LA HABANA, Cuba, julio, 173.203.82.38 -Entre las ocurrencias más desorbitadas y graciosas de la izquierda latinoamericana en los últimos días, están las denuncias sobre el supuesto fraude electoral en el fraterno México. Según las autoridades federales, Enrique Peña Nieto, candidato del opositor Partido Revolucionario Institucional (PRI), triunfó de modo contundente.
Actuando conforme a lo que parece haberse convertido en una manía suya, el siempre derrotado aspirante de las fuerzas zurdas de ese país, Andrés Manuel López Obrador, conocido por sus iniciales —AMLO— (incuestionable anagrama de MALO), denunció un hipotético fraude de proporciones colosales, y demandó “el recuento total de los votos” en todo México.
Quiere ello decir que el ex Regente del Distrito Federal persiste en no imitar a otros latinoamericanos de su misma vertiente ideológica, como Salvador Allende o “Lula” da Silva. También éstos fueron derrotados en más de una ocasión, pero aceptaron sus fracasos sin protestar, y cada uno se alzó con la victoria en su tercer intento.
Hay que decir que la demanda de López Obrador fue complacida por el Instituto Federal Electoral, y aunque el recuento sirvió para detectar —y subsanar— determinadas deficiencias, el nuevo cómputo ratificó, en lo fundamental, los resultados anunciados de inicio.
Fue entonces que AMLO formuló su nueva acusación: el éxito —dijo— había sido logrado mediante la compra de “millones de votos”. La imputación es tan insólita, que hasta el diario Granma decidió guardar distancias, y optó, de manera pudorosa, por entrecomillar la frase relativa al increíble número aproximado de los sufragios negociados.
Ahora López Obrador, al ratificar su propósito de agotar todos los recursos legales, precisa la cantidad de votos comprados, y asevera que son… ¡“cinco millones”! Con esto —aunque él, en su obcecación, no se dé cuenta—, el capo izquierdista deja malparado a su propio pueblo, pues, según su afirmación… ¡uno de cada diez electores vendió su voto al PRI! ¡Qué escándalo! Claro, si fuera verdad.
Desconozco los pormenores de la legislación comicial azteca, pero me pregunto qué volumen tendrán las reclamaciones de AMLO y su gente, si llegaran a cumplir sus amenazas. Suponiendo que los datos fundamentales de cada presunto vendedor del voto ocupe una sola línea, entonces, a razón de 50 por cuartilla, se necesitarían ¡100 mil páginas sólo para enumerarlos!
Aclaro que no dudo que los activistas del PRI hayan cometido una pequeña parte de los pecados que les imputan. En definitiva, al ejercer “la dictadura perfecta” durante más de siete decenios, sus personeros aprendieron a hacer unas cuantas picardías. ¡Pero acusar de fraude a un partido que ahora no está en el gobierno central! ¡Y pretender borrar con las denuncias una diferencia de 3,4 millones de votos…!
En una cuerda más seria, cabe señalar que ni siquiera Cuba o Venezuela se han sumado a la gritería orquestada por el Movimiento Progresista mexicano. Testimonio de ello son las cartas felicitando por su victoria a Peña Nieto, enviadas por el General de Ejército Raúl Castro y el presidente Hugo Chávez, las que han provocado irritación en AMLO.
Pese a lo anterior, los camaradas del Foro de Sao Paulo, reunidos la semana pasada en la capital venezolana, se sumaron también al desafinado y exiguo coro de los que denuncian el supuesto fraude electoral, a cuyo efecto convocan “a la defensa de la democracia” en el país azteca.
Plantea la Declaración de Caracas: “Una vez más, la derecha mexicana recurrió a la manipulación mediática con encuestas amañadas, compra masiva de votos y otro tipo de fraudes que distorsionaron la elección presidencial celebrada el primero de julio”. Según los del Foro, el objetivo es “tratar de imponer un candidato opuesto a los mejores intereses del pueblo mexicano”.
Pasando por alto la petulancia desorbitada de atribuirse la capacidad de aventajar a los propios nacionales a la hora de determinar cuáles son sus “mejores intereses”, es un hecho cierto que el párrafo consagrado por el Foro de Sao Paulo a los comicios, muestra un desenfreno netamente menor que el de AMLO.
En cuanto a los pronósticos, éstos, con admirable unanimidad, daban como ganador a Peña Nieto, y situaban en segundo y tercer lugar a López Obrador y a la candidata oficialista Josefina Vázquez Mota, respectivamente; el sótano se le auguraba, de lejos, a Gabriel Quadri. Fue exactamente lo que sucedió. En ese contexto, hablar de “encuestas amañadas” parece una necedad.
Estoy convencido de que, en definitiva, las aguas cogerán su nivel en el México hermano. AMLO, que, a juzgar por su reacción irracional, parece estar convencido de que la de ahora era su última oportunidad de ser presidente, seguirá rumiando su fracaso. ¡Ojalá que el PRI, durante este nuevo sexenio, no repita los abusos y errores de su anterior estancia prolongadísima en el poder!