Foto-reportaje de Jorge Olivera Castillo
Calles rotas y malolientes en Habana Vieja
LA HABANA, Cuba -La sustitución de viejas tuberías, de gas y agua, en algunas zonas de la Habana Vieja, demuestra la incompetencia de las instituciones gubernamentales.
No se sabe cuándo terminará una obra que comenzó hace más de dos meses y que ha traído por el momento, según opiniones de los futuros beneficiados, más perjuicios que recompensas.
Ya han ocurrido varias caídas de niños y personas de la tercera edad en las enormes zanjas, transitadas por roedores que se hartan con los desperdicios lanzados entre los montículos de piedras y polvo.
Un jubilado que no quiso revelar su identidad dijo a este reportero:
“El arreglo va a provocar una epidemia. No sé por qué se han demorado tanto en poner los tubos nuevos. Verdad que el trabajo no es fácil, pero presiento que el retraso tiene que ver con la desidia de los burócratas. Casi siempre las soluciones se complican por causas totalmente ilógicas. No dudo que ya se hayan sobregirado en los gastos. Da vergüenza que esto continúe ocurriendo en medio de la difícil situación económica”.
Las labores que afectan varios tramos de las calles Villegas, Muralla y Teniente Rey, han servido para corroborar que la indisciplina social en Cuba es algo irremediable.
Muy pocos residentes del vecindario se desplazan hasta los depósitos de basura ubicados fuera del perímetro en que se lleva a cabo la reparación.
Prefieren arrojar las jabas de nylon repletas de desechos desde ventanas y balcones. Alegan, a modo de justificación, los peligros de vadear las lomas de tierra, ahora convertidas en lodazales, a raíz de las copiosas lluvias de mayo.
“No voy arriesgarme. ¿Y si me caigo y me parto un hueso? Andar por las aceras es como caminar en una cuerda floja, mucho más de noche. La falta de iluminación es un viejo problema que también deberían resolver. Mientras no cierren los huecos, seguiré botando la basura desde mi casa”, afirmó Margot, quien habita, desde hace 20 años, en el segundo piso de un edificio declarado inhabitable.
Lo peor de la situación es la coincidencia en el proceder de decenas de personas a las que les importa un bledo que la zona se convierta en terreno fértil para la propagación de enfermedades.
Ratas, perros y gatos callejeros garantizan su cena cada día, gracias a las bolsas que noche tras noche caen desde las alturas.
El olor nauseabundo cobra intensidad en la zona. A la pudrición de los desechos del vecindario, desperdigados por toda el área, se agrega la fetidez de las aguas albañales que han sido dañadas accidentalmente por el martillo neumático usado para romper las calles.
Una observación objetiva de la problemática, indica que el resquebrajamiento del entorno higiénico-sanitario proseguirá hasta tanto no concluya la instalación de las nuevas tuberías.
“Al paso que van, no terminan este año”, apuntó en broma el dueño de una cafetería, que pese a las dificultades se mantiene abierta.
El local está ubicado en el portal de su casa, justamente en el borde de una de las zanjas visitadas por los roedores y bañada por un maloliente líquido de color negro. No le faltan clientes.