LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Poey es un barrio empobrecido. Está ubicado en el municipio habanero de Arroyo Naranjo, y entre sus jóvenes y adultos campea la marginación.
Por esa zona nació el Partido Neocatólico, organización con más de una década de experiencia en la oposición al régimen. Su programa político religioso se fundamenta en la creencia en un ser supremo, y en defensa de la prosperidad familiar para los cubanos.
Con este propósito, Gerardo Lazcano y Augusto Guerra, presidente y vicepresidente de la organización, desarrollaron un evento público, el pasado 3 de enero. Lo denominaron “La Campiña”. Su propósito: promover el diálogo abierto de los ciudadanos, en un ejercicio de libre expresión por parte de la sociedad civil, algo nunca promovido por el Estado en ese sitio.
Allí se estableció un interesante encuentro con los malparados miembros de una especie de Corte de los Milagros, muchos de ellos negros y mestizos, y ubicados dentro de la denominada Tercera Edad. El interés mayor del encuentro fue conocer sobre las opiniones y preocupaciones de los residentes acerca de las innumerables dificultades que los agobian.
En ocasiones resulta asombrosa la inteligencia y la agilidad mental de esas personas que malviven en La Habana profunda.
Uno de ellos es Arturo, negro y marginal, de 74 años, que pernocta en una pocilga de madera, con letrina sin techo. En su “casa” caben, a duras penas, la cama y un fogón.
A él le recordé que ha entrado en vigor un reglamento para otorgarles subsidios a algunos ciudadanos, con el fin de que puedan financiar la compra de materiales y pagar mano de obra para reparar o rehabilitar sus viviendas con el esfuerzo propio. Además, le pregunté si ha valorado la posibilidad de solicitar un crédito.
La respuesta de Arturo fue tajante: “Yo no creo en eso. En primera, no tengo ningún tipo de pensión económica. Y en segunda, llevo 40 años metido ahí (señalando hacia el bajareque casi invivible), pero no tengo papeles de la propiedad.
Otro tema candente que salió a relucir, y no por casualidad, fue el de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Muchos de estos alucinantes marginales tienen parientes residiendo en el Norte. Uno de ellos declaró que “ya es hora de que los gobiernos se arreglen, y si los gobiernos no saben o no quieren arreglarse, deben dejar que los familiares de las dos orillas nos arreglemos entre nosotros mismos”.
Otro marginado, activista neocatólico, trajo a colación la capacidad productiva, o mejor dicho, improductiva del país. Añadió que “si los gobernantes cubanos no son capaces ni de cultivar los frijoles con eficiencia para el pueblo, entonces no sé para qué existen tantas unidades militares de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior, con cientos de miles de reclutas”.
En un lenguaje orillero y hasta propio de un ex-presidiario, pero muy franco, dijo además: “Allí, en el ‘tanque’ (la prisión) hay quien se ha pasado buena parte de la vida preso por cosas que sólo en Cuba eran y son consideradas delitos sociales. Yo mismo era hippie, y por eso caí preso. Luego, allí adentro me fui complicando durante años. Y aún estoy cumpliendo, en libertad condicional”.
Finalmente, cerró con broche de oro: “Yo conozco a la oposición de aquí, y sé que es honrada. Por eso, si le mandan ayuda del exilio, bienvenida sea. Pero yo digo que los opositores de verdad deben, ahora más que nunca, buscar el dinero aquí, en nuestra tierra, es aquí donde hay que buscar el baro, en la campiña cubana”.