LA HABANA, Cuba. – La historia del rock cubano es una historia de valientes. Es el recuento de las penurias que atravesaron grandes artistas para producir el ritmo anglosajón ―considerado “música del enemigo”― en la Cuba de Fidel Castro.
A los impenitentes que versionaban clásicos del género les tocó lidiar con la persecución de la Policía y la insidia de los cancerberos del Partido Comunista. Pero a los más bravos, los que se atrevieron a hacer un rock propio, les cayó también el hostigamiento institucional, el “por aquí no se puede”, el “si no hay bongó, no es cubano” y otros argumentos por el estilo para arrancarles de cuajo la voluntad de perseverar, las ganas de hacer algo más que refritos.
En ese grupo selecto figura Arte Vivo, agrupación fundada en el año 1976, cuando supuestamente había culminado el llamado Quinquenio Gris, pero quedaban sus secuelas, que durarían otros cinco años.
El multiinstrumentista Mario Daly asumió la dirección de un plantel de músicos de primer nivel. La nómina fundacional incluyó al percusionista Enrique González, el contrabajista Juan Antonio Leyva y las cantantes Viviana García y Tanya Rodríguez.
La mezcla de música de cámara con rock sinfónico y progresivo que defendía Arte Vivo rápidamente lo convirtió en una agrupación de culto para el público conocedor y amante del género.
Sus integrantes fueron más allá, decantándose por una variante experimental que conectaba también con el jazz y la electrónica. Arte Vivo era eso: sonoridades modernas en constante renovación.
El investigador cubano Joaquín Borges Triana calificó al grupo como un exponente del llamado “rock in opposition”, una corriente que se hizo popular en Europa a finales de la década de 1970, impulsada por bandas de rock progresivo que no eran tomadas en cuenta por la industria de la música, debido a la complejidad de su repertorio. El movimiento influyó en países del continente americano, fundamentalmente en México y Brasil, pero también en Cuba, donde Arte Vivo persistió sorteando la abulia institucional y la estrechez cerebral de sus funcionarios.
Los conciertos de Arte Vivo eran espectáculos que combinaban música, artes plásticas, danza clásica y contemporánea, performances y literatura. En 1978 la agrupación ganó un premio especial en el V Concurso de Música de la UNEAC por su alto nivel profesional.
Colaboró con los principales cantautores de la época, acompañando a Noel Nicola en su disco LD Tricolor, que en 1988 obtuvo el Gran Premio EGREM en orquestación. También ejecutó junto al Ballet Nacional de Cuba una puesta en escena de Hamlet, y trabajó con varios grupos de teatro.
La presión institucional provocó que varios de sus integrantes abandonaran el grupo en busca de proyectos más rentables. Fueron reemplazados por otros músicos que hicieron historia en la eclosión del rock cubano de los años 90.
Arte Vivo fue uno de los más logrados proyectos del rock caribeño y latinoamericano. Sus antiguos integrantes ya no están en Cuba. Algunos, como Mario Daly, ya no están físicamente. El público que los siguió también se halla disperso por el mundo. Pero su paso por una de las escenas musicales más sufridas es recordado con devoción.