BAYAMO, Cuba – Cuando en cualquier parte de la ciudad se habla del cumpleaños de San salvador de Bayamo, la primera imagen que viene a la mente de sus pobladores es la de los carnavales. En estos días lo habitual es disfrutar junto a familiares y amigos que llevan mucho tiempo sin verse, mientras algunos visitantes foráneos también llegan para no perderse la fiesta.
Estas celebraciones populares fueron creadas desde la colonización y la fundación de la Villa. La tradición es que, después de terminada la misa en la catedral, rompan los tambores y las congas por las calles principales, invitando a celebrar con cerveza, cerdo asado y bailables por todas las calles.
Tiempo atrás, los festejos atravesaban el centro histórico, comenzando por el Retablo de los Héroes, en el Reparto San Juan, y terminando en la Avenida Francisco Vicente Aguilera, en el Reparto Ojeda, donde el jurado premiaba las mejores carrozas y comparsas, valorando como requisitos el vestuario, la coreografía y aceptación del pueblo.
Todo esto era organizado por el señor Miguel López, muy conocido por todos los bayameses por su amor a las tradiciones de la ciudad. Miguel murió hace más de veinte años, y desde entonces comenzó a perderse ese sello distintivo de la antigua Villa, sus festejos populares.
Miguel fue instruido en las costumbres de su época, entre ellas la celebración de los carnavales. Por lo general esa tradición se transmite entre familiares y amigos de forma oral, pues en los centros de educación, todos estatales, se omite esa parte de la cultura local. La labor de aquel bayamés fue conservarlas, para lo cual, siempre con dos meses de anticipación, comenzaba a organizar el hermoso desfile con ayuda de amigos y vecinos del casco histórico.
Raquel Palma, amiga entrañable de Miguel, recuerda otras tradiciones perdidas: la farola gigante de cinco metros de altura que se hacía en el Parque Central, adornada con bombillas multicolores, y los abundantes fuegos artificiales que daban apertura al carnaval.
La feria comenzaba con un desfile de coches por el centro de la ciudad, paseando grupos de mujeres que vestían ropas de la época colonial y hombres que vestían de terratenientes, caballeros o esclavos, exhibiéndose entre carrozas y comparsas. Después venía una comparsa de niños y la carroza infantil, y luego los muñecones seguidos por las representaciones de los distintos repartos de la ciudad.
Por lo general se comenzaba a las 4:00 pm y se celebraba por tres días consecutivos. Cada quien daba lo mejor de sí para ganar el premio. Cintas y serpentinas adornaban las calles de Bayamo.
Pero algunos entrevistados entre la población consideran que actualmente las carencias económicas han atentado contra las tradiciones, que deben ser “rescatadas a toda costa”, según ellos, pues forman parte de la su identidad. La ruta de los desfiles ha variado su recorrido debido a remodelaciones de la ciudad y es preciso mejorar la higiene, cuya falta ha causado brotes de cólera y dengue, entre otras enfermedades.
Ya por esas causas se han suspendido los carnavales. Otras veces ha sido por la simple determinación de funcionarios del Gobierno Provincial.
A pesar de las trabas, las carencias económicas e insuficiente gestión, los bayameses luchan por mantener sus tradiciones y gozan hoy de sus días festivos, muchos con temor por el alto índice de violencia que se ha desatado en los últimos años, no obstante las medidas tomadas por las autoridades.
Para muchos de sus pobladores, Bayamo se está convirtiendo en un infierno. Según Alberto Roselló, ferviente defensor de las festividades, “va a llegar el momento que no podremos salir a las calles debido a tanta violencia”. Este hombre se queja también de que “la policía debería enfocarse más en los delincuentes y no en los vendedores, que lo que hacen es resolver los problemas de la población pues gracias a ellos subsisten todavía esas festividades, porque las mayores ofertas las brindan ellos, comida, suvenires, juguetes, entretenimientos y otras, ya que la gastronomía hace mucho tiempo ha decaído y la poca que oferta es con mala calidad”.
Por su parte, Magdalena Moreno comenta: “Es enorme la cantidad de alteraciones del orden, robos y violaciones que se han detectado este año. Uno tiene que andar con mucho cuidado para que no te roben o arrebaten las cosas, porque en cualquier lado te encuentras un problema sin salir a buscarlo”.
El gobierno local ha abandonado a su suerte estas fiestas populares, de origen religioso y muy arraigadas en la cultura del lugar. Sin embargo, la gente se niega a olvidar sus costumbres y va resolviendo como puede, con lo que queda. La imagen de San salvador, fabricada en madera, todavía está en la iglesia principal. Sus seguidores cuentan que cuando los bayameses decidieron en 1868 pegarle fuego a la Ciudad, lo escondieron en la manigua para no perderlo. Hoy San Salvador espera, como entonces, a que vengan tiempos mejores.