LA HABANA, Cuba.- La oficialista Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) no marcha a tono con los tiempos que corren. Cuando se ha alcanzado una distensión en las relaciones con el principal adversario político que ha tenido la isla en el último medio siglo, ese gremio artístico continúa aferrado a un discurso de barricada, al estilo del practicado durante la Guerra Fría.
De esa forma transcurrió la VIII Reunión Nacional de la Presidencia de la organización, que acaba de finalizar en la ciudad de Holguín, en el oriente cubano. Allí se escucharon acusaciones a la contrarrevolución, así como declaraciones acerca de la necesidad de luchar contra el colonialismo cultural. Un lenguaje que nos hace recordar, por ejemplo, la beligerancia de Roberto Fernández Retamar cuando escribió el ensayo Calibán a inicio de los años 70.
El poeta y novelista Miguel Barnet, presidente de la institución, apuntó en la reunión que “La UNEAC es estratégica para la política del país, no únicamente porque interviene en la esfera cultural, sino porque debe permanecer alerta para frenar cualquier intento de la contrarrevolución de penetrar la organización con propósitos subversivos encaminados a minar la unidad”.
Vamos por partes. ¿Qué tipo de unidad invoca el señor Barnet? ¿Será acaso la que exigió Fidel Castro en 1961 en sus famosas Palabras a los Intelectuales, cuando dejó establecido que fuera de la revolución nada se iba a permitir? ¿O aludirá Barnet a la “unidad” brotada del Congreso Nacional de Educación y Cultura de 1971, cuando el propio máximo líder expresó que para ganar un concurso literario en Cuba había que ser revolucionario de verdad?…
Por otra parte, ¿le temerá el mandamás de la UNEAC a la repetición de episodios como la guerrita de correos electrónicos de 2007, cuando la simple aparición en televisión de un antaño represor cultural provocó un cisma en la vida artística y literaria de la nación?…
Más allá de las interrogantes, no sería difícil precisar que el mayor temor de Miguel Barnet se relaciona con esos escritores miembros de la UNEAC que, en busca de mayores libertades, deciden incursionar en la prensa independiente, o se enrolan en proyectos literarios ajenos a la cultura oficialista. También deben de inquietarle ciertos pronunciamientos de músicos, pintores y otros artistas que aprovechan su estancia en el exterior para hacer pronunciamientos incómodos a la maquinaria del poder.
Resulta comprensible que Barnet, Abel Prieto y otros asistentes a esta Reunión Nacional hicieran énfasis en la necesidad de encauzar buena parte del trabajo de la UNEAC hacia los sectores juveniles de la literatura y el arte. Claro, esos jóvenes son más proclives a la “desviación”, pues aún no reciben las prebendas que el Departamento de Atención a Personalidades del Ministerio de Cultura les otorga a las “vacas sagradas” de la cultura oficialista. Prebendas que, por supuesto, mantienen atados a sus receptores.
De todas formas, es lamentable que una organización de creadores que debía de estar en la vanguardia de los cambios que Cuba necesita, se identifique hoy con las tendencias más inmovilistas y conservadoras.