LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Ha pasado más de un mes de las palabras del general de ejército Raúl Castro Ruz en la primera sesión ordinaria de la octava legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular en el Palacio de Convenciones, el 7 de julio de 2013. Si algunos creyeron que después de aquel discurso las cosas iban a mejorar, se equivocaron. Ha pasado el tiempo y aún no se toman medidas en apoyo a la población.
Por solo citar algunas de las vicisitudes que enfrenta el cubano día tras día, tenemos la pésima calidad del pan, las alteraciones de precios en la Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD), así como la falta de bolsas de nylon para guardar la compra, que sin embargo se venden en las esquinas por particulares; los escasos y deficientes arreglos de salideros de Aguas de La Habana, el robo en los agromercados, las largas colas de los pensionados en las aceras, a pleno sol y a veces bajo la lluvia, para cobrar sus pensiones, y los impedimentos que ponen muchos funcionarios de dependencias estatales -como el Registro Civil y la Vivienda- en espera de que el solicitante ofrezca regalos o dinero para agilizar la gestión.
Mientras, los administradores y funcionarios públicos, en su inmensa mayoría militantes del Partido Comunista (PCC) –requisito imprescindible para ocupar cargos de dirección – se mantienen insensibles ante esta situación.
Es común la ausencia de directores o administradores cuando algún cliente requiere su presencia para expresar una queja, y ante la frustración, es frecuente escuchar: “Esto no hay quien lo arregle”. Otros alegan que la indolencia de estos está respaldada por la corrupción de muchos inspectores.
Tita también escuchó las palabras de Raúl y pensó que las cosas pronto cambiarían. Por eso, cuando compró diez libras de boniato en el agromercado y comprobó que le habían robado en el peso, fue a ver al administrador. Éste la escuchó sin decir una palabra, y salió caminando con ella hasta la tarima donde vendía el infractor, a quien ordenó completarle el peso a la señora sin siquiera verificar si esta tenía razón. Luego no hizo otra cosa que dar media vuelta y regresar a la oficina como si nada.
Mi vecino Robertico sigue comprando el pan del desayuno bien temprano en la mañana. Al preguntarle por qué no lo compra el día anterior, para no madrugar, me responde que si lo hace así, al otro día el pan tiene moho. Varios consumidores se han quejado, pero el administrador los ignora una y otra vez.
Muchos consumidores molestos se preguntan si entre las violaciones a las normativas de Planificación Física de las que hablaba Raúl estarán comprendidas las viviendas que para favorecer a ciertos cuadros del Comercio se fabrican en espacios arrebatados a carnicerías, bodegas, lecherías y puestos de viandas.
Hacen falta más que palabras para acabar con el robo y la corrupción, dos de los mayores causantes de los daños morales y materiales que sufre nuestra sociedad.