GIJÓN, España.- Parece mentira que en Cuba alguien pueda morir por suicidio. Un país lleno de luz, alegría, salsa, música por todas partes, playas espléndidas, ron de calidad, tabacos excelentes (todavía quedan fumadores), mariscos asequibles para los forasteros, cultura popular variada y rica, literatos de prestigio, artistas en todas las categorías, La Habana llena del embrujo antiguo y la sorpresa actual, y todo ello envuelto en el celofán de lo indefinido, presentado como un idilio temporal o la panacea para el disfrute.
Dicho todo lo cual, y teniendo presente lo doloroso que es la muerte de cualquier persona, sobre todo siendo todavía joven para ese final, como es el caso, el suicidio de Fidel Ángel Castro Díaz−Balart, (Fidel por su padre y Ángel por su abuelo paterno, 1 de septiembre de 1949), parece más sorprendente todavía.
Fidelito, como era conocido en ámbitos familiares, tal vez por el parecido físico con su padre, era hijo de Fidel Castro Ruz y Mirta Díaz−Balart. Según las informaciones de primera hora, difundidas en el programa de la televisión cubana, “Mesa Redonda”, y por Cubadebate, el finado padecía una larga depresión, que era tratada en hospital y luego en su domicilio. Todo hace pensar, que la dolencia debía ser muy aguda para llegar a ese final tan trágico. El finado, doctor en Física Nuclear, era divorciado de Olga Smirnova y deja tres hijos, que estudiaron en España, Mirta María, Fidel Antonio y Jose Raúl. Y casado en segundas nupcias con la cubana María Victoria Barreiro.
Las enfermedades de la mente son muy complejas, no siempre son el producto de un momento puntual de la persona, hay causas genéticas, experiencias infantiles, ambientes sórdidos en los que se puede mover el paciente, problemas irresueltos. Cuando la mente se ofusca es compleja la solución. Hasta donde yo sé, la poca transparencia de la biografía de la familia dominante en el país durante tantos años, no ayuda a aclarar las cosas, y da pie a especular con los motivos más allá de una realidad que se nos escapa.
La separación de sus padres, siendo todavía un niño, tal vez haya causado en el pequeño Fidel alguna frustración. Su madre se casó de nuevo y en los setenta se estableció en Madrid. “Fidelito” estudió en la URSS, y a su regreso a Cuba se sintió más unido a su tío Raúl Castro y a sus primos, que a su padre, con el que no tuvo mucho trato, y menos cuando empezaron a llegar los hermanastros, hijos de Fidel Castro y su segunda esposa, Dalia Soto del Valle, para los que su madre quería todo el protagonismo: Alexis, Alexander, Antonio, Alejandro y Ángel. Todos los nombres con la inicial A, costumbre cubana de bautizar a los hijos con nombres con la misma inicial.
Además, era hermanastro de Alina Fernández Revuelta, hija ilegítima que su padre tuvo Natalia Revuelta. Amén de otros, conocidos públicamente, pero no reconocidos.
Pero en ninguna información aparece Andrés, como hermanastro de Fidelito, el hijo que Fidel Castro Ruz tuvo con la joven alemana Marita Lorenz (Bremen, Alemania, 18 de agosto de 1939), hija del capitán de la marina mercante alemana, Heinrich Lorenz. Éste había llegado a La Habana con su barco “Berlín” el 27 de febrero de 1959, y Fidel Castro Ruz, interesado en todo, quiso visitar el barco. Cuando llegó al navío, sin previo aviso, el capitán estaba dormido y fue la hija de éste, Marita Lorenz, de 19 años, quien se encargó de guiar la visita. Marita, en cuanto vio a Fidel, quedó prendada de su atractivo. Y, Fidel, que ya era Comandante de la Revolución, le pidió el teléfono de su casa en Nueva York. Sólo unos días después, Fidel la llama, diciéndole que le mandaba un avión para que regrese a Cuba. El 4 de marzo de 1959 Marita vuelve a Cuba acompañada por tres cubanos que la conducen hasta la habitación que Fidel usaba como despacho de jefatura del estado en el Hotel Habana Hilton, luego Habana Libre, denominada Suite Castellana, hoy conservada como museo para turistas. Y allí permanece menos de un año, hasta que queda embazada, y poco antes de cumplir los plazos, le provocan el parto y nace un niño.
Un día, tras el desayuno, otoño de 1959, cuenta Marita Lorenz en su libro “Yo fui la espía que amó al Comandante”, “empecé a sentime mal y me quedé adormilada. Durante ese tiempo de amodorramiento había sentido una serie de sensaciones que apuntaban a un parto provocado, tras el que nació Andrés. Luego me encontré en una habitación, dolorida, mareada y sin muestras de embarazo. Apareció el comandante Camilo Cienfuegos, que se mostró alarmado al ver mi mal aspecto. Me atendió, buscó ayuda y facilitó mi salida de Cuba en un avión hacia los EE. UU. Poco después, el 28 de octubre de 1959, fue cuando el avión que llevaba a Camilo desde Camagüey a La Habana cayó con él dentro, en un accidente lleno de incógnitas”.
Marita Lorenz fue la primera novia de Fidel Castro Ruz tras el triunfo de la Revolución en Cuba. Hasta veinte años después no conoció a su hijo con Fidel, un estudiante de medicina de veinte años llamado Andrés apellidado Vázquez (La Habana, otoño de 1959), que no figura como hermanastro del recién fallecido Fidel Ángel Castro Díaz−Balart.
El oscurantismo de los datos de la familia refleja que unos medios hablen de tres hijos del fallecido, otros de dos, que la primera esposa se llamaba Olga, otros dicen que Natasha. E, incluso “Noticias de Israel” por boca del periodista colombiano Daniel Coronell, dice que el finado “se arrojó por una ventana del hospital en el que estaba ingresado”.