LA HABANA, Cuba.- La temporada de El Lago de los Cisnes que por estos días transcurre en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”, parece confirmar los rumores de que el Ballet Nacional de Cuba está siendo sacudido por vientos de cambio. El reciente anuncio de que Viengsay Valdés es la nueva directora artística de la prestigiosa compañía, así como la favorable reacción del público y la crítica durante estas entregas de enero, han hecho renacer la esperanza entre los aficionados a la danza clásica.
Aunque el cuerpo de baile muestra fallas inconcebibles a este nivel y los roles masculinos andan de capa caída, El Lago de los Cisnes ha tenido noches vibrantes, en las que el público ha apreciado mayor esfuerzo por parte de todos los bailarines.
Varias coreografías dentro de la obra han mejorado mucho: en especial la escena de los Cuatro Cisnes y la Danza Española, está última muy bien defendida por Ely Regina y Daniel Rittoles. Entre los solistas, la actuación de Diego Tápanes como bufón ha sido muy celebrada; al igual que la discreta y cuidadosa interpretación del príncipe Sigfrido, realizada por Raúl Abreu, un bailarín con excelentes condiciones que debe ganar más confianza en sí mismo.
El lado menos amable de la puesta en escena recae sobre el penoso vestuario de Rothbart y la falta de brío con que este redomado villano irrumpe en la trama, restándole dramatismo al conjunto. Cuando aparece en su forma humana, el hechicero causa mejor impresión; pero nada hay en él de oscuro ni amenazador, y el enfrentamiento final con el príncipe no pasa de ser una pálida solución coreográfica para disimular la falta de figuras masculinas capaces de representar un combate con el vigor, la técnica y el virtuosismo inherentes al ballet clásico.
La gran sorpresa de la temporada ha sido, sin dudas, la magnífica interpretación del difícil protagónico Odette/Odile realizada por Claudia García -Bailarina Principal-, quien con apenas 21 años arrancó al público lluvias de aplausos generalmente reservadas a primerísimas figuras de la compañía.
En temporadas anteriores del BNC la joven había generado muy buenas críticas a propósito de su participación en roles como el de Reina de las Willis (ballet Giselle), Kitri (Don Quijote) y otras coreografías, llamando la atención de los balletómanos más exigentes. En esta ocasión, no solo hizo gala de una técnica muy depurada, sino de un trabajo minucioso en cuanto a la construcción de ambos personajes. La metamorfosis fue excelente, de la fragilidad de Odette a la perversa sensualidad de Odile; un triunfo personal que pocas bailarinas logran al encarnar por primera vez esta compleja dicotomía.
Fue hermosa su actuación, especialmente porque del lado de las lunetas era posible sentir lo mucho que disfrutaba al bailar, interpretando personajes icónicos en la historia de la danza clásica. Todos los ojos estuvieron puestos en ella, tan segura en su oficio y mostrando un profesionalismo muy superior a su edad.
Probablemente, con Viengsay Valdés absorbida por su nueva responsabilidad, Annette Delgado retirada temporalmente por una licencia de maternidad, y Sadaise Arencibia lesionada, Claudia será un gran incentivo para regresar a las colas del Gran Teatro a lidiar con la usura de los revendedores. Su evolución en la compañía dará mucho de qué hablar, sobre todo porque siendo tan joven, promete muchísimo dentro del ballet cubano.
La velada fue más emocionante con la música de Tchaikovsky tocada en vivo por la Orquesta del Gran Teatro de La Habana. Una ejecución magistral donde se echó de menos el arpa, único instrumento capaz de emitir el arpegio quebradizo que acompaña al suave aleteo del cisne blanco; un efecto que el piano, pese a toda su excelencia, no logra reproducir.
Ha sido un buen comienzo de año para el Ballet Nacional de Cuba. La elección de Viengsay Valdés como directora artística de la compañía no ha despertado un entusiasmo unánime en el país de la unanimidad; pero es innegable que la bailarina posee sólida experiencia, ha probado con creces su talento, es bien reconocida a nivel internacional y cuenta con excelentes dotes en el ámbito de la docencia. Parece capaz de aportar al ballet cubano la visión fresca y actualizada que tanto necesita; así que para bien sea.