LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Rosita estudió comercio y se desempeñaba desde hacía 2 años como secretaria. Hace un mes pasó a integrar el ejército de desempleados, y aunque le dijeron que quedaba “disponible”, por muy bonita que sonara la palabra, la realidad era que estaba en la calle.
Al principio se desesperó, porque no sabía hacer otra cosa que trabajar como secretaria. Luego decidió probar suerte fabricando y vendiendo pizzas. Consiguió un tanque metálico de 55 galones, y lo preparó para que sirviera de horno. El carbón no era difícil de conseguir. Su uso se ha puesto de moda a la hora de cocinar, ante la escasez de gas, la rotura de las hornillitas eléctricas, de las ollas Reina y de las Liya, más los apagones. Por otra parte, el marabú es de lo poco que abunda, y es de allí de donde sale el carbón.
Cuando la madre de Rosita vio el tanque se asustó.
-¿Te has vuelto loca? ¿Dónde vamos a meter ese tanque en este apartamento tan chiquito?
-Aquí en la sala – respondió Rosita.
Estaba dispuesta a todo con tal de quitarse de la cabeza una idea que la rondaba, y se fue a la Oficina Nacional Tributaria (ONAT) para solicitar la licencia, pero cuando le informaron de los requisitos que necesitaba para montar el negocio de pizzas, solo atinó a dar las buenas tardes y salir de la oficina como bola por tronera.
Y como el maná no le iba a caer del cielo, y sin comer no se iban a quedar, además de que había que pagar la luz, la casa y el refrigerador, la solución desesperada pasó de nuevo por su mente, como única alternativa.
-Mami, no te preocupes, mañana mismo me visto bien y me voy a caminar la Quinta Avenida.