la tragedia, usurpado por tanta cotidianidad.
Jazz Martínez-Gamboa recupera a Shakespeare con el propósito de que el público conecte con la obra y el teatro cumpla su función de entretener, más allá de la burla y la risa. Decidió trabajar con un elenco totalmente femenino porque en su opinión Cuba tiene mejores actrices que actores, y porque en la época isabelina las mujeres tenían prohibido actuar. La primera Julieta, la primera Lady Macbeth, fueron interpretadas por hombres; pero al escenario del Bertolt Brecht hoy suben lores de largos cabellos, que agregan una discreta sensualidad a una obra cargada de violencia.
Los highlights recaen en la colosal actuación de Verónica Lynn, que apenas entró en escena, sin necesidad de hablar, impregnó la sala de una majestad sobrecogedora. Su voz quejumbrosa en medio de aquel silencio luctuoso, su impecable dicción, su dolor tan genuino… estuvo grandiosa. Admirables fueron también las actuaciones de Andrea Doimeadiós interpretando a la Reina Elizabeth; Maridelmis Marín en la piel de Richard III; Lili Santiesteban en el rol del Rey Edward IV y Marcela García como Richmond. Todas encontraron su lugar en el clásico de Shakespeare.
Richard III es otro estreno de Jazz Martínez-Gamboa que el público fiel al teatro agradece; no solo por el valor de la historia narrada, también por la capacidad de ajustarla a códigos visuales más cercanos al espectador actual.