LA HABANA, Cuba, octubre, 173.203.82.38 – El canciller del gobierno militar cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, leyó el discurso de su delegación en la 66 Asamblea General de las Naciones Unidas.
Sin dotes de orador, sin carisma, apocado por el nivel de exigencias de su rol, y la contradicción entre los extremos de la elite verde olivo, pero además precedido por un artículo de Fidel Castro, publicado en todos los medios oficiales, Bruno mantiene su triste imagen como funcionario, quizás superada solamente por la grisura de Isidoro Malmierca.
Cierto que el gobierno no puede ufanarse de oradores inteligentes en el podio del Palacio de las Naciones. El más críptico es el semi analfabeto funcional Esteban Lazo, tanto, que hasta una psiquiatra de Santiago de Cuba, muy revolucionaria ella, expresó sentir vergüenza ajena por ese político. Pero podríamos decir lo mismo de José Machado o del chancletero Raúl Roa.
El discurso de Bruno en esta sesión, fue acompañado por un intenso trabajo y reuniones del canciller con delegaciones de diferentes países. La enseñanza más importante de ambas cosas, el aislamiento político internacional del gobierno cubano y la subordinación de su política exterior a Caracas; algo que quedó evidenciado por la guataquería sin par hacia el ególatra venezolano Hugo Chávez, al calificarlo como “figura continental”.
No llaman la atención, por ser constantes, el antinorteamericanismo visceral del discurso, ni el apoyo a la dictadura de Basar el Assad, en Siria, y al desaparecido gobierno de Gadafi; todo ello en total sintonía con el Palacio de Miraflores.
Quizás más interesante es el empreño pueril con el que el canciller cubano y el gobierno que representa, intentan mantener la relación de intercambio entre los espías cubanos presos en los Estados Unidos y el cooperante norteamericano Alan Gross. Sobre todo después que Washington a través de todos los canales ha expresado que son temas distintos, con soluciones diferentes y no relacionadas, y de que el propio Bruno desairara sin contemplaciones al ex embajador y ex gobernador Bill Richardson, quien intentó buscar una solución al conflicto en reciente visita a La Habana.
Por último, el aburridísimo tema del embargo/bloqueo norteamericano al gobierno de los hermanos Castro, fue otra cuestión tratada de manera infantil e irresponsable por el gobierno cubano, en conjunto con el tema árabe-israelí.
La incapacidad para encontrar puntos reales que proyecten la política exterior cubana en el concierto de las naciones, sigue siendo una piedra en el zapato del mediocre canciller.