LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org – Este fin de semana hemos conocido un nuevo incidente tragicómico en la política venezolana. Conforme a lo que denunció con palabras furibundas el presidente actuante Nicolás Maduro en una reunión de sus parciales, un sector de lo que él llama “la oposición amarilla”, encabezado por Juan José Rendón, ha ideado una nueva fabulación.
Según el ex guagüero, el nuevo incidente, en el que se entremezclan lo fulleresco, lo cómico y lo grotesco, consiste en que, utilizando los servicios de un hábil imitador, se ha dado a conocer una grabación en la cual, supuestamente, el teniente coronel Hugo Chávez expresa que él no ha muerto, y que sólo se encuentra secuestrado por los mismos que dicen ser sus seguidores.
Este sainete rocambolesco se suma a los otros que a lo largo de los meses han caracterizado el mandato de Maduro. Por supuesto que el nuevo incidente no se acerca siquiera a la ridícula narración que hizo el entonces candidato cuando afirmó haber sostenido un diálogo con un pajarito que era nada menos que el alma de Chávez. En esto, desde luego, nada tuvo que ver la oposición.
Asimismo se diferencia esta nueva situación de las últimas manifestaciones hechas por el actual inquilino del Palacio de Miraflores en su afán por agudizar el conflicto con Estados Unidos. Me refiero, ante todo, a su acusación al gobierno de ese país por no haberle autorizado a sobrevolar Puerto Rico. (¿Para qué —se pregunta uno— hace falta pasar por la Isla del Encanto para viajar desde Caracas a Europa!).
También estoy aludiendo a las denuncias, hechas en lo que parecía ser una fábrica de automóviles, desde una mesa en la que se veían pequeños modelos de esos vehículos, sobre supuestas amenazas (que no definió de manera concreta en qué consistían) contra su integridad personal. Esto —afirmó— le impedía viajar a Nueva York con el fin de participar en el debate en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Estas declaraciones tienen el evidente propósito de exacerbar el enfrentamiento con Washington, pero, a diferencia de lo que en su tiempo sucedió con Castro en Cuba, la contraparte norteamericana parece empeñada en hacer caso omiso de los desplantes de Maduro (al igual que sucedía antes con los de Chávez). El país del Norte sigue siendo el principal socio comercial de Venezuela.
En ese contexto, la nueva gritería del ex guagüero ahora alojado en Miraflores, se destaca por su carácter interno. Sus amargos reproches a la oposición, su descripción de Rendón como “un bandido de cuatro suelas” y un “mal nacido”, se suman a otros muchos insultos proferidos por él para tratar de desprestigiar a aquellos que se le enfrentan.
Por supuesto que no es mi propósito ponerme a defender a ultranza las ocurrencias de los autores de esta nueva maniobra contra el gobierno de Caracas. Lo que sí deseo destacar es que, en este caso, resulta oportuno recordar el sabio refrán: Aquellos polvos trajeron estos lodos.
El flamante presidente en funciones podrá mostrarse muy indignado por esa nueva ofensiva proveniente de la oposición. Pero tenemos que recordar que la actuación desplegada durante los últimos meses de vida del anterior jefe de Estado por el propio Maduro y los restantes jerarcas chavistas, y hasta por parientes del operado (como su hermano Adán, también involucrado en el actual affaire), dio pie para ideaciones como ésas.
A partir del momento en que se inició el último viaje de Hugo Chávez a La Habana, desde múltiples sectores alternativos de la sociedad venezolana se alzaron numerosas voces críticas. Los inconformes reclamaban mayor transparencia en el tratamiento de la situación. La demanda central era que se diese acceso directo al famoso paciente.
Maduro y sus paniaguados se negaron de manera terminante a hacerlo. Ellos mismos se auto erigieron en las únicas fuentes de información sobre el estado de salud de su jefe enfermo. Aseguraban que el teniente coronel impartía sus órdenes o firmaba decretos (como el del nombramiento de Elías Jaua en calidad de canciller), pero ellos mismos constituían la única garantía de la hipotética autenticidad de esas decisiones.
En ese contexto, ¿por qué se quejan ahora del nuevo invento del señor Rendón! ¡Que se atengan a las consecuencias de sus propios actos! O para decirlo en un español más claro: ¡Que se jodan!