LA HABANA, Cuba, junio (173.203.82.38) – Aunque las aperturas permitidas por el gobierno a la economía privada alcanzan la cifra de 178 oficios, hay muchos de ellos que han desparecido, como los vendedores de anzuelos, plomadas, atarrayas, los fabricantes de nasas y trampas para peces y mariscos, fabricantes de bicheros, flejes y otros artículos necesarios para la pesca, que los pescadores consideran ya desaparecidos.
Muchos de los 178 oficios autorizados en la nueva ley, ya no son compatibles con la realidad de la época -el ejemplo clásico es el forrador de botones-, o se realizan de manera esporádica. En cambio, cafeterías y vendedores callejeros clasifican como los más reclamados por la población.
En los pueblos de pescadores, cuando los jóvenes llegan a la edad de extender la tradición y hacerse a la mar, se encuentran con que no hay fabricantes de anzuelos, carretes, plomadas, incluso del acero trenzado que se utiliza para atrapar los peces grandes.
Además, tienen en su contra las prohibiciones del gobierno sobre la pesca en embarcaciones rústicas, debido a lo cual sufren hostigamiento y reciben multas. Las embarcaciones son confiscadas cuando son sorprendidos por los guardacostas.
Tampoco se encuentran el mercado los bicheros y las nasas. Los anzuelos existentes en el mercado, y el nylon son importados, y se venden en las tiendas en divisa a precios elevados. Lo mismo sucede con las atarrayas, no hay, y también han desaparecido los tejedores que las tejían pacientemente en el portal de sus casas, haciendo verdaderas obras de arte.
La desaparición de estos tradicionales oficios artesanales que, antes, además de constituir fuentes de empleo, satisfacían las necesidades de los habitantes de las comunidades costeras, ha contribuido además a la triste realidad de que en Cuba se haya prácticamente perdido el oficio de pescador.
Las carretillas que antes paseaban por las calles repletas de grandes peces acabados de pescar, las sartas coloridas de rabirrubias, pargos, chernas, biajaibas; o las fondas donde se comía un buen filete de pescado fresco y el caldo de cabeza de aguja, solo existen ya en la memoria de los más viejos. ¿Volverán otra vez los peces perdidos?