SANTA CLARA.- Prosperidad. Esa es la palabra que Yaikel no conoció en su juventud. Persistencia sí, porque siempre quiso obtener lo primero. En los ochenta, muy joven aún, la muchacha se insertó en el circuito santaclareño de escritores y artistas y, entonces, la sedujo la literatura, y supo que ella también podía escribir poesía. Y escribió, hasta que la venida del Período Especial le produjo una ruptura en su vida social citadina.
Como muchos otros cubanos se vio obligada a marchar al campo, a trabajar la tierra, a curtirse la piel y desgarrarse las manos para salir a flote en una etapa dura, cuando la búsqueda de la comida se tornó en el eje central de las familias en la isla. Yaikel Águila Camacho se había transformado en una campesina de las que sueñan con asistir a exposiciones plásticas, con publicar libros, con entrar al teatro y, sin embargo, estuvo por ocho largos años al pie del surco.
“Mi vida ha sido azarosa, justamente por querer trabajar siempre en lo que he amado. No he querido hacer nada que esté en contra de mí misma”, responde. Yaikel es una mujer emprendedora que supo sortear los obstáculos económicos que el destino le impuso. Después de algunos tropiezos marchó a Canadá y ahora es la dueña de Obrador, el café-galería-editorial más popular de la capital villaclareña.
Hace cuatro años, y tras la apertura del trabajo por cuenta propia, Santa Clara comenzó a atestarse de cafeterías particulares. Con el tiempo, algunas de ellas se convirtieron en paladares o heladerías, porque resultaba más conveniente ante la ausencia de la materia prima y un mercado mayorista para surtir los negocios de muchos de los equipos necesarios que mantuvieran un servicio rápido y constante.
En las calles aledañas al Parque Vidal se hicieron populares dos de ellas: el Chaplin y el Café Cola´o. La primera de ellas clausuró por reparación y la otra desapareció repentinamente, porque los dueños del local decidieron cerrarle al dueño el contrato de renta y, sobre la base de la empresa ajena, montaron otro propio, pero con menor popularidad que el anterior. Según explicó uno de los copropietarios del Cola´o, en gran parte les afectó el hecho de que los cuentapropistas no tengan personalidad jurídica, que no puedan establecer acusaciones en casos como estos y, por tanto, tampoco conste el concepto de indemnización.
No existía, pues, en el centro de la ciudad, un lugar propicio para consumir café en sus variedades hasta que surgió “Obrador”, el sitio más frecuentado por universitarios, artistas y visitantes foráneos que deambulan alrededor de la plaza central ante la poca, nula, o pésima calidad de lo que ofrecen los establecimientos estatales. Es el único en el que es posible tomar asiento y degustar la bebida, mientras se escucha música o se disfruta de una atrevida exposición de pinturas y fotografías.
Mucho antes, al salir por fin del campo, y para lograr cierta bonanza, Yaikel se dedicó a la confección de vitrales sin conocer prácticamente del asunto. Y lo cuenta con orgullo, porque significó un cambio radical para ella: “Un día llegué a una iglesia y les dije que podía hacerles los vitrales, y los hice. Me dediqué al cristal por doce años, aunque al principio no sabía ni cómo cortarlos. Siempre he trabajado independiente. Cuando tuve mi niño decidí viajar al extranjero”.
“Obrador surgió de la necesidad de crear. El 17 de abril de 2011 me senté y escribí todo el proyecto. Por supuesto, no tenía economía para concretarlo, pero el nivel de riesgo y de deseo me hicieron fuerte. Salió de la nada y a partir de un sueño. Hice un esfuerzo extraordinario. Ahorré hasta el último medio porque se trataba de no depender de nadie, sino del resultado del esfuerzo propio. Estamos notando que ha tenido una repercusión internacional”.
Obrador es la consecuencia concreta y trascendente de todo lo que Yaikel ama, tanto el mundo de las artes, como tomarse un café con un amigo. Quiso unir su experiencia en un mismo sitio. “También, colaborar con los artistas para su promoción, para que vean un lindo libro impreso, para que disfruten sus obras expuestas en estas paredes. Al mismo tiempo, las personas que nos frecuentan pueden empaparse con el arte”.
Las publicaciones Obrador ostentan toda la infraestructura de las típicas casas editoras. Impresos en Canadá, los libros, en su mayoría de autores villaclareños como Mildre Hernández o Yamil Díaz, poseen una excelente factura y diseño. Sin embargo, son comercializados fuera de Cuba porque dentro del país está prohibida su venta.
“Nos escriben muchos escritores. Ojalá tuviéramos más capacidad para publicar todo lo que queremos. Llevamos un proceso riguroso de selección de las obras y las ilustraciones para que tengan calidad en contenido y forma. Estaríamos encantadísimos de que se pudieran vender en Cuba, pero conocemos las normas”.
“Ha sido muy difícil asumir este proyecto. Ha implicado un costo alto para mí, sobre todo, por la lejanía y las dificultades en la comunicación que todos conocemos. Lo gratificante es que ha tenido buena acogida. Cuando el negocio se me ha ido de las manos he optado por cerrarlo temporalmente o tomar las medidas precisas. El trabajo allá es diario y sin límite de tiempo porque tengo que supervisarlo todo”.
“El café requiere un control diario y absoluto para que nada funcione mal. Hay que vigilar todo, hasta los gramos de azúcar. Con los suministros ocurre lo que normalmente sufren los dueños de cafeterías en Cuba. Es muy complejo llevar un negocio por cuenta propia. Nadie se adapta a las carencias”.
Ante las escasas opciones propias del interior del país, el público ha elegido Obrador. Hasta hoy, ningún café “le hace sombra” en Santa Clara. Quizá otros emprendedores pretendan emular con el popular establecimiento, sin embargo, muchos tuvieron que “colgar los guantes” y sentarse esperar a que el gobierno cubano conceda nuevamente el permiso para las patentes, un momento que se ha postergado ya demasiado tiempo.