LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Realizar un simple trámite en las direcciones municipales de la vivienda, es la vía más expedita para toparse con algunos de los monstruos que engendra la burocracia.
En estos enclaves se perciben las consecuencias del descontrol social y laboral que existe en Cuba. Extorsiones, sobornos, entre otras triquiñuelas que por su constancia y número de implicados hasta llegan a parecer legales, son el botón de muestra de un fenómeno que afecta a varias generaciones de coterráneos.
Por ejemplo, el proceso para legalizar la propiedad de un inmueble puede prolongarse por tiempo indefinido a causa del deficiente trabajo de arquitectos y abogados. Estas actitudes se originan y consolidan a partir de dos fuentes: la incompetencia y la morosidad intencional, con el fin de obtener dinero por debajo de la mesa.
La sección Cartas a la dirección, del periódico Granma, publicó un caso en el que un residente de Ciudad de La Habana se encuentra inmerso en un torbellino de indolencias, que le impide la obtención del título que lo acredita como propietario de una casa. Desde el 6 de noviembre de 2010, cuando se inició el proceso, aún espera por el documento. Los viajes de la dirección de la vivienda del municipio La Lisa hasta la notaría, y viceversa, se han sucedido una y otra vez sin un final feliz.
Lo insultante del caso es que las complicaciones han sido provocadas por errores de quienes tienen la responsabilidad de viabilizar este tipo de tramitaciones.
La publicación del caso no es motivo para esperar una normalización de estos asuntos. Los múltiples intereses creados alrededor de una monumental cadena de irregularidades son los amarres que nos atan a la anarquía. El país es como un tren sin frenos a merced de un descarrilamiento, hasta ahora evitado con puntuales maniobras, sin olvidar los accidentes cotidianos con su larga lista de damnificados, como el señor que describe parte de sus tribulaciones en el Granma.
Los pagos subrepticios para agilizar un determinado trámite en las oficinas de las direcciones municipales de la vivienda son algo rutinario. Las normas que rigen el funcionamiento de las entidades económicas, propician el enriquecimiento de muchos vividores, que nada aportan a la sociedad. El carné del partido o la juventud comunista, es frecuentemente usado como camuflaje para cubrir las trampas de estos personajes. Pensar en la erradicación de esos lastres, mientras dure el gobierno que los apadrina, es una quimera.
El día que la sociedad cubana camine por los senderos de la productividad y la eficiencia, llegará solamente cuando no seamos gobernados por quienes insisten en llamar socialismo a un sistema que no más que un espectro.