LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – La Plaza San Pedro, en Roma, estuvo desbordada de público el 1 de mayo, debido a la ceremonia de beatificación del Papa Juan Pablo II. La muchedumbre en San Pedro trae a la memoria otra entusiasta multitud que inundó la Plaza de la Revolución el 25 de enero de l998 para escuchar y aclamar a Su Santidad Juan Pablo II.
Aquel día, en la Plaza, no fue el gobierno quien movilizó a las multitudes, sino la fe y la personalidad del pontífice. Oportunidad única para los cubanos, que gritaron a pulmón lleno, sin temor a represalias, la palabra libertad. “¡No tengáis miedo!”, dijo Juan Pablo a los cubanos dos días antes.
La aparición del Papa en la Plaza, presencia para muchos más divina que terrenal, dejó huellas indelebles en los cubanos. El espacio de las grandes conmemoraciones del régimen volvió a su tónica habitual de esporádica algarabía y justificación del estancamiento nacional. Parece demostrarlo la reciente concentración del primero de mayo, un hito más en los cincuenta y dos años de continuismo. La multitud colmó otra vez la Plaza, movida por intereses disímiles, aunque la propaganda oficial subrayaba que el desfile se realizaba en respaldo a los acuerdos del VI Congreso del Partido Comunista.
En casos como este vale la pena recordar las palabras del nuevo beato católico aquel memorable 25 de enero de 1998.
“Cabe recordar que un Estado moderno no puede hacer del ateísmo o de la religión uno de sus ordenamientos políticos. El Estado, lejos de todo fanatismo o secularismo extremo, debe promover un sereno clima social y una legislación adecuada, que permita a cada persona y a cada confesión religiosa vivir libremente su fe”.
Vale añadir al mensaje del Papa Juan Pablo II, el derecho del pueblo cubano a recobrar las libertades ciudadanas conculcadas. Mucho habrá que rogar a San Juan Pablo II.