“La transición ya se está efectuando en el lugar más importante, o sea, en el alma y la mente de los cubanos, frustrados y desengañados de tantas promesas incumplidas”.
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org – Cada día se hace más evidente el descontento de la población. No es raro que desconocidos aprovechen cualquier espera forzosa para desahogarse de problemas propios, y en muchos casos, comunes.
Así, ya es costumbre escuchar quejas y maldiciones contra el Gobierno en paradas de ómnibus, en las colas de la bodega, de la carnicería, del pan, en la cola de la posta médica.
Precisamente, en la cola de un Cuerpo de Guardia, un sábado al mediodía, tuvo lugar la siguiente escena.
Los cerca de treinta asientos del salón de espera del Policlínico 30 de Noviembre estaban prácticamente llenos, pues había una sola doctora de guardia. Los enfermos realmente necesitados se quedaban, sin otro remedio que armarse de paciencia, pero algunos se iban, calculando que no saldrían de allí ni en dos horas.
Catalina no tenía más opción que hacer como los primeros, pues necesitaba con urgencia una prescripción y ya en el Policlínico de Lawton la habían “planchado”: aquella doctora le enseñó su lastimosa provisión de tres recetas, las cuales, dijo, le exigían economizar, así que si no era urgente…
Y aquí estaba ahora la mujer, esperando, como otras veinte y pico personas, a que le tocara su turno. Al rato, llegó, adolorido, un hombre de unos cincuenta años, que preguntó por el último, con voz malhumorada por la cantidad de gente.
Cuando una señora le dijo que había un solo médico de guardia, el hombre le contestó que era natural, si todos los médicos cubanos están en Venezuela, Bolivia, Brasil o Haití, o en cualquier país menos en Cuba. Que por eso hay tantos consultorios cerrados, y tantas colas en los abiertos.
Intervino un joven muy correcto y bien vestido, que añadió que, al parecer, los medicamentos se habían ido con los médicos. Otro afirmó, convencido, que lo mismo había ocurrido con los aparatos médicos, a juzgar por las noticias del NTV, en las que a menudo se hablaba no solo de medicamentos repartidos gratuitamente, sino de hospitales enteros donados por Cuba a esos países.
Una muchacha se preguntaba de dónde saca el Gobierno para regalar, si es que cuando caes en un hospital casi nunca hay con qué hacerte ni una tomografía, ni una placa, ni un análisis de sangre, a lo que un señor replicó que seguramente se trata de donaciones que, en lugar de entregárselas al pueblo cubano, a quien están dirigidas, el Gobierno las usa para ganar partidarios en toda América Latina. Los presentes estuvieron de acuerdo en que aquello era criminal, con la miseria que tenemos en este país.
Y así, entre quejas y opiniones -que si Maduro va por el mismo camino, que si la atención médica que vale la pena en Cuba es la del Cira García o la que reciben los venezolanos-, fue pasando el tiempo. De repente, llegó otro médico con aspecto de extranjero, quien al poco rato abrió la otra consulta.
Casualmente, fue esta la que le tocó a Catalina cuando llegó su turno. La señora entró con miedo de que esta vez también le negaran la receta, pero por suerte ocurrió todo lo contrario. Este médico tenía un bulto enorme de aquellas, y no puso reparos en darle una a ella y otra a un señor que se “coló” para pedirla.
Catalina salió muy contenta de la consulta, pues ahora podría continuar con su tratamiento. Al pasar por la sala de espera, escuchó a los pacientes que seguían desahogándose: que si un primo mío fue preso para las UMAP por tener el pelo largo y oír a los Beatles, que si “este tipo” es un descarado, tanto que los prohibió, y luego mandarle a hacer una estatua a Lennon y decir que “él también es un soñador”, que si la escasez es en los agros, porque en los hoteles y en las casas de los “pinchos” no falta nada, que qué van a hacer para recuperar lo invertido los que habían puesto salas de video, que se las mandaron a quitar todas de un día para otro, en lugar de darles licencia…
Y de música de fondo, Juan Gabriel en el mp3 de la laboratorista y un chorro de agua botándose de un tanque en la azotea.