LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Jacinto es médico, pediatra, ya jubilado. Hace cuatro meses se desempeña como taxista particular. Solicitó permiso para ejercer el oficio después que el Estado autorizó el trabajo por cuenta propia.
Jacinto quiso ejercer como médico en su hogar pero en el Ministerio del Trabajo le informaron que está prohibido practicar profesiones que tienen que ver con la salud, privadamente. Recordó a muchos enfermeros en activo que ejercen la profesión en privado; y no son pocos los que han renunciado al trabajo estatal, para dedicarse a la enfermería no autorizada, pero mejor remunerada.
El doctor Jacinto y su esposa, enfermera también jubilada, con las pensiones que reciben, y una hija residente en el exterior que algunas veces les envía un dinero extra, no viven mal, aunque tampoco muy bien.
Mantener funcionando el auto Lada que el gobierno le vendió en 1984, debido a que fue un reconocido profesor universitario, merecedor de la distinción Trabajador Vanguardia, es la mayor preocupación del médico. Elena, la esposa, le reprocha al marido lo que invierte en tiempo, dinero y disgustos a la hora de reparar el cacharro, sin contar la gasolina. Con frecuencia pide a Jacinto que alquile o venda el auto, pero las dos opciones son ilegales.
Los automóviles que el gobierno vende a determinadas personas, no pueden, a su vez, venderse a terceros, sea quien sea, lo cual está estipulado en el contrato.
Algunos realizan la operación por la izquierda, pero corren el riesgo de perder el vehículo.
Jacinto piensa diferente a Elena, y nunca aceptó propuesta de venta o alquiler.
-El que necesite alquilar un carro para trabajarlo no tiene iniciativa. Además, el que lo alquile explotará el auto al máximo para pagarme, y obtener alguna ganancia. Al final me devolverá una bola de chatarra. Por eso ni lo vendo ni lo alquilo. Ese Lada se va conmigo a la tumba –expresa Jacinto, y acompaña sus palabras con una sonrisa de oreja a oreja.