LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Años atrás tenía una imagen idílica del aeropuerto de La Habana. Lo veía como el sitio en que se rozaban las fronteras cubanas con el mundo. Hacía todo lo posible por permanecer durante largos ratos allí, bañada por ese “limbo de libertad sensorial”, para llevarme un tilín de lo que es el mundo real y no la farsa cubana. Sin embargo, cuando lo visité, hace unos días, mi impresión fue la de estar dentro de una granja de pollos.
El Aeropuerto Internacional José Martí está situado a 18 kilómetros del centro de La Habana. Es el principal de Cuba. En la actualidad, funcionan sus cinco terminales. La terminal 1 sirve a vuelos domésticos de Cubana de Aviación. En tanto, la terminal 2 asume vuelos charters de Miami y Aerolíneas Charters Corsair de Francia. La terminal 3 es la principal y más moderna, sirve a la mayor parte del tráfico internacional y fue construida con la ayuda canadiense. La terminal 5 es para Aerocaribbean y algunas otras líneas charters. AeroVaradero es una terminal de carga, usada principalmente por Cargosur (Grupo Iberia) y Cubana Cargo.
Hay un servicio de autobús para transitar entre las terminales. Aunque la terminal 3 es supuestamente las más desarrollada y moderna, en realidad, cuando entras, lo primero que sientes es que no funciona el aire acondicionado. Quizás se deba a una medida de ahorro energético. Han llenado todas las esquinas de pequeñas tiendas con los productos cubanos más vendidos a nivel mundial. Se observan quioscos llenos de variedades de tabacos, ron Habana Club, cerámicas de corte folclórico.
Algo insólito e irónico es la venta, como suvenires, de los símbolos patrios, a precios exorbitantes. Por ejemplo, las banderas cubanas se venden en diferentes tamaños, y sus precios oscilan entre 5.00 y 20.00 cuc (equivalente al dólar estadounidense). También está en venta la más reciente edición de la Constitución de la República, a 20 .00 cuc. En las mismas tiendas de suvenires, venden las imágenes heroicas del Che, de Camilo, y en menor medida las del “Comandante en Jefe”.
También vale la pena observar las tiendas de productos alimenticios del aeropuerto. En esos lugares, los precios se disparan un 30% más que en las calles cubanas. Llama la atención la reducida oferta en los servicios gastronómicos. Existe una cafetería en la planta baja. Ésta se ubica de forma un tanto incómoda, pues sus mesas en el área de atención están directamente frente al tráfico de público, en medio de los salones A y B, que son para recibir a los viajeros.
En la segunda planta, te encontrarás con la mejor parte del aeropuerto. Es la zona del chequeo para abordar hacia el exterior. El servicio de envolvimiento de equipaje puede costar desde 8.00 hasta 50.00 cuc, en dependencia de las valijas. Mientras tanto, el viajero debe pagar un gravamen de 25.00 cuc por la estancia en este aeropuerto metamorfoseado en sauna. Una forma más de estafa a los turistas que desean conocer lo “paradisiaco” de esta isla en llamas. En la tercera planta se halla el Salón VIP. Allí presta servicios una mediana cafetería y los productos que ofertan son de una calidad cuestionable. Por ejemplo, el pan del sándwich de chorizo tenía indicios de moho.
Mientras el tráfico de viajeros continuaba, quise ser una de ellos, volando hacia la libertad. Sin embargo, percibí una extraña agonía en medio de aquella terminal triste y marchita. El aeropuerto dejó de ser un “lugar idílico”, para convertirse en un corral de pollos, donde algunos pueden volar y otros se quedan para ver volar.