LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -En términos comparativos, el discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro en la conferencia cumbre de Río de Janeiro, consagrada a temas ecológicos, ha tenido poca repercusión fuera de los círculos habituales de la izquierda carnívora latinoamericana. Digamos esto con perdón de los organizadores de la Mesa Redonda de la Televisión Cubana, que dedicaron una de sus emisiones a ese tema.
El alegato, breve y rotundo, no desconoció los senderos de la elocuencia. Por esa razón barrunto que la falta de interés mostrada por la opinión pública internacional se debe a su carácter repetitivo. En definitiva, lo que se dio en esa pieza oratoria fue sólo una versión concisa y actualizada de lo mismo que los amantes del color rojo han venido diciendo en los últimos decenios.
El derrumbe del campo socialista y la revelación de los inmensos problemas internos de sus países miembros pusieron en crisis las trasnochadas teorías marxistas. Los alardes dialécticos de los profesores Atilio Borón o Isabel Monal resultan insuficientes para enmascarar el carácter obvio de ese rotundo fracaso.
Tras ese fiasco mundial, los seguidores de Marx, Engels y Lenin, dando muestras de su inmenso poder de adaptación, se reciclaron con rapidez. A duras penas hablan ya de explotación del hombre por el hombre. Ni mencionan el concepto de plusvalía, sobre todo en Cuba, donde los macizos golpes de la realidad económica han obligado a los castristas a aceptar que los microempresarios particulares contraten trabajadores.
Ahora toda esa extrema izquierda alza las banderas del ecologismo. Los discursos sobre la lucha de clases y las contradicciones antagónicas han cedido el lugar a los temas del llamado calentamiento global y la elevación del nivel de los océanos. Por supuesto, el gran culpable sigue siendo “el imperialismo”, sobre todo si habla inglés y reside en Norteamérica.
De modo conveniente, olvidan la exhortación a luchar contra la naturaleza hecha hace años por Fidel Castro en la Universidad Carolina de Praga, y se concentran en “los derechos de la Pacha Mama”.
En ese contexto, no debe extrañarnos que el discurso de Raúl Castro haya pasado sin penas ni glorias, pese a que figuran en él dos planteamientos que, en mi opinión, merecen toda la atención de nosotros los cubanos. Casualmente, son las oraciones que en la entrega del periódico Granma del 22 de junio figuran como titulares en la primera plana y la página 7.
Destaca el órgano oficial del partido único cubano: “Estamos urgidos de un cambio trascendental”. Y en el otro sitio: “Cuba aspira a que se impongan la sensatez y la inteligencia humana sobre la irracionalidad y la barbarie”.
Nada tengo que objetar a esas palabras del actual jefe castrista. Sólo se me ocurre formular preguntas y comentarios: ¿Por qué esos enfoques racionales son reservados sólo —y eso a veces— para los problemas internacionales? ¡Qué lástima que lo que se plantea en esas dos citas no sea aplicado, con la urgencia que la catastrófica situación de nuestro país demanda, en nuestra vida interna!
El actual gobierno de La Habana parece empeñado en aplicar el refrán: Haz lo que digo, y no lo que hago. ¿Por qué no recurre a la sensatez del debate civilizado, en lugar de seguir empleando la irracionalidad y la barbarie de la represión, las detenciones arbitrarias y los bochornosos “actos de repudio”!