LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – Mucho se ha hablado en Cuba acerca del quinquenio gris y su incidencia en la vida cultural del país. Aquel período, comprendido entre los años 1971 y 1976, marcó un hito en cuanto a la mediocridad del quehacer artístico y cultural, así como en la represión contra creadores, homosexuales y otros sectores de la sociedad.
A fines de abril de 1971 se celebró en La Habana el Primer Congreso Nacional de Educación, el cual pretendía tratar únicamente asuntos que el gobierno consideraba medulares de ese sector: el diversionismo ideológico que comprometía la formación del hombre nuevo, las exageraciones de la moda en el uso del uniforme escolar (en especial el pelo largo de los varones), y la blandenguería de padres y alumnos que trataban de eludir el cumplimiento del plan la escuela al campo.
Sin embargo, ante el escándalo internacional provocado por el caso Padilla, las autoridades dieron un giro para incluir el candente tema de la cultura, de forma tal que lo educativo quedó en un segundo plano. Entonces comenzaron a denominarlo como Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura. Los educadores en un santiamén dejaron de ser el centro de la reunión para convertirse en mera fachada que le permitiera al poder descargar la ira contenida.
La subcomisión del Congreso que debatió sobre la educación sexual de las nuevas generaciones, abogó por la “recuperación” de los jóvenes que mostraban tendencias homosexuales, sin aclarar si esa recuperación no tendría lugar en las aulas, sino en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). En el caso de los “corruptores”, específicamente si se trataba de artistas y escritores, quedó claro que debían ser reprimidos con toda severidad. Se recomendó ubicarlos en ocupaciones donde no tuvieran roce con los más jóvenes.
En el discurso de clausura, el Máximo Líder, sin mencionar el nombre del escritor reprimido, se refirió a las “basuras” producidas por un grupito de intelectuales descarriados. En pocas palabras resumió las desavenencias y trazó los nuevos límites de la censura: “Para volver a recibir un premio, en concurso nacional o internacional, tiene que ser escritor de verdad, poeta de verdad, revolucionario de verdad”. Si diez años atrás, en las palabras a los intelectuales, algunos ingenuos creyeron hallar en el concepto “dentro de la revolución, todo”, algún atisbo de libertad formal, ahora el estalinismo enseñaba su rostro.
Y a los escritores y artistas que desde el exterior criticaban la detención del poeta Heberto Padilla, Castro los denominó “ratas intelectuales” que se iban a hundir junto con la nave del sistema capitalista.
Los colaboradores del castrismo insisten en que el congreso inauguró el quinquenio gris (con destaque para el crítico Ambrosio Fornet, al cual se atribuye la paternidad del término), el cual concluyó, según ellos, en 1976, con la asunción de Armando Hart al Ministerio de Cultura. En honor a la verdad, aunque en ese lustro el tono gris alcanzó la cima, en general ese color siempre nos ha acompañado a partir de 1959.