LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Al menos en mi barrio, el saludo mañanero se ha transformado. Antes, los vecinos al encontrarse se daban los buenos días; hoy, cuándo se encuentran, lo primero que se dicen es:
-¿Qué número salió anoche?
De punta al cabo del territorio nacional, los desesperados cubanos prueban suerte en la bolita; como le llaman por acá a la lotería clandestina.
Pero lo de los cubanos con la lotería no es nuevo. En 1863, Don Jacobo de la Pesuela escribió: “El juego a la Lotería es pasión pública en Cuba, y toman parte en él todas las clases, desde el más opulento hasta el más menesteroso”.
Hoy, jugarse un numerito en la lotería ilegal es cosa de creyentes y de laicos, de médicos y de alcohólicos, de ladrones y de trabajadores, de militantes del Partido Comunista y también de quienes consideran que más de medio siglo de comunismo ha sido una pérdida de tiempo.
Pero cuando la buena y la mala suerte llegan juntas, sucede lo que a un anciano, vecino de Luyanó, que apostó y ganó, pero cuando el listero llegó con el dinero, el hombre estaba muerto. Medicina legal diagnosticó infarto cardiaco, y los 50 mil pesos que ganó el viejo, que no tenía familia, se quedaron en el bolsillo del listero. ¡Jodedora que es la suerte!
La historia de la lotería se remonta a la antigüedad. Los emperadores romanos la utilizaban como entretenimiento, al igual que los señores feudales. El juego perdió popularidad durante el siglo XIX, debido a los numerosos fraudes que se cometían, por lo que fue prohibido en muchos países.
En Cuba, el 21 de abril de 1812 fue establecida la lotería como juego público. En un principio cada sorteo se componía de 10 mil billetes de a 4 pesos fuertes, que se subdividían en medios, cuartos y octavos. El 25 % para el fisco, para gastos administrativos y utilidades, y el 75 % restantes se dedicaba a cubrir los pagos de los 58 premios, en la forma siguiente: un premio de 10 mil pesos; uno de 5 mil; dos de 2 mil; cuatro de a mil; veinte de 200 y treinta de 100. Los números se sacaban en público, en el patio de la Aduana, los días señalados, con la presencia del Intendente, el Regidor del Ayuntamiento, el Contador, el Fiscal y el Escribano de la Real Hacienda y otros funcionarios coloniales autorizados por su jerarquía.
Se dice el sorteo se hacía con solemnidad y limpieza. Se colocaban en un globo tantas bolas numeradas como billetes se expedían, y en otro globo tantas bolas como premios fijados. Un niño extraía una bola del globo de los números, y otro sacaba otra del globo de los premios, anunciándose en alta voz, y así con todos los premios hasta terminar el sorteo.
Una de las primeras medidas del Gobierno interventor americano de 1898 fue suprimir la lotería. Durante el gobierno del general José Miguel Gómez, por ley del Congreso de 7 de julio de 1909, se establece una nueva Lotería Nacional, y en 1959 vuelve a prohibirse.
Hoy, la lotería es la actividad clandestina mejor organizada en Cuba. Es un juego de azar que, si se gana, nos libra en algo de la miseria material que padecemos, pero no de la moral.