LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -A juzgar por la más reciente encuesta, parecería que el Instituto Cubano de Radio y Televisión quiere hacer cambios en su programación para que esté más a tono con el gusto del público. Aunque no se trata de la primera encuesta que se realiza. De manera que lo más lógico es suponer que procura hacer los cambios mínimos para que la programación siga siendo en esencia la misma.
Es curioso que esta vez la encuesta no sólo incluya los programas de la televisión nacional, sino también los programas de “la antena”, o sea, aquellos que, gracias a la colocación ilegal de antenas parabólicas, muchísima gente prefiere ver; programas de canales extranjeros, principalmente de Miami.
La encuestadora le llenaba a la persona que aceptaba ser encuestada un pequeño formulario con la edad, dirección particular, el grado de escolaridad y alguna otra menudencia, incluido el nombre del encuestado. Aunque la encuestadora explicaba de inmediato, y no de modo muy convincente, que se trataba nada más que de una referencia que no iría incluida en la planilla de la encuesta.
Por supuesto que pedirle a cualquiera que reconozca que se dedica a ver programación extranjera a través de una antena ilegal y, al mismo tiempo, pedirle todos sus datos personales, es algo casi gracioso, porque la policía, que tanto persigue el uso de esas antenas, sigue órdenes que vienen desde donde mismo provienen las que mueven al instituto de radio y televisión. Es algo que no desconoce aquí ni el más ingenuo.
La encuestadora insistía en que las anotaciones en la planilla debían ser hechas sin que se rompiera la rutina habitual y que, sobre todo, en ningún caso debía el encuestado dejarse llevar por el impulso de anotar que ve programas que de ordinario no ve. Incluso no importaría si anota que ve poca televisión o no la ve en absoluto.
La planilla de la encuesta consignaba una tabla para cada día de la semana, que era el marco de referencia del estudio, con una casilla para la hora en que uno comenzaba a ver el programa, otro para el canal y una última para marcar en un cuadrito la valoración, de cinco grados, que iba desde excelente hasta mala. Después del séptimo día, había un espacio para que el encuestado anotara sus recomendaciones sobre la programación televisiva cubana en general.
Desde hace varios años, además de Cubavisión, Tele Rebelde y los dos Canales Educativos (aparte de los canales provinciales, que en el caso de la capital es Canal Habana), existe también Multivisión, un canal que no produce programas, sino que los pesca de lo que difunden Estados Unidos (sobre todo Discovery Channel, History Channel, etc), Tele Sur, la televisión china y a veces algo de la europea. Solamente Cubavisión y Multivisión transmiten durante las veinticuatro horas.
Las telenovelas y las series abundan más que nunca antes, aunque las menos vistas son las cubanas, que además son muy escasas. Por no hablar de los programas humorísticos, que son pocos y en general, salvo ratos excepcionales, bastante lamentables. Los deportes tienen, relativamente, bastante tiempo en pantalla, aunque con razón mucha gente quisiera más aún y con la inclusión del béisbol profesional. La programación infantil, que tiene ahora mucho más espacio que hace unos años, también depende en primer lugar de producciones extranjeras, pero al menos resulta bastante aceptada por el público a quien va dirigida. Así que es previsible lo que la encuesta reflejará en estos aspectos, o sea, lo mismo que otras encuestas han reflejado y que todo el mundo sabe.
Pero al parecer lo que interesa al ICRT es constatar la cantidad de público que tiene, y cuáles son sus opiniones, lo que constituye el meollo, el núcleo duro, el corazón mismo de toda la programación del país. En fin, todo lo que produce el sistema informativo de la televisión cubana, un ente muy poderoso, con una cantidad de trabajadores y de recursos incalculable. De toda esa producción las joyas de la corona son el Noticiero Nacional de Televisión y la Mesa Redonda.
Recuerdo que hace años, cuando había sólo dos canales, se podía oír, caminando por la calle a las ocho de la noche, la música de presentación del Noticiero que salía de casi todas las casas. Era lo único que había. Pero ahora no es así y la mayor parte de la gente (si es que no tiene antena), cambia a las ocho para otro canal, o baja el volumen, esperando el parte del tiempo. Otro tanto ocurre con la Mesa Redonda, a las seis y treinta de la tarde.
Por supuesto que hay quienes ven ambos programas y hasta los disfrutan, porque están seguros de antemano de que todo lo que van a decir allí es cierto. Pero otros muchos, cuando los ven, sólo quieren “leer entre líneas” para tratar de descifrar la verdadera “información”, siempre suavizada y manipulada, como cuando se muestra el supuesto espíritu reformista del gobierno o se habla de algún nuevo cambio de ministros; o incluso tratando de “leer al revés”, como cuando se describe (al igual que se describía antes sobre la Libia de Gadafi) el “masivo apoyo” del pueblo sirio a su amado líder Bachar al-Assad.
¿Qué pondrán los encuestados en su evaluación del Noticiero Nacional de Televisión y de la Mesa Redonda, en caso de que reporten haberlos visto?. ¿Cuál de los cinco cuadritos marcarán, entre “excelente” y “mala”?. ¿Cuántos dirán que son programas “muy buenos” o acaso “buenos”?. Son conclusiones muy difíciles de prever, aunque más difícil sería que resultaran asombrosas para la misma presidencia del ICRT.
¿Es posible concebir que el Noticiero se convierta en un espacio donde se dé información aceptablemente seria sobre lo que ocurre en el país y en el mundo?. ¿Es concebible que en la Mesa Redonda exista un verdadero debate informativo y de opiniones de periodistas y especialistas en busca de una verdad que no sea propaganda brutal y repetitiva?. Sería inocente pedir que cambie la esencia del sistema informativo de la televisión, diseñado para que la mentalidad del público no cambie gracias a una paralizante saturación propagandística del partido único.
Y esa saturación propagandística no puede desaparecer sin que cambie la esencia misma del gobierno. De modo que la nueva encuesta televisiva, como los “debates populares” sobre los lineamientos del Partido Comunista y tantas otras “consultas” sobre la opinión del pueblo, debe ser más de lo mismo: una mirada del poder a través del “microscopio que tenemos”, según decía Fidel Castro. Un sondeo para saber qué pretenden opinar los pequeños seres bajo la lente y hacer más eficiente el control de lo que nunca debe cambiar, la maquinaria. Y, claro está, su Gran Timonel.