LAS TUNAS, Cuba.- Puerto Padre, miércoles, 25 de julio de 2018. _ Un arma diseñada para la caza posee record de militares puestos fuera de combate con armamento no bélico. El suceso ocurrió en la madrugada del domingo 26 de julio de 1953, en Santiago de Cuba, durante el asalto al Cuartel Moncada.
Los militares muertos fueron 19, los heridos 25; en total 44 soldados impactados con perdigones en menos de un cuarto de hora, tiempo que duró la refriega; un promedio de algo así como de… tres hombres derribados por minuto.
El arma empleada a modo de lo que hoy conocemos como fusil de asalto fue la escopeta semiautomática de calibre 12 Browning Auto-5, de fabricación belga, conocida en su tiempo como “la jorobada” en alusión a su elevada caja de mecanismo y culata baja.
La jorobada, muy publicitada por los medios y el cine allá por los años 40 y 50 del pasado siglo, fue el arma favorita de Clyde Barrow (1909-1934), Robin Hood para unos, mero criminal para otros.
Dotada con cinco cartuchos amunicionados con nueve balines cada uno, con ella “puedes disparar en cuestión de segundos 45 proyectiles que son mortíferos”, diría Fidel Castro de la Browning calibre 12, asegurando a sus entrevistadores en diferentes ocasiones: “Un número importante de armas que participaron en las acciones del domingo (26 de julio) a las 5:15 de la mañana, fueron adquiridas la tarde del viernes 24”.
Siempre me pregunté: ¿Por qué los asaltantes esperaron hasta el último minuto para adquirir sus armas? Y no fueron unas pocas, sino unas 106 escopetas y rifles calibre 22 de las 160 armas empleadas en el asalto.
A diferencia de lo ocurrido con el castrismo desde 1959 y hasta hoy día, cuando si no se es partidario del gobierno es prohibida la posesión hasta de rifles de aire comprimido, según historiadores, en Cuba prosiguió siendo lícito comprar armas y municiones en las armerías particulares durante la dictadura del general Fulgencio Batista.
De esa legitimidad para que cualquier ciudadano cubano pudiese comprar armas de fuego antes de 1959 -de hecho mi padre las poseía con la debida licencia- mi interrogante: “¿Por qué los asaltantes esperaron hasta el último minuto para adquirir sus armas?”, que, a fin de cuentas, en su mayoría eran escopetas y rifles de caza de posesión lícita. La respuesta la conocí en 2011, cuando Fidel Castro publicó algo así como sus memorias y dijo:
“Creo que el plan y el programa mediante el cual adquirimos las armas en las armerías fue una de las cosas más perfectas que hicimos. Se concibió con meses de anticipación, cuando nos dimos cuenta de que no íbamos a reunir los fondos imprescindibles por mucho que nos esforzáramos.”
El “plan y el programa” concebido por Fidel Castro para hacerse de las armas con que asaltarían el cuartel Moncada, en el Código Penal cubano tenía en aquella época y tiene hoy día un nombre jurídico: estafa.
Y, el delito se configuró con premeditación prolongada, no era un inocente overdraft; my account is overdrawn, a decir de un angloparlante. No señor, nunca un armero escuchó decir a estas personas, “tengo la cuenta en descubierto”.
Haciéndose pasar por deportistas, gente seleccionada iba a las armerías, compraba flamantes rifles de calibre 22 y escopetas Browning calibre 12, pagando el 80% del precio en efectivo y el 20% restante mediante cheques honrados rigurosamente. Así ganaron la confianza de los armeros en La Habana y en Santiago de Cuba, adquiriendo de esa forma aproximadamente un tercio de las armas empleadas en el asalto.
Pero otro sería el procedimiento para hacerse de los otros dos tercios del armamento requerido. Ganada la confianza de los armeros haciendo compras de armas y municiones y cumpliendo debidamente con los pagos, justo pocas horas antes del asalto al cuartel Moncada, el viernes 24 de julio de 1953, los “deportistas” que se hacían pasar por ganaderos y hombres de negocio, se presentaron en las armerías invirtiendo las formas de pago:
“El último día, ese viernes, se pagó el 20% en efectivo y se entregó un cheque por el 80% del valor de las armas,” diría Fidel Castro.
Acerca de esos cheques sin fondos y de los armeros estafados el mismo Fidel Castro alegaría: “realmente la idea que teníamos era restituir aquel dinero el propio lunes (27 de julio), cuando tomáramos la fortaleza (el cuartel Moncada). En nuestra idea no estaba dejar sin pagar las armas; le exigiríamos un préstamo a los bancos (¿extorsión?) en Santiago de Cuba después que tomáramos la fortaleza, porque no queríamos engañar (a los armeros), es decir, no queríamos dañar a aquella gente”.
Difícil son de creer esas palabras del ya difunto Fidel Castro. En sus memorias no dice de resarcimiento a los armeros tras el triunfo del castrismo en enero de 1959. Sabemos, eso sí, de que todas las armerías fueron expropiadas y prohibido el comercio de armas deportivas en Cuba con su llegada al poder.
Ahora sabemos también que el primer asalto castrista no fue con armas de fuego al cuartel Moncada, donde “la jorobada” se hizo de un record agujereando tres hombres por minuto el 26 de julio de 1953.
Sabemos ahora del primer asalto castrista perpetrado nada menos que contra armeros, empleando un arma mucho más letal que las de fuego: los cheques sin fondos. Quizás el éxito del primer ataque, condujo al castrismo a la manía de no pagar.