LA HABANA, Cuba.- La vida del cubano, azarosa y llena de desafíos cotidianos, se complica a cada paso en una sociedad donde cada solución produce múltiples problemas.
Los electrodomésticos están en la lista de los “enseres menores” que más disgusto generan dentro de las familias cubanas. Y entre esos enseres, las lavadoras y los ventiladores comparten el primer lugar entre los más afectados.
Ángel Barroso Medina, de 53 años, es un reparador de electodomésticos que abandonó el empleo estatal donde se desempeñaba en la especialidad de Economía del Trabajo, para dedicarse al cuentapropismo. Nos habla de las dificultades que enfrenta en su día a día laboral, debido a la falta de recursos, y su experiencia humana cuando se enfrenta con la decepción de los clientes.
Asegura que “es dramático, y te aseguro que no exagero. Imagínate que compras una lavadora ―digamos, que una de las más baratas― que cuesta 300 dólares, y al año de comprada se quema el motor, el reductor de velocidad o los bujes de la centrífuga. Los talleres del Estado, que sólo existen para este tipo de casos, la mayoría de las veces no tienen cómo repararlas”.
Willian Machín Pérez, un joven Técnico Medio en Veterinaria, de 21 años de edad y que labora como ayudante de Barroso Medina, explica que “la reparación de un motor (enrollado) cuesta entre diez y doce dólares, y un cambio de bujes unos siete dólares. Luego está la mano de obra, donde los precios se pueden flexibilizar un poco”.
Estos reparadores de “enseres menores”, que laboran en un local arrendado junto a otros cuentapropistas, ubicados en calle Dolores, entre 16 y 17, Lawton, 10 de Octubre, La Habana, lamentan que la mayoría de las veces el esfuerzo y las buenas intenciones no basten para solucionar las frecuentes roturas de estos equipos que son “los de mayor uso diario, por el fuerte y constante calor que obliga a mantener encendidos los ventiladores casi todo el día y las lavadoras trabajando toda la semana para garantizar la ropa limpia en un país donde el polvo y la suciedad son patrimonio nacional“.
Barroso Medina asegura que “la falta de almacenes mayoristas, donde los trabajadores privados podamos comprar a precios justos, además de la crisis de repuestos que genera, le encarece al cliente hasta las reparaciones más simples, lo que les ocasiona disgustos con los que nosotros tenemos que lidiar diariamente”.
Y continúa el joven ayudante de 21 años: “Y este negocio de reparaciones menores lo que deja de ganancia es un salario que no compensa. Yo, por ejemplo, lo que gano al mes son entre 300 y 400 pesos moneda nacional (entre 14 y 19 dólares), de los que tengo que descontar la licencia (6 pesos) y la Seguridad Social (87,50 pesos), unos cuatro dólares”.
Por su parte, Barroso Medina nos comenta que “mi ingreso mensual es de 28 dólares, y entre Licencia (100 pesos), Seguridad Social (87,50 pesos) y el arrendamiento del lugar de trabajo (140 pesos), lo que hacen un total de 11 dólares aproximadamente, mi mensualidad salarial queda reducida a 17 dólares”.
“El beneficio más apreciable del cuentapropismo”, según opinión de los entrevistados, sigue siendo “la relativa independencia del control del Estado, lo que nos permite manejar los horarios y la toma de decisiones al interior de nuestros negocios”.
“En cuanto a ganancias y crecimiento empresarial, la mayoría de los negocios privados no pasan de ser actividades asalariadas sin ningún futuro”, expresó Miguel Sardiñas Hernández, un Técnico en Electrónica de 33 años, que también se dedica a la reparación de enseres menores.
“Yo, que puedo considerarme afortunado, porque tengo bastante trabajo y, además, hago contratos con diferentes instituciones, como son los asilos de ancianos, tengo que hacer “magia” para llegar a fin de mes”, continúa diciendo Sardiñas Hernández.
El Técnico en electrónica de 33 años refiriere que “las inversiones que tenemos que hacer todos los que nos dedicamos al trabajo privado afectan mucho las ganancias; porque todos los repuestos, los de mayor demanda, tienes que comprárselos a los que se dedican a traerlos del extranjero, y a los que viajan los precios se le van pa’ la cabeza”.
Sardiñas Hernández, que labora en un pequeño espacio de su domicilio, ubicado en Calle Concordia, número 671, entre Oquendo y Soledad, Centro Habana, La Habana, precisa que “el Estado tiene que ocuparse más de los cuentapropistas, aunque no sea más que por respeto al servicio que prestamos a la sociedad”.
Y concluyó: “Entre las carencias, siempre insatisfechas, de los que buscamos solucionar nuestras miserias cotidianas, y los tormentos crecientes de los que tratamos de resolver las miserias ajenas, nos hemos convertidos en reparadores de necesidades, para seguir viviendo una vida remendada por los cuatro costados”.