SANTIAGO DE CUBA, julio, www.cubanet.org -En Santiago de Cuba, marginales, ex presidiarios y personajes de toda laya, siempre que estén “comprometidos” con el régimen, podrán arrollar por Trocha, vestidos de figurines, al ritmo de la trompeta china y del tambor en los desfiles del carnaval. Pero quienes disientan, o integren un grupo alternativo al régimen, no lo podrán hacer. De Chicharrones a Sueño, en las zonas del Tivolí y San Pedrito, y en todos los rincones santiagueros, informantes, policía y Seguridad del Estado extreman el asedio y las medidas de control contra la oposición.
Jorge Amado Robert Vera, delegado del Centro Nacional de Capacitación Sindical y Laboral (CNCSL), en ese territorio, e integrante del Comité de Ciudadanos por la Integración Racial (CIR), fue expulsado del Taller de Restauración de Muñecones, en la Dirección Municipal de Cultura. Se le acusa de mantener vínculos con la “contrarrevolución”.
Según reveló para Cubanet, la celebración de la tradicional Fiesta del Fuego, con amplia participación internacional, así como la proximidad de los Carnavales 2013, en medio de las celebraciones por el 60 aniversario del asalto al Cuartel Moncada, ha desatado en Santiago a la jauría de la persecución y la intolerancia.
“Nunca, durante los cuatro años que restauré muñecones para el carnaval, vi un control similar –precisa Robert Vera-. Los cuerpos represivos no sólo hicieron un ´cuéntame tu vida de los “desafectos”, también lo hicieron con los músicos, directivos y comparseros de supuesta trayectoria y lealtad revolucionaria. Todos han sido investigados en esta ocasión”.
De nada le sirvió a Robert Vera mantener una conducta laboral impecable, ni trabajar de sol a sol, sin tela, alambre, pega y otros materiales para la reparación, que la mayoría de las veces tenían que adquirir con propios recursos, para batallar durante meses, solo a cambio un miserable salario, más la desconfianza y el acoso.
“Trabajaba en un tallercito al aire libre, en la dirección municipal de cultura, ubicada en Carnicería No. 416, entre San Gerónimo y Enamorado, y allí las condiciones eran pésimas. Cuando podíamos sacar adelante la tarea era porque algunos amigos de Saint Kits, Surinam o Trinidad y Tobago, nos daban recursos para la reparación”.
De acuerdo con su opinión, en las comparsas hay personas como en todas partes: buenas, malas o regulares, pero predomina el sustrato marginado de la sociedad. Sin embargo, ni a la policía ni a la Seguridad del Estado les importa si el que arroya detrás de la conga del Cocuyé, o baila en las comparsas Paso Franco, San Agustín, y Los Muñecones, robó, o tiene expedientados hechos de sangre, o vende drogas en los solares. Les basta con que confiese que es revolucionario. Y aún mejor les viene si se presta para colaborar como chivato.
Robert Vera sospecha que no sólo lo expulsó del trabajo la paranoia oficial que recorre Santiago de Cuba en vísperas del 26. Para él, la causa principal son sus denuncias a través de varios medios digitales sobre los juicios sumarios y sin garantías a personas acusadas del desvío de recursos para los damnificados del huracán Sandy, que desbastó la parte más vulnerable del territorio, la población.
A ello habría que agregar otras denuncias suyas sobre actos de corrupción, por parte de funcionarios del Estado; o sobre las condiciones carcelarias en la penitenciaría de Boniato; o sobre la crisis del transporte, la discriminación racial y la cesantía de cientos de trabajadores “por redimensionamiento” del sector cultural.
No obstante, concluye: “Como ciudadano libre, no tengo nada de qué avergonzarme. Deben ser ellos, los que me expulsaron, quienes se avergüencen, por violar mis derechos a la libertad de opinión y de expresión. Yo cumplo con mi deber y lo seguiré haciendo”.