LA HABANA, Cuba.- Saavedra siempre ha sido muy preguntón, pero lo de menos es que pregunte mucho. El problema son las preguntas que hace. No es la primera vez que alborota las jaurías de la política cultural y, si le colgaron el Premio Nacional de Artes Plásticas para que no preguntara más, tampoco eso resultó. En fin, sigue viviendo en Cuba y sigue haciendo sus irritantes cuestionamientos.
Hace años, en su pieza “La vitrina que pregunta”, ya había soltado varias de sus típicas interrogantes: ¿A falta de mercancías, propaganda? ¿Es la propaganda un tipo de mercancía? ¿Festejamos el día del trabajador sin mercancías porque la fiesta es mercancía? ¿Cada cual oferta lo que produce?
Ahora, en varios correos electrónicos que han comenzado a circular, las preguntas se agolpan unas contra otras y hay algunas que deben estar provocando picazón en más de un apparátchik. Por ejemplo: ¿Por qué ha cambiado tanto el cargo de Ministro de Cultura en los últimos cinco años? ¿Por qué no ha cambiado nada el cargo de Viceministro de Cultura en los últimos cinco años?
Imaginemos la incómoda expresión en el rostro de los comisarios, que se preguntan qué rayos hace aquí Saavedra si ya casi todos los artistas de su generación se largaron del país. Lo que se llama un molesto sobreviviente que lleva 30 años dando dolores de cabeza. “Conceptual y formalmente”, ha dicho él, “siempre me he debatido por encontrar la calle dentro del arte y el arte dentro de la calle”.
¿Cuántas propuestas (obras, exposiciones, realizadas o no) han sido censuradas este año?
El crítico Héctor Antón lo describe: “Lázaro Saavedra es un artista de la actitud y no de la conducta. Su conducta es demasiado libertina para garantizar una lealtad confiable o propaganda segura. En cambio, su actitud de roca al soportar el vaivén o la arremetida de las olas lo llevó en el 2006 a fundar Galería I-MEIL”.
Durante la “guerrita de los emails”, Saavedra lució algunas de sus mejores armas y, valiéndose del humor gráfico y de agudos textos, llegó a decir lo que muchos intelectuales no se atrevieron. Y ahora, en sus “Preguntas sobre el arte cubano”, algunas de ellas nos recuerdan aquellos chispazos. Como: ¿A cuántos artistas les fue retirado el carnet del Registro del Creador por haber participado en la 00 Bienal?
O: ¿Ya se habrá decidido quiénes serán los “inspectores” encargados de hacer cumplir el decreto 349? ¿Por fin ese decreto está dirigido al sector no estatal solamente? ¿Las instituciones estatales podrán entonces hacer de las suyas? ¿Es verdad que el catalizador para el decreto 349 fue la película de Yimit Ramírez?
Para Héctor Antón, “el gran recurso que sostiene la poética de lo popular en Saavedra es el humor”, no tanto por lo popular como por la forma en que el artista lo asume, que podría llevarlo a ser “el graffitero de la familia, porque sabe traducir los mensajes, los estados de opinión, las formas particulares de comunicación, la ingeniosidad y la gracia expresiva del cubano a pie”.
Cuando en 2015 el artista publicó un ácido texto en el que reducía el performance “El susurro de Tatlin” al solo propósito de Tania Bruguera de anotar un gol para su currículum, varios colegas estuvieron de acuerdo con él, pero otros lamentaron que dejara en un segundo plano la elemental cuestión de la libertad de expresión en el arte político. Él, un artista libertario.
¿Se le podría llamar manipulación al trabajo político-ideológico si su objetivo es modificar el pensamiento previo de una persona?
El escritor Enrique del Risco se extrañó con sus declaraciones, por ser Saavedra alguien que “en su condición de artista y educador ha ejercido un impresionante magisterio artístico y ético durante décadas”, y porque la libertad artística no es “ajena al destino de la libertad de una sociedad”.
¿Cuál será la proporción entre artistas informantes y artistas conflictivos?
Pero ahora vuelve el gran preguntón con un cuestionario que, entre chistes, sarcasmos y disparos, pone el dedo en varias de las más purulentas llagas de nuestra actualidad. Como: ¿Si las medidas necesarias para avanzar económicamente no se toman por razones políticas, y la mayoría de los delitos comunes son de base económica, son políticos nuestros reclusos?
Cuando inquiere si ¿a todas las personas les cae mal el Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba?, de inmediato duda: ¿Por qué nos da risa un chiste que nos tendría que dar vergüenza? Y se va más allá: ¿Si la Medicina es uno de los pilares de nuestro sistema, por qué hay más unidades militares que hospitales? Y: ¿Si no existen posturas diversas, medios independientes, publicaciones internacionales, podría ser el pueblo cubano mediáticamente el más manipulado del mundo?
Aunque las últimas preguntas las da Saavedra como apócrifas, si eso fuese cierto no cambiaría un ápice su naturaleza “saavedriana”: ¿Una elección presidencial con un solo candidato puede calificarse como una elección justa y democrática?
Imaginemos que esta interrogante reventase en medio de una Mesa Redonda de la televisión: ¿Es transparente una elección cuando el presidente saliente afirma públicamente que el resultado del proceso no ha sido improvisado, sino que es resultado de la preparación de muchos años y, para colmo, que no culminará hasta que el nuevo presidente sea Primer Secretario del Partido, y así sucesivamente?
Muchísima gente se hace las mismas preguntas y el mérito del artista es haber sabido imaginarlas o recogerlas: ¿Cuándo el gobierno usa el término “pueblo de Cuba” se refiere a todos los cubanos, o solo a los que decida el propio gobierno o a él mismo?
Al final, como una ráfaga, estallan las últimas cuatro inquisiciones: ¿Las personas que no comparten la manera de pensar oficialista dejan de pertenecer al pueblo de Cuba? ¿Dejan de ser cubanos? ¿Qué nacionalidad tendrían? ¿Por qué?
¿Podemos sospechar que habrá más preguntas? ¿No tenemos todos el derecho de preguntar? ¿No nacen más preguntas de cada pregunta?