LA HABANA, Cuba, enero (173.203.82.38) – El sábado 8 de enero era un día feliz para Gabrielle Giffords, representante federal demócrata por el 8vo distrito de Arizona, y sus colaboradores. En la mañana iniciaría el acto “La esquina con la cuadra”, en el parqueo de un supermercado en Tucson, Arizona. Asistieron sus electores, incluyendo republicanos simpatizantes o personas atraídas por la curiosidad. Lejos estaban de imaginar que un letal incidente podría cambiar la peligrosa polarización política en Estados Unidos.
De pronto se escucharon disparos, que cegaron las vidas de 6 personas e hirieron a 13, entre ellos a Gabby, para quien estaban destinadas las balas apuntadas a la cabeza desde pocos metros. Trágico colofón a las tensiones políticas en el estado de Arizona, exacerbadas en torno a la controversial ley contra los inmigrantes ilegales allí adoptada, que incluso hizo peligrar, en noviembre de 2010, la reelección del senador McCain, candidato presidencial tan solo dos años antes. El nuevo grupo ultra conservador Tea Party consideró a Gabby uno de los representantes a derrocar. Sarah Palin, compañera de boleta de McCain, y estrella de ese movimiento, la marcó con una cruz de tiro al blanco, controvertida señal interpretada por algunos como sugerencia de “tirar a matar”.
Aunque existe evidencia de que el asesino, el joven de 22 años Jared Loughner, presenta inestabilidad mental, el ambiente político en su entorno, y en los medios, particularmente la cadena de televisión y radio FOX y sitios de Internet, así como la inmensa disponibilidad de armas de fuego en el estado, pueden haber contribuido a su delirio de matar a la congresista. Lamentablemente, esa atmósfera se ha expandido por los Estados Unidos.
Robert Kennedy II recién escribió el artículo “Tucson: tiempo para otro examen de conciencia”, donde narra su conmovedor recuerdo infantil del asesinato de su tío en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963, y analiza las circunstancias que condujeron al asesinato de John F. Kennedy. Señala que entonces “los barones del petróleo y el gas de Dallas, que rutinariamente denunciaban a JFK como un simpatizante comunista, habían destapado el genio de la botella de tono populista y lo metieron en la causa de la ideología radical, fervor antigubernamental y dominio corporativo. Kennedy encontró las calles de Dallas llenas de demócratas, pero entre ellos estaban los adornos familiares de odio al presidente; banderas confederadas y cientos de pósters adornando las paredes y calles con la foto de Jack que decían Wanted for Treason (se busca por traición).
La muerte de Jack forzó a un combate nacional de autoexamen. En 1964 los norteamericanos repudiaron las fuerzas del odio y la violencia de la derecha con una contienda histórica entre Lindon B. Johnson y Barry Goldwater. Finalmente, llama a que la lucha por la vida de Gabrielle Giffords y la muerte de 6 personas promueva otro examen de conciencia. Recordamos que el padre de Kennedy II, el fiscal general Robert Kennedy, también fue asesinado en 1968, cuando aspiraba a ser nominado candidato a la presidencia.
Indudablemente, Estados Unidos atraviesa un momento difícil, cuando la crisis económica, fundamentalmente, ha sido caldo de cultivo para fuertes luchas políticas desde la extrema derecha. En el pasado, el pueblo norteamericano y sus gobernantes han tenido la capacidad de hacer avanzar la democracia, que ahora también deberá ser fortalecida. Se requiere el entendimiento bipartidista. Entre los fallecidos han estado simpatizantes demócratas, como Christina Taylor Green, uno de los 50 niños que nacieron el 11 de septiembre de 2001, el día del atentado terrorista contra el World Trade Center, conocidos como las “caras de la esperanza”, y Gave Zimmerman, asistente de Gabby. Pero también republicanos como el juez John Roll –recomendado por McCain y propuesto por George W. Bush-, y Phillis Schneck, con 3 hijos, 7 nietos y una bisnieta; al igual que las simples personas de bien Dot Morris, cuyo esposo durante 50 años, George, fue herido; el septuagenario Dorwan Stoddard (su esposa también fue herida).
Barack Obama pronunció un discurso de 32 minutos en la Universidad de Arizona, considerado un impactante llamado al civismo y el entendimiento. El analista Gustav Niebuhr lo sitúa a la altura del histórico e inigualable discurso de Lincoln en Gettysburg. Otros presidentes tuvieron sus pruebas difíciles: Ronald Reagan cuando la desintegración en pleno de la nave espacial Challanger; Bill Clinton cuando la explosión del edificio federal en Oklahoma City; George W. Bush cuando el atentado a las Torres Gemelas el 11 de setiembre de 2001. El momento de Obama llegó la noche del miércoles 12 de enero en Tucson, a pocas cuadras del supermercado. Viajó a Tucson con legisladores de ambos partidos.
El presidente expresó: “Cuando nuestro discurso se ha vuelto tan polarizado –cuando tenemos demasiados deseos de culpar por todo lo que aflige al mundo a quienes piensan diferente de nosotros-, es importante hacer una pausa por un momento y asegurarnos de que nos hablemos de manera que cure, no de manera que hiera. Creo que podemos ser mejores. Quienes murieron aquí, quienes salvaron vidas aquí, me ayudaron a creer. Quizás no podamos acabar con el mal en el mundo, pero sé que como nos tratemos depende totalmente de nosotros. Considero que a pesar de todas nuestras imperfecciones estamos llenos de decencia y bondad, y que las fuerzas que nos dividen no son tan fuertes como las que nos unen”.
Durante su discurso, Obama anunció que Gabby había abierto los ojos esa tarde, lo que se considera muy favorable por los médicos. Según los analistas norteamericanos de diversas tendencias, Obama ha levantado el apoyo popular, lo que beneficia su reelección en 2012 y los republicanos tendrían que ser más proclives a negociar.
En Cuba, la tragedia de Tucson nos ha conmovido, y lleva a la profunda reflexión también en el plano nacional. Nuestro país atraviesa el período más crítico de su historia, cuando pueden polarizarse los sentimientos del pueblo por las difíciles condiciones de vida que tienden a empeorar. Si el gobierno no abre mayores posibilidades a la iniciativa individual y continúa profundizándose la miseria, pueden preverse reacciones violentas. Los esfuerzos de todos los cubanos son vitales para la preservación de nuestra nación y el avance de la sociedad. La reconciliación nacional implica la participación de todos.
El 17 de enero se conmemoró el Día de Martin Luther King. Hoy, más que nunca, tienen validez sus palabras: “Lo que de ninguna manera podemos hacer es usar esta tragedia como una ocasión para volvernos unos contra otros”.