LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Raúl Castro NO es un reformista. Y no lo es por varios motivos: no tiene la voluntad para cambios verdaderos, no tiene la juventud o, peor aún, no tiene remedio de sí mismo. No sólo eso, sino que en Cuba los reformistas jamás han sobrevivido mucho tiempo a la aplastante marea de los extremismos. Ergo, suponiendo que el actual presidente fuese un reformista, no solo debería dejar de ser un “revolucionario”, sino que también tendría que ser un Mesías. Nada más lejos de la realidad.
No es menos cierto que bajo el mandato del General se han realizado tímidos cambios que tocan, entre otros, al tema migratorio, cuyas reformas entraron en vigor en enero último, cuando se eliminó el permiso de salida que hasta ese momento otorgaba exclusivamente el gobierno. La conveniencia de esta reforma en particular para el propio gobierno se refleja en varios aspectos, entre ellos:
a) El “permiso de salida” proyectaba una imagen negativa en materia de derechos humanos.
b) El Estado sigue gravando con 100 CUC a cada solicitante “válido” para obtener pasaporte.
c) Son muy pocos los países que conceden visa a cubanos jóvenes, mientras el gobierno cubano se puede “lavar las manos” con aquellos ciudadanos que no obtienen un visado.
d) Los que visitan a sus familiares en la diáspora y retornan al país también generan ingresos en divisas.
Existe, además, otra gran ventaja para el poder:
En Cuba, la bolsa negra es la principal abastecedora del hogar. El comercio ilícito provee de los productos que el Estado no “subsidia” y que en los mercados, ya sea en CUP o CUC, no se pueden encontrar o son incosteables. Por otro lado, las reformas del gobierno referentes al comercio privado son insuficientes por cuanto no existe una infraestructura económica para respaldar la red minorista de vendedores particulares.
Actualmente, los principales proveedores de los mercados no estatales, legales o no, son los cubanos que viajan al exterior. La escuálida apertura ha servido para fortalecer una red informal de personas que venden su derecho a traer cierta cantidad de kilogramos de equipaje, los conocidos como “mulitas”. Ellos son un aliviadero para la crisis y, por ahora, el gobierno cuenta con esa válvula de escape.
Hay otra peculiaridad a tener en cuenta, y es que durante los últimos años ha estado ocurriendo el fenómeno de la “españolización”. No son pocos los cubanos que han conseguido un pasaporte comunitario, el cual abre muchísimas fronteras. De esta forma es posible viajar con relativa libertad al no requerirse visa en el país de destino si se es “español”.
Ya por último, cabe suponer que no resultaron fortuitas las modificaciones aduanales de diciembre de 2011. Con ellas se estaba creando el marco propicio para que las “mulitas” del sector comercial privado pasaran a jugar el importante papel que tienen hoy.
Así es como muchos cubanos actualmente viajan a México, Panamá u otros lugares. Hacen el viaje sin pagar, ven un pedazo de mundo exterior y además cobran por traer los kilos de mercancías que les permiten las regulaciones aduanales. Son una nueva clase de “trabajador por cuenta propia” sin licencia y un eslabón clave en la cadena económica de supervivencia. El gobierno lo sabe, pero seguramente no va a hacer nada para impedirlo. Mejor para todos.