LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 – Las dos mujeres, especialistas médicos de alta competencia, habían salido como cada día a la carretera en busca de una botella (auto stop) que les acercase al hospital donde trabajan. Caminaban por la orilla, alejadas de la vía, pues en aquel tramo de autopista, cercano a la Novia del Mediodía, se incrementa el tráfico temprano en las mañanas. Pero de poco iba a serviles esta vez la precaución.
Hasta la orilla fue a buscarlas el criminal en potencia, quien, saliéndose de la carretera, las embistió por la espalda, derribándolas aparatosamente. Y de seguida, como quien evade un bache, enderezó la dirección de su automóvil para reincorporarse a la vía y abandonar el escenario. Por un suertudo azar no las mató, como él creía, razón por la que huyó cobardemente, negándoles asistencia.
Otro azar propició que una de las doctoras lograse ver el número de la chapa del auto y que lo retuviera en su memoria. Asimismo, gracias a un tercer hecho azaroso, las dos atropelladas pudieron contar con el auxilio y la testificación de una mujer que iba como pasajera (de botella) en el auto en fuga, y que, aunque algo lejos ya de la escena, consiguió que el chofer se detuviera y le permitiese bajar.
Luego de ser atendidas en urgencia médica del Hospital Militar Carlos J. Finlay, en el barrio habanero de Marianao, las víctimas del atropello fueron a una estación de policía cercana, con sus certificados de lesiones, para formular la denuncia.
Y es a partir de este momento (17 de febrero del presente año) cuando se inicia un nuevo capítulo de “La impune jauría”, grotesca telenovela donde todos los protagonistas principales son malos, sin que ninguno resulte cuando menos simpático, y cuyo argumento narra detalles sobre la quinta columna que parecen conformar hoy en Cuba agentes y oficiales corruptos del Ministerio del Interior.
En la estación de policía de Marianao no aceptaron la denuncia de las atropelladas, alegando que debían formularla en la estación de policía de La Lisa. Y en La Lisa, luego de diversas (e inútiles) jugarretas para hacerlas desistir, les informaron categóricamente que el número de la chapa presentado por ellas era erróneo, pues ningún automóvil aparecía en los registros con esa matrícula.
Las dos mujeres tuvieron que dedicarse a investigar por su cuenta, y a su modo, para demostrarles a los agentes del orden en La Lisa que estaban mintiendo. Y por otro azar -cuyos detalles mejor me guardo-, consiguieron demostrarlo muy pronto. Pero no sólo. Al identificar, mediante la matrícula, al propietario del auto que las había atropellado, supieron que aquel criminal en potencia era (es) el Director Jurídico de la Dirección Provincial del Poder Popular en la provincia de Artemisa, y, por si fuera poco, es además oficial jubilado del Ministerio del Interior, aunque todavía ejerce como instructor de policías.
El pasado 20 de mayo, después de tres meses de dilaciones y cortinas de humo a tutiplén, finalmente (otra vez gracias a gestiones personales que, por su cuenta y a su modo, realizaron las dos doctoras), el criminal en potencia fue llevado a juicio, en el Tribunal Provincial, ubicado en calle 100 y avenida 33, en Marianao. Total, para que le impusieran una ridícula sentencia : pagar 100 pesos, en moneda nacional (4 dólares), como indemnización a las atropelladas; más 1000 pesos de multa al Estado (40 dólares); más la suspensión, por 3 meses, de su licencia de conducción.
De manera que en cuestión de unos días, el criminal campeará de nuevo por esas carreteras, y hasta en sus orillas. Aunque ciertamente la chapucera toalla que le han tirado no asusta tanto como el hecho de pensar que ahora mismo el muy energúmeno está dictando órdenes y tomando decisiones al frente de la Dirección Jurídica del Gobierno en toda una provincia, cargo en el que se mantiene.
En días atrás, a propósito de la publicación de “La jauría anda suelta”, otro reporte relacionado con esta piara de corruptos que hoy hacen y deshacen bajo la impunidad que les concede ser miembros del Ministerio de Interior, algunos lectores de Cubanet expresaron criterios inteligentes y suspicaces sobre el fenómeno.
Opinaban, por ejemplo, que de tomar como fundamentadas las sospechas sobre la posibilidad de que en el seno de ese ministerio se esté formando hoy una especie de poder dentro del poder, con amplia capacidad de autonomía y con salvoconducto para todo tipo de incontrolado abuso y fechoría en las calles, ello puede ser tomado como una secreta conspiración para perjudicar al gobierno.
Otros lectores no aceptaron la hipótesis, descartando a priori la inocencia del gobierno, pues, decían que nada (y sobre todo, nada malo) puede hacerse en Cuba que no sea de su total conocimiento, e incluso a partir de sus órdenes directas.
Hubo lectores que llegaron aún más lejos en sus sospechas. Según ellos, no sólo existe una conspiración organizada, sino que ésta no se cocina únicamente en el seno del Ministerio del Interior, también dentro de las fuerzas armadas, en general, y en las altas esferas del partido comunista. De modo que prácticamente sería una conspiración del régimen (digamos) contra sí mismo.
Aducían que tal conspiración puede tener como fin provocar un levantamiento popular, que les permita masacrar a unos cientos de ciudadanos, para que luego el régimen declare (con el apoyo de sus cómplices internacionales) que el único culpable es el imperialismo yanqui, por haber incitado y financiado la revuelta.
En ese sentido, los lectores hacían oportuno recordatorio sobre la eficacia con que, increíblemente, todavía funciona en la mayor parte del mundo el pretexto del régimen sobre su derecho a defenderse ante las agresiones de Estados Unidos.
En fin, todo es posible y todo puede ocurrir en este cacicazgo macondiano, donde los generales y los jerarcas políticos se consideran Dios en la tierra, porque en realidad lo son. Pero tampoco hay que descartar que un fenómeno como el de esta escandalosa oleada de corrupción que hoy recorre el Ministerio del Interior, no constituya sino un síntoma, uno más, del deterioro general del sistema, potenciado acaso por la enorme importancia que el régimen concede a sus huestes como avanzada y cabeza visible en la represión popular.
Quizá todo sea tan sencillo como que al darle un dedo a los agentes y oficiales del MININT para que reprendieran, el régimen no previó (o lo previó, pero sin poder remediarlo) que éstos se tomaran toda la mano, y para su propio provecho.
En cualquier caso, de momento, no queda otro remedio que seguir observando los acontecimientos, a ver qué pasa. Así es que nos mantenemos a la espera de un nuevo capítulo de “La impune jauría”. Y que Dios coja confesados a los que diariamente vivimos expuestos a convertirnos en la próxima víctima de esa piara.
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