CIENFUEGOS. Cuba, febrero, 173.203.82.38 -En cuanto cruzamos las primeras palabras, el llanto asomó a los ojos de Yoanka Pérez. La mirada perdida en los recuerdos, la voz entrecortada por la ira y la impotencia. Le costó trabajo comenzar la entrevista. Me vi forzado a tratar un tema trivial para ver si la sacaba del hoyo emocional en que había caído. Unos minutos después, tomó aire y comenzó el recuento.
El difunto era primo hermano suyo, y “no porque esté muerto, pero era una persona intachable: buen hijo, buen amigo, buen familiar”. Ese día había salido temprano del trabajo y se dirigía a su casa. Era treinta de diciembre. Había conseguido un pernil de puerco con el que pensaba preparar la cena para fin de año. Pedaleaba cuando llegó el impacto. No lo vio venir.
Yhosvanny Moreno Martínez transitaba por la vía preferencial que se extiende frente al barrio Pastorita. Él iba confiado, quizás haciendo planes de vida para el año que estaba por llegar. Fue aquel chofer ebrio quien debió detenerse, más la euforia del festín y algunas copas de más, le nublaron la conciencia y le excitaron los sentidos. Tal vez estaba apurado o la embriaguez le hizo sentir que era una suerte de Fangio, campeón de las carreteras.
Iba a más de 120 kilómetros por hora, le aseguró a Yoanka un chofer de taxis que presenció el incidente y que ha ofrecido servir como testigo. “No se detuvo en ningún momento”, le contó irritado el taxista a nuestra entrevistada: “Se dio a la fuga, lo vi detenerse como a tres cuadras y me dispuse a seguirle. Lo pude confrontar en el parqueo que se ubica frente a la sede del Gobierno Provincial. Estaba ebrio y además excitado. Me dijo que no sabía lo que había pasado. Que sintió como el carro golpeaba algo, pero pensó fuera un animal”
El siniestro fue notificado, y el infractor encarcelado en la Unidad de la Policía, donde comenzaron las indagaciones. Para entonces, el accidentado se debatía entre la vida y la muerte, en la sala de terapia intensiva del Hospital Provincial Gustavo Aldereguía Lima, adonde le habían trasladado.
“Mi tío se personó en la Estación de la Policía -dice Yoanka-, pero no le permitieron hablar con el chofer, un señor de algo más de 60 años de edad, Teniente Coronel retirado, que labora como Jefe de Servicio del Palacio de las Convenciones (Centro de reuniones que funge como sede permanente del Parlamento Cubano), quien ni siquiera se excusó por haber dejado abandonado a mi primo”.
“Lo que más nos duele –añade Yoanka-, es que ese señor fuera liberado apenas transcurrida las primeras veinticuatro horas. Mi primo falleció a las cuarenta y ocho. Si el culpable hubiese sido algún hijo de buen vecino, te aseguro que aún estuviera encerrado. Cuando pregunté en la Unidad de Instrucción por qué, a pesar de haber matado un hombre, seguía trabajando, la respuesta que me dio una joven, que se identificó como máxima responsable del lugar, fue que esa decisión le correspondía tomarla al jefe del infractor, no a ellos”.
Un mes ha pasado desde que Yoanka y yo conversamos. El instructor nada les ha notificado. Ella llama constantemente a su oficina para ver si hay novedad, pero él nunca se encuentra.
Cuando se produjo la entrevista, aún no le habían tomado testimonio al taxista, ni al chofer de la ambulancia que trasladó al herido hasta el centro asistencial. La morosidad y apatía con que, según mi entrevistada, las autoridades policiales han llevado el caso, hace temer a la familia que, dada la posición que ocupa el implicado, se quiera esconder el presunto crimen debajo de la alfombra.