LA HABANA Cuba, enero (173.203.82.38) – ¿Un noble francés asaltante de Santiago de Cuba y La Habana? Página poco conocida de la historia nacional. El aristócrata galo se llamó Jean François de la Rocque (1500-1560), nacido en Carcassonne, sur de Francia. Su inicio en la vida del mar no fue como asaltante de flotas y pueblos. Tuvo precedente más elevado.
Llegó a América enviado por Francisco I, rey de Francia, para acompañar, como Teniente Gobernador de Canadá a Jacques Cartier, descubridor de ese territorio.
En acción parecida a la de Hernán Cortés en Cuba, que abandonó en secreto al gobernador Diego Velázquez y marchó a conquistar México, el aristócrata francés se independizó de Cartier, no para conquistar tierras para su rey, como Cortés, sino para actuar en su beneficio. El aventurero, animado por las noticias de fácil enriquecimiento en el Caribe, reunió cuatro naves y unos cincuenta ambiciosos y partió a la caza de fortuna. Zarparon del río San Lorenzo en 1543. La felonía contra Francisco I le permitió inmediata satisfacción de su ambición, dando riendas sueltas a su espíritu aventurero.
Cuando viajaba hacia el Caribe, se les interpuso una pequeña flota española que se dirigía a México. La asaltó con éxito. Guiado por un marino español desertor siguieron viaje a Cartagena de Indias donde saquearon, asesinaron y violaron a cuanta mujer aparecía en el camino. No abandonaronn la plaza hasta recibir unsuculento rescate.
Roberval, como rebautizaron los españoles a Jean François, partió de inmediato al próspero puerto de Santa Marta, donde arrasaron. Allí tuvo noticias de la prosperidad y escasas defensas de La Habana y Santiago de Cuba, principales villas cubanas. La mesa estaba servida y el menú era apetitoso.
El pirata empleó una táctica desacostumbrada: dividió las fuerzas. Envió una embarcación con veinte hombres, bien artillada, a Santiago de Cuba, y él, con cuatro buques tomó posición en Isla de Pinos, de donde partieron a atacar La Habana. No le fue bien. Tuvo que reembarcar rápido por la obstinación de los habaneros en defender la ciudad.
Mejor suerte acompañó a la partida en Santiago de Cuba, donde asaltaron un buque cargado de mercancías a la entrada de la bahía. En poco tiempo tomaron la nave, y ante los sorprendidos santiagueros, trasladaron a la nave pirata en apenas dos horas cuanto de valor encontraron. Envalentonados por la rápida victoria pusieron proa a la ciudad con claras intenciones de conquistarla.
Los alarmados custodios de la ciudad dispararon sin cesar los cañones que poseían, e hicieron desistir a los piratas de sus intentos de conquista.
Terminaba uno de los primeros y tantos capítulos del pillaje en el Caribe. Algunos recuerdos están expuestos en una antigua fortaleza de la Habana Vieja, el castillo del Moro, sede del Museo de la Piratería.